Mercosur: ¿en terapia intensiva?, Félix Arellano
No sería exagerado afirmar que desde la conformación de un Mercosur ideológico, proceso que reforzó la incorporación del proceso bolivariano venezolano, el bloque se ha mantenido en crisis permanente. Primero, concentrado en las tormentas bolivarianas, ahora son las diferencias con el gobierno de Alberto Fernández en Argentina; empero, en el mar de fondo subyace la creciente inestabilidad política en Brasil, y todo converge en el permanente desplazamiento del tema Mercosur en las agendas nacionales.
En la medida que el desinterés por el Mercosur se va intensificando y prolongando en el tiempo, el bloque se va tornando un asunto marginal, al punto que los gobiernos pueden asumir que podrían funcionar mejor, sin mantener los ambiciosos compromisos previstos en el Tratado de Asunción, particularmente en lo relativo a la construcción de la unión aduanera y el mercado común.
El radicalismo ideológico en el Mercosur lo promueven los Kirchner en Argentina, Lula en Brasil, Lugo en Paraguay, el Frente Amplio en Uruguay; pero, logra su mayor apogeo con la incorporación de Hugo Chávez.
Ahora bien, es un doble discurso para los cuatro países fundadores, pues si bien atacan al sistema y apoyan las furibundas declaraciones bolivarianas contra el capitalismo y los Estados Unidos, en la práctica, al interior de sus países, mantuvieron economías de mercado sin mayores intromisiones.
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Que el discurso antisistema se desarrolle fundamentalmente en el marco del bloque, va evidenciando el poco interés que genera el proceso de integración. Esta situación podría definirse como la crisis estructural del Mercosur, pues contempla problemas no resueltos en los diversos compromisos fundamentales. Se trata del mantenimiento de limitaciones en la zona de libre comercio, en particular las medidas no arancelarias; la diversidad de perforaciones del arancel externo común (AEC) y la parálisis en la conformación del mercado común.
Por un buen tiempo la crisis venezolana concentró la atención del Mercosur y desplazo los temas de fondo. Finalmente, el gobierno uruguayo aceptó la propuesta de los otros tres países y se aprobó la aplicación de la Cláusula Democrática (Tratado de Ushuaia). Con la suspensión del proceso bolivariano se superó este capítulo. Pero esto no conllevo que se retomara la coherencia y disciplina de trabajo; por el contrario, los países optaron por una salida efectista, concentrándose en una ambiciosa agenda de negociaciones internacionales, desplazando de nuevo decisiones fundamentales.
En la agenda internacional, el primer objetivo acelerar las negociaciones con la Unión Europea (UE), que habían iniciado en 1995, y finalmente se logró firmar el acuerdo en junio del 2019; ahora, el texto está sujeto a la ratificación de cada uno de los países miembros de la UE y luego del Parlamento Europeo. Un proceso lento, cargado de obstáculos, entre otros, el desarrollo del Brexit, y ahora la grave crisis de la pandemia del coronavirus.
La firma del acuerdo con la UE renovó el optimismo en el bloque, también la estrecha relación entre los Presidentes de Argentina Mauricio Macri y de Brasil Jair Bolsonaro. En este contexto, se amplió significativamente la agenda de las negociaciones, incluyendo a: EFTA (integrada por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza), Canadá, Corea del Sur, India, Singapur, Líbano y la Alianza del Pacifico. Los encuentros técnicos fueron avanzando, pero las tensiones políticas retomaron de nuevo la atención del bloque.
El triunfo de Alberto Fernández en Argentina y el duro cuestionamiento del Presidente Bolsonaro, reabrieron las tensiones y de nuevo desplazaron la atención. En Brasil, importantes sectores económicos y miembros del equipo del Presidente Bolsonaro, en particular su poderoso ministro de economía Paulo Guedes cuestionan al Mercosur; particularmente, los compromisos relativos a la unión aduanera, en el fondo aspiran mayor autonomía en el manejo de las negociaciones internacionales.
La luna de miel generada por las negociaciones internacionales se desvanece el pasado viernes 24, cuando el gobierno argentino informó su decisión de congelar su participación en las negociaciones, debido a la grave crisis de la pandemia.
Los otros países miembros del Mercosur, e incluso la oposición interna en Argentina han rechazado tal posición
La decisión argentina, legitima y fundamentada, también refleja poco interés en el Mercosur. Es evidente que en el marco de la pandemia no resulta posible lograr mayores avances en las negociaciones, empero, la declaración unilateral de Argentina, debilita al bloque. En la práctica nos encontramos con la parálisis de las negociaciones, la pandemia acaparando la atención de los gobiernos y, adicionalmente, la crisis política que se agudiza progresivamente en Brasil.
En efecto, con la reciente renuncia del Ministro de Justicia, el prestigioso juez Sergio Moro, a quien las encuestas ubican en niveles de popularidad mayores que al Presidente, debilita la cuestionada gestión de gobierno. La salida de Moro se produce luego de la renuncia del Ministro de Sanidad en plena pandemia, el enfrentamiento con varios gobernadores, las históricas diferencias con el Vicepresidente, los problemas que está generando su entorno familiar y las crecientes reservas de buena parte del sector militar.
Todo indica que Mercosur exige de una revisión profunda, en ese contexto se inscribe el futuro de la situación venezolana en el bloque, para ello es necesario recuperar nuestra democracia.
Ahora bien, es evidente que el ingreso ilegal e ilegitimo debe ser revisado, sin menospreciar la importancia del bloque en términos económicos y de alianza política.