México, el trapo rojo del G4, por Alexis A. Alzuru
Twitter: @aaalzuru
Los jefes del G4 insisten en reactivar las negociaciones en México. Sin embargo, los que mueven los hilos de ese club de amigos saben perfectamente que en México no habrá nada que negociar. Saben, por ejemplo, que Maduro no tiene que decir ni decidir sobre la flexibilización de las sanciones. De hecho, saben que para resolver este asunto, como muchos otros, no necesitarían reunirse con una delegación madurista sino sentarse con la comunidad internacional; lo cual, claro está, les obligaría a presentarse ante sus socios con un proyecto factible y pacífico para reconquistar el poder.
Una condición que exigiría, antes que todo, abrir un proceso para refundar a la oposición. Sin embargo, esos cuatro cómplices no desean cambios; ellos solo quieren que las cosas sigan como están.
La realidad es que los jefes del G4 buscan reactivar la mesa de México para liquidar la discusión que deberían dar sobre la renovación de la oposición. Una discusión, por cierto, en la que se deberían tratar asuntos claves para ganar las presidenciales del 2024. Uno de esos temas, por ejemplo, es el de la crisis del liderazgo opositor. Una crisis que no se resolverá con unas primarias entre dirigentes que están tan, o quizá, más quemados que Maduro o Cabello. De hecho, la aparición de un nuevo liderazgo presupone, entre otras cosas, redefinir el espacio que los dirigentes locales debe tener en la dirección opositora.
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Por supuesto, los caudillos del G4 entienden, con razón, que abrir ese debate conduciría a revisar el interinato de J. Guaidó. Habría que, por ejemplo, revaluar el daño político, material y emocional que su presidencia ha causado a la amplia mayoría que busca salir de Maduro. Sobre todo, habría que decidir, otra vez, la conveniencia o no de seguir con su gobierno. Por lo demás, un capítulo complementario con este asunto sería el de los límites que deberían exigírseles a los financistas y élites que están detrás del interinato, así como de las élites que pugnan por designar y controlar al liderazgo opositor.
Pero ese capítulo no termina allí, porque deberá incluirse un diálogo cara a cara con aquellos medios y periodistas que aun cuando dicen que están supercomprometidos con la vuelta a la democracia, usan su poder e influencia para exacerbar entre los opositores odios, rencores y divisiones, no argumentos ni soluciones.
Además, ese listado de temas difíciles sobre los que el G4 no desea decidir comprendería el de las condiciones y los marcos en los que debería concretarse el apoyo de la comunidad internacional a la lucha por la democracia venezolana, especialmente, en los casos de EE. UU. y la UE; pues no debería permitirse que el respaldo de esos países siga financiando la atomización de los grupos y partidos opositores, el solipsismo arrogante del G4 ni la deliberada desconexión de sus jerarcas con las expectativas y las necesidades de esa población que durante más de dos décadas se ha jugado el pellejo para derrotar al chavismo.
Se debe boicotear la intención del G4 de usar a México como artificio; como el trapo rojo con el que oculta sus miedos. Después de todo, encarar el lado oscuro de la oposición es lo único que podrá conducir a la salida de Maduro bien por vía electoral o bien por vía de una revuelta popular administrada políticamente. Basta pensar que otro punto sobre el cual a la oposición le urge debatir es sobre la definición de una agenda para actuar en el escenario de que el CNE desplace las presidenciales o se modifique la Constitución para que las presidenciales se realicen a través de elecciones de segundo grado.
No será fácil que permitan un debate sobre la reforma de la oposición quienes han sido cobardes para reconocer sus errores ante el país. Lo probable es que traten de seguir escondidos detrás de Maduro. Por lo cual, la opinión pública deberá pasar a presionarlos; obligarlos a desbloquear la renovación de la oposición.
Específicamente, deberá exigirles que abran el dialogo crítico. En el entendido que ese diálogo será solo la antesala de una durísima negociación que deberán convocar entre partidos, organizaciones y sectores que, les guste o no, han adversado y adversan a Maduro. Una negociación que deberá desembocar en una alianza tan amplia, tan diversa y plural como pragmática; tal cual la exige el deber de recuperar esa vida digna que solo es posible en democracia.
Alexis Alzuru es Doctor en Ciencias Políticas. Magíster y Licenciado en Filosofía. Profesor jubilado de UCV.
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