“Mi sueldo solo alcanza para medio cartón de huevos”
Profesionales o no, todos los venezolanos coinciden en que sus salarios escasamente logran cubrir las necesidades básicas
Autor: Ariadna García | @Ariadnalimon
La hiperinflación que se desató en Venezuela a finales de noviembre de 2017, devora en cuestión de días cualquier aumento salarial que se haga. El drama arropa a docentes, ingenieros y estudiantes. Los sueños y los gustos son los protagonistas de estos relatos que quebraron las voces de nuestros entrevistados.
Génesis, 26 años
La llamada comenzó con interferencia, explica que la señal no es buena, se cambia de lugar y comienza a dar cuenta de una realidad que pesa en su casa y también en el salón donde da clases en una escuela del estado Yaracuy.
“Gano sueldo mínimo (Bs. 392.646). Las quincenas me alcanzan solo para medio cartón de huevos”, dice Génesis, quien indica que a pesar de que comenzó en ese centro educativo en octubre de 2017, fue en diciembre cuando recibió su primer pago. “Los nuevos ingresos del Ministerio cobramos tarde, hay gente que cobra hasta después de los seis meses, prácticamente trabajan gratis”, explica.
Su quincena es destinada para dos cosas únicamente: medio cartón de huevos citado anteriormente o una mitad de mortadela. El 25 de cada mes cuando recibe los cestaticket (Bs. 915.000), indica que gasta unos Bs. 500.000 en “un poquito de vegetales y un arroz”. Para carne no le alcanza.
“Este 25 de febrero uní mi sueldo con el de mi mamá y a los cuatro días en la casa ya no había comida. Yo además de profesora también soy costurera y con eso me ayudo mucho. Ahora compramos requesón porque el queso está carísimo, nos han regalado granos, molemos y los mezclamos con harina de trigo para hacer arepas. Hacemos que la comida nos rinda para los próximos días porque mi sueldo de profesional no me alcanza”, subraya, al tiempo que añade que su mamá también profesora, gana un poco más que ella motivado a que trabaja en una escuela bolivariana donde otorgan un bono extra.
Este es el primer empleo de Génesis ejerciendo su profesión. Relata que una de las cosas que más le afecta es que a veces no puede ir a trabajar por quedarse sin dinero o no tener efectivo. La escasez de papel moneda ha desencadenado en la venta de este bien de la nación, algunos establecimientos cobran hasta el 100%.
Mis alumnos me dicen: ‘profesora yo lo que quiero es largarme, así me toque prostituirme yo lo que quiero es irme de aquí’.
La docente señala que ha tenido que recurrir a esto en distintas ocasiones para poder llegar a su lugar de trabajo. “Tengo que pagar el 50% para que me den efectivo, se lo compro a una amiga de mi hermano. Si no lo hago nunca iría a dar clases”.
A Génesis se le agotó la fe en las instituciones, pues indica que si hace meses hicieron una propuesta al centro educativo para que a los profesores les vendieran una bolsa de comida a precio subsidiado y hasta la fecha no han recibido respuesta, menos contarán con transporte o con un bono que alivie la situación.
Al preguntarle si ha pensado irse del país su respuesta es tajante: “Infinidades de veces; con todo el dolor del mundo, pero realmente es muy frustrante. Se te están apagando los sueños. Una persona que no sueña está muerta en vida y aquí te los están queriendo apagar de manera obligatoria”.
La voz de Génesis tiene un quiebre que ya es difícil de recoger, hacemos una pausa y la entrevista que había comenzado en tono de reclamo pasó a ser de sufrimiento. “Me duele que mis chicos de cuarto y quinto año que deben tener esperanza y estar alegres porque se van a graduar, no quieren seguir estudiando, van sin ganas eso es lo que más me duele, que no tengan motivación, ellos no ven la universidad como prioridad, me dicen: profesora yo lo que quiero es largarme, así me toque prostituirme yo lo que quiero es irme de aquí”.
Los estudiantes de Génesis llegan con hambre, pero ella no solo piensa en ellos sino en los que aún no conoce. “Me duele que los niños no tienen sus necesidades básicas como un vaso de leche ¿Cómo le exiges que se levanten? Todas esas necesidades las reflejan más adelante en la conducta, se vuelven violentos o delincuentes”.
Por último, añade que a ella y a su familia no les ha tocado hasta ahora acostarse sin comer, sin embargo, piensa que son muchos los que sí viven esa realidad. “Somos casi uno y eso duele igual”.
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Andreina, 27 años
Trabajar para plataformas digitales en el extranjero le permite a la periodista Andreina Gutiérrez ganar entre 45 y 50 dólares al mes. Explica que sus planes de emigrar hacen que destine más de la mitad de su sueldo en ahorros y el resto se va en sus necesidades básicas.
Andreina no gasta en alquiler, ni en transporte debido a que trabaja desde casa, en ese sentido, señala que es una gran ventaja y que gracias a ello puede cubrir todas sus necesidades.
“Me alcanza porque soy yo sola y tengo la ventaja de que si sube el dólar no me afecta tanto. Por la inflación decidí quedarme así (freelance) me convenía más. Me ha funcionado desde hace tres años”, explica.
