Mentes criminales, por Fernando Rodríguez
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El título lo tomo de unas denuncias de Andrés Velásquez a propósito de la detención de Freddy Guevara. Quería decir que solo a ese tipo de mentalidad se le pueden ocurrir semejantes estrambóticas calumnias para justificar la prisión de un significativo líder político, exvicepresidente de la Asamblea Nacional y secretario general encargado de Voluntad Popular. Que, por lo demás, son las que utilizan consuetudinariamente para todo aquel que se les opone contundentemente: traición a la patria, terrorismo, complicidad en magnicidio, incitación al odio, conspiración, asociación para delinquir, etc. Pero el caso de Guevara vale la pena resaltarlo por las estridentes mentiras y contradicciones en que caen esas impúdicas mentes.
Después de tres años asilado en la Embajada de Chile en Venezuela, perseguido por haber sido de los dirigentes de las manifestaciones (pacíficas, violentadas por el gobierno) que tuvieron lugar en 2017, recibió un indulto del gobierno en septiembre de 2020.
Pero poco dura la dicha en la casa del pobre, hace algo como un par de meses es de nuevo detenido y esta vez aplicándole los más insólitos cargos, en definitiva, promover la violencia, muy cierta por lo demás, que una temible y poderosa banda de delincuentes comunes, que prácticamente ha hecho suya una zona de Caracas, y que en esos días decidió una temible acción armada que hizo zarandear la ciudad, por la agresión al jefe de una banda asociada.
Esta situación denigrante para el gobierno lo llevó a hacer una indiscriminada razzia en los barrios en cuestión —todo el mundo es culpable, así sea un humilde y honrado trabajador que pasaba por el lugar equivocado— y a la novedad de ofrecer por la cabeza de los capos centenares de miles de dólares que, por cierto, hasta hoy no han surtido efecto. Bueno, la acusación mayor contra Guevara es la de promover la violencia de estas bandas hamponiles para desestabilizar al gobierno —otra letanía de la dictadura— en combinación con el presidente de Colombia Iván Duque.
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A diferencia de otras dictaduras más inteligentes y sofisticadas en las que este tipo de trabajo sucio los hacen funcionarios policiales de rango ramplón, en este se involucraron la vicepresidenta de la república, la ministra del Interior y, por supuesto, el fiscal general Tarek William Saab que ordenó su detención.
El espectáculo de la ira del gobierno por el desafío del Koki y su combo gigante fue completado con un intento de secuestrar —en su hogar y con armas largas por fuerzas policiales— a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela según algunas decenas de países, entre los más importantes del planeta. Este logró eludirlos. En fin, todo un festín de rabia, estupidez y violencia.
Pero la cosa no acaba aquí. Resulta que Maduro decide indultar nuevamente al «traidor a la patria y promotor de malandros» apenas un mes después y sugiere que participe en el solemne diálogo gobierno-oposición de México.
En conclusión, uno puede hacer y deshacer con la justicia nacional lo que le dicta el humor del día o la implementación de las triquiñuelas más baratas y jugar a su capricho con la integridad y la honra de sus adversarios. Uno puede decir hoy una cosa y mañana lo contrario sin importarle la opinión de los ciudadanos nacionales y la opinión extranjera. Uno es un mentiroso sin tapabocas. Una mente retorcida, un emblema de la era de la posverdad que atraviesa el planeta
Fernando Rodríguez es filósofo. Exdirector de la Escuela de Filosofía de la UCV.
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