Merecido reconocimiento, maestra Paula (Nogal), por Rafael A. Sanabria M.

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Recuerdo mis días en el preescolar de la E.B.N. Juan Uslar, turno de la tarde, aquel jardín de infancia donde soñaba, cantaba, jugaba, reía, pero sobre todo estaba la figura gentil y paciente de mi maestra Paula Emilia que me indicó el norte, me sembró esperanzas, simplemente me educó para la vida, siempre le expresaré mi gratitud por su loable función como educadora y ciudadana ejemplar, será motivo de elogio en la palabra de su estudiante, por cultivar en mí nobles conocimientos, valores y sabiduría a granel.
Mi maestra Paula Emilia es símbolo vocacional, de puntualidad y responsabilidad, como no agradecerle a esta noble mujer que tomó mi mano para enseñarme a escribir, cómo olvidar sus soberbias lecciones de lectura, donde fue más allá de una letra para enseñarme a leer el mundo, son dos cosas que no tienen precio para la estatura de esta dama, jamás olvidaré los ojos de alegría de mi maestra Paula Emilia cuando llegué a la lección: ¡Ya sé leer! Del recordado libro Mi Jardín. Qué agradecido por tan plausible y valiosa acción.
Ahí en ese salón de preescolar aprendí junto a la Maestra Paula Emilia a escenificar pequeñas obras de teatros, a recitar poesía, ciertamente en cada área del preescolar estaba la sabiduría de la maestra, tan humilde que se hacía un estudiante más. Qué feliz fue mi preescolar donde me disfracé y disfracé como travesura de niño a mi maestra.
Aún, maestra, conservo aquella carpeta verde esperanza que confeccionó con cariño donde están mis trabajos de preescolar y donde permanece su firma intacta, cuanta pedagogía, cuanta historia guarda el valioso recurso didáctico.
Así como aquel vaso cargado de caramelos con una silueta de payaso que fue el recuerdo que me dio al finalizar mi año escolar.
El payaso aún tiene la misma sonrisa amplia de aquellos lejanos días de preescolar, mi maestra es tan noble que compartía su merienda con el niño travieso y preguntón que le alborotaba el aula, pero que reprendía con amor. Qué agradecido, insisto en expresarlo, para que la multitud sepa la talla de maestra que tuve en mis primeros años de vida.
Nace Paula Emilia Manzano Mejías, en El Consejo el 14 de enero de 1946, hija de Ángel Esteban Manzano (El Albañil, el hacedor de bateas en El Consejo) y Carmen Luisa Mejías de Manzano.
Realiza su primaria en el Grupo Escolar Juan Uslar, alcanzando el certificado de Educación Primaria.
Seguidamente ingresa a la escuela normal Luis Alejandro Alvarado en Cagua, municipio Sucre de donde egresa el 29 de julio de 1961 con el título de Maestra Normalista de Instrucción Primaria (última promoción).
Contrae nupcias el 17 de diciembre de 1966 con Ricardo Marcelino Sirit, de cuya unión nacen 5 hijos, a quienes les ha sembrado nobles valores.
Será en 1975, el año de advenimiento de la maestra Paula Emilia en el Sector Educativo, cuando ingresa a la nómina del Ministerio de Educación, formando parte del cuerpo docente de la E.B.N. Juan Uslar.
Cabe destacar que ese año se le daba un reimpulso al kínder y el gobierno nacional programa unos cursos de capacitación docente en el área de preescolar, adiestramiento que no vaciló en realizar la maestra Paula Emilia en el Grupo Escolar República de México de Maracay, para así consagrarse como sempiterna maestra del preescolar del turno de la tarde de la E.B.N. Juan Uslar, hasta el momento de su jubilación en el año 2003.
Su hoja de servicio se resume en 28 años de fructífera labor prestada a la educación inicial, que constituye un ejemplo enaltecedor de la juventud y su gentilicio.
La maestra entendió que maestro no es solamente el que enseña, es también el creador de ideas y realizador de obras de ahí su personalidad de robusta acción y vigoroso talento, bondadoso, amplio y noble.
Jamás olvidaré el retrato que de niño guardo de la mujer que me enseñó a leer y a escribir. Una figura impecable por fuera, recia. Por dentro la moral, voluntad firme para la buena acción, fecunda la mente para el germinar de las ideas; sobre la tarima del aula erguida y elegante con su cabello negro y medio erizado, como taladrando el salón. Atendía puntualmente mi maestra Paula Emilia la tarde en el preescolar, gigante de la paciencia y señora maestra.
Su palabra es firme, pero bondadosa y justa, señaló el escollo e indicó el rumbo del autor de estas líneas. Es meritorio que recoja lo que ayer sembró con amor en la mente fértil de aquel niño que hoy le retribuye lo que usted inculcó a través de estas líneas.
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Es mi maestra un adalid de la educación, mil veces gracias por haberme enseñado a escribir el nombre de tan privilegiada mujer con título de maestra, le pregunté al tiempo su nombre y me dijo: Paula.
Que alegría volverme a reencontrar con usted en la plaza Bolívar de nuestro lar nativo, en el acto con motivo de los 204 años de la batalla de El Consejo y sentir el más sincero abrazo de quien me señaló el camino con el más sincero afecto.
Atentamente tu ex alumno
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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