Mi colega químico Jorge Mario Bergoglio, por Gioconda Cunto de San Blas

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«Laudato si’, mi’ Signore» –«Alabado seas, mi Señor», por la hermana, nuestra madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba».
En este tono pastoral y ecológico, con frases prestadas de San Francisco de Asís, Jorge Mario Bergoglio –el Papa Francisco– inició su segunda encíclica (24 de mayo de 2015, fiesta de Pentecostés), un canto a la vida, un reconocimiento a la naturaleza y a la vez, un llamado a todos los seres humanos para cuidar nuestra casa común. «Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla».
Nacido en Buenos Aires en 1936, Jorge Mario muestra interés por temas científicos en su adolescencia, egresando como Técnico Químico de la Escuela Técnica Industrial N.º 27 «Hipólito Yrigoyen» de Buenos Aires en 1953. Descendiente de una pareja italiana que a principios de los años 30 había huido de Italia para evadir el régimen fascista de Benito Mussolini, Jorge Mario trabaja durante algún tiempo, previo a su ingreso al seminario jesuita de inspiración ignaciana (San Ignacio de Loyola), en el laboratorio Hickethier-Bachmann en el barrio porteño de Barracas, Buenos Aires, una empresa dedicada a análisis bromatológicos para la cuantificación de nutrientes en productos alimenticios.
Según el propio Francisco, el contacto temprano con la materia alimentaria y los procesos químicos vinculados a la conservación, fermentación y composición de los alimentos, y su disfrute del trabajo de laboratorio le enseñaron el valor de la precisión, el método y la humildad científica, a la vez que «sembró una semilla que, aunque no germinó profesionalmente, sí dejó una huella sobre mi visión del mundo».
Ese año de 1953 fue notable para la ciencia. El 25 de abril (hace exactamente 72 años, a la fecha que esto escribo) los investigadores científicos James D. Watson y Francis H. Crick publicaron en la prestigiosa revista científica Nature un texto de apenas dos páginas que revolucionó para siempre la biología y la naciente genómica, al establecer el mecanismo universal de copiado del material genético, indispensable para la propagación y evolución de las especies vivientes. Esta publicación y subsiguientes en el tema les hicieron merecedores, junto con Maurice Wilkins, del Premio Nobel en Fisiología o Medicina, 1962. En el campo humanístico también hubo importantes aportes en el tema, como secuelas de las guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945), que procuraron dar respuesta a problemas éticos resultantes del uso y abuso de tales tecnologías.
Con estos antecedentes, no es de extrañar que Jorge Mario Bergoglio (su nombre secular; desde marzo de 2013, Papa Francisco) haya mostrado interés en temas científicos desde los inicios de su pontificado. Es así como el 24 de mayo de 2015 Francisco da a conocer su segunda encíclica, Laudato si’, un documento vaticano que resume bastante bien el potencial de las técnicas novedosas de biología molecular, a la vez que da recomendaciones de buen uso sobre el cuidado de la casa común. El tema central que vertebra el contenido de dicha encíclica es la Ecología, desde una perspectiva integral, abordando todas sus dimensiones: natural, humana, social, económica.
Así las cosas, Bergoglio lamenta que en búsqueda de soluciones a la crisis ambiental, muchos esfuerzos se frustran no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás (aun entre los creyentes, enfatiza Francisco), que van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas, «todo lo cual clama por una solidaridad universal nueva». Es decir, el desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana, sin importar sexo, credo, religión, en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral.
Protesta Bergoglio la producción de cientos de millones de toneladas de residuos por año, muchos de ellos no biodegradables, que dañan el medio ambiente. También trae a cuento los numerosos estudios científicos que apuntan a la gran concentración de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos por uso intensivo de combustibles fósiles, como principal causa del calentamiento global.
El acceso al agua potable y segura es de particular preocupación para el pontífice. «Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso escaso, sin tomar en cuenta que el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición sine qua non para el ejercicio de los demás derechos humanos».
«Tanto la experiencia común de la vida ordinaria como la investigación científica demuestran que los más graves efectos de todas las agresiones ambientales los sufre la gente más pobre. Por eso no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en un planteamiento social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres». En previsión de que el control del agua por parte de grandes empresas mundiales se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo, Francisco insiste en «fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia».
Continúa Francisco: «Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. …… Somos los herederos de dos siglos de enormes olas de cambio: el motor a vapor, el ferrocarril, el telégrafo, la electricidad, el automóvil, el avión, las industrias químicas, la medicina moderna, la informática y, más recientemente, la revolución digital, la robótica, las biotecnologías y las nanotecnologías. Es justo alegrarse ante estos avances y entusiasmarse frente a las amplias posibilidades que nos abren estas constantes novedades, porque la ciencia y la tecnología son un maravilloso producto de la creatividad humana … aunque solo para quienes tienen el conocimiento y el poder económico para utilizarlo…, estableciéndose así el dominio impresionante de unos pocos sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero».
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La encíclica se extiende en muchos otros análisis relativos a los diferentes desafíos que el ser humano debe superar para aprovechar en toda su magnitud los bienes que la naturaleza ha puesto a nuestro alcance. Creyentes y no creyentes hemos sido invitados por Francisco a compartir la mesa ecológica, asociando la protección del medio ambiente a la cuestión social «ante el clamor de los pobres y el clamor de la tierra».
La Encíclica Laudato Si es un inapreciable aporte a la reflexión y a la acción para salvar la naturaleza y la humanidad de un eventual desastre.
Gioconda Cunto de San Blas es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Investigadora Titular Emérita del IVIC.
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