Medios y fines, por Teodoro Petkoff
Fedecámaras se manifestó ayer por un paro, pero todavía imprecisamente en cuanto a fecha, características y propósitos. El modo como se llegó a la decisión pone de bulto el intenso debate que, afortunadamente, está teniendo lugar tanto en la organización empresarial como en la CTV y en la Coordinadora Democrática.
No nos equivocábamos cuando sosteníamos que lo que nos estamos jugando es demasiado serio como para resolverlo sin discusión, tan sólo a partir de las posturas, muchas veces emocionales, de los sectores más radicales. Aunque estos, por lo general, son los más activos y resueltos, también suelen ser minoritarios en el conjunto de la sociedad. Confundir la parte con el todo puede inducir errores de apreciación a veces fatales.
Es evidente que en los distintos sectores organizados de la oposición (gremial, sindical y político) hay percepciones diferentes en cuanto a los objetivos y la naturaleza tanto de la marcha o concentración del 10 de octubre como en lo relativo al paro. Sobre la primera, por un lado hay partidos y organizaciones civiles que proponen una actividad con un propósito limitado (adelanto de elecciones), dentro de una estrategia de mediano plazo, que insiste en medios pacíficos y democráticos para salir de la crisis. Por otro lado, hay partidos y organizaciones civiles que insisten en dar al evento un carácter más bien genérico («¡Chávez vete ya!»), dentro de una estrategia inmediatista, que inevitablemente, incluso si se lo niega de palabra, hace del golpe militar el gran as de la baraja. Para nosotros está clara una cosa: el fin NO justifica los medios. Medios pacíficos y democráticos están asociados a salidas de la crisis que permitan restañar heridas y reconciliar a los venezolanos, dentro de un criterio de «acuerdo nacional» para hacer frente a las terribles dificultades que vive el país. Medios violentos conducen a una exacerbación de la violencia, a la profundización de la fractura social y política y a la dictadura -de cualquier signo. Sobre el paro existen también ópticas distintas en la dirigencia empresarial, sindical y política. Hay quienes postulan un paro acotado en el tiempo (12 o 24 horas) y hay quienes abogan por huelga indefinida. Nuevamente, los fines condicionan los medios. Quienes creen llegada la hora de jugarse a Rosalinda apuestan a la huelga indefinida porque el «inmediatismo» preside su razonamiento. Quienes tienen una visión «no inmediatista» prefieren un camino menos confrontacional pero que estiman más ajustado al tamaño de la cobija con la que se pretende que nos arropemos. No es poca cosa lo que está en el centro de este debate, que afortunadamente se está dando porque una experiencia reciente hace a muchos resistirse a ser nuevamente llevados «enguacalados» o nariceados hacia el cumplimiento de agendas decididas en cenáculos de conspiradores -que, por cierto, sobrevenido el fracaso resultan ser huérfanas.
El picado de culebra se asusta de un bejuco.