Bárbara, 23 años
Bárbara vive en Caracas. Hace dos años abandonó la universidad porque ya no podía cubrir el semestre. Trabaja en la parte administrativa de una escuela. Su sueldo es inferior al salario integral acutal (Bs. 1.307.646).
Su salario no cubre ni siquiera el 1% de la canasta básica, sin embargo, lo destina para ayudar en su casa con el pago de la luz y condominio. Añade que se rebusca por otro lado ayudando a estudiantes universitarios con sus tareas.
“Ya es imposible cubrir mis necesidades, me ayuda mi familia. Estudiaba Comunicación Social y hace dos años la dejé, no pude costearla más”. Bárbara no se extiende, responde justo lo necesario, la conversación finaliza en una frase que se ha vuelto común entre los venezolanos: «mi sueldo no me alcanza para nada».
José, 37 años
Es ingeniero industrial, vive en Caracas y trabaja en esa área como consultor. Su sueldo se ubica alrededor de los cinco millones de bolívares, tres veces más que el salario integral (Bs. 1.307.646).
Aun así, el salario de José solo alcanza para “lo más básico: la comida«. Explica que esto lo vive desde hace un par de años para acá. Agrega que en su casa logran cubrir los alimentos y servicios porque hay otros dos salarios, de lo contrario asegura que “ni de broma” podrían.
Una de las cosas que más lamenta el ingeniero es privarse de gastos de esparcimiento. «Una ida a la playa cuesta un realero y reparar el carro también”, relata.
José no piensa en emigrar, pero sí recuerda que dejó de consumir galletas, refrescos, chucherías. “Merendar es muy costoso”.
De acuerdo a la Encuesta Sobre Condiciones de Vida (Encovi 2017), realizada por las universidades Católica Andrés Bello, Simón Bolívar y Central de Venezuela, el mercado laboral venezolano está altamente intervenido por el Estado, hay excesivas restricciones a la libertad empresarial, inseguridad jurídica y está fuertemente impactado por la depresión económica y la hiperinflación.
En Venezuela el empleo informal tomó fuerza en los últimos años. En 2014 la tasa de trabajos por cuenta propia era de 30,6%, en 2017 esto se ubicó en 37,5%. Por otra parte, el desempleo alcanzó su pico más alto desde 2014, al pasar de 7,4% en 2016 a 9% en 2017.
Sobrevivir a la desesperanza
La pérdida de poder adquisitivo, ver cómo el esfuerzo y el trabajo no son bien remunerados, terminan por desesperanzar y generar frustración. Ante esto, el sociólogo Jesús Machado advierte que las crisis sacan “lo mejor y lo peor de las personas” y que tener una respuesta positiva dependerá únicamente de las capacidades individuales que tengan los ciudadanos para “construir estrategias de supervivencia”.
Según Machado las personas que participan en redes de vocación religiosa podrían hallar un asidero y esto les ayudaría a sobrevivir, o si por el contrario no forma parte de ninguna religión, influiría su conducta individual.
A juicio del experto existen varias crisis y de ella se desprenden distintas reacciones, como por ejemplo el retraso del metro, la falla del transporte urbano, la escasez de comida, cada situación es manejada por el individuo de manera particular.
Al consultarle si los niveles de pobreza actuales que según la Encovi se sitúan en 87%, acarrearía en un estallido social, explica que la “sociedad venezolana ha tenido cierta madurez social para manejarse” y no repetir los errores del 89, cuando se produjo el Caracazo.
Reconoce que sí se han dado casos de saqueos en varias partes del país, pero agrega que “no es una cuestión que se repita con una frecuencia alta”; por el contrario, “luego se diluyen en el tiempo”. Dentro de esa madurez social, el experto destaca el liderazgo comunitario espontáneo.
Por otra parte, señala que es urgente resolver el tema de la productividad para que la gente no siga en un contexto de agonía, donde constantemente se debe defender la vida. “Hay que elevar esto para que la vida de las personas puedan ser vividas con dignidad”.
Al exponerle el caso de la docente Génesis -que se cuestiona cómo convencer a un niño de ir a estudiar si eso no le garantizará cubrir sus necesidades básicas- refuta que se debe examinar cuál es la motivación que se le inculca a los más pequeños. “No puede ser el dinero, es necesario que definamos qué valores queremos construir como sociedad ¿Es solo un problema de dinero? Es asumir y vivir con valores distintos como colectivo que estén ligados a la ética”, subraya.
“Esta es una crisis profunda en todos los órdenes de la vida, se puede ver como una transición, de manera que podemos aprender de esta situación y pensar hacia donde queremos conducirla. Podemos asumir enseñanzas del modo como queremos vivir, evaluar los recursos que obteníamos y cómo los producíamos. Revisar el papel del Estado en la economía y el papel de los políticos, el papel de la sociedad al exigir cuentas. Hay muchísimos aprendizajes, de esto asumimos lo mejor o lo peor y eso sin negar los efectos negativos que está teniendo esta crisis en la actualidad sobre la población”, puntualiza.
La vida a los venezolanos se les resumió en el precio del azúcar o del cartón de huevos. La hiperinflación es un monstruo al que muy pocos pueden llevarle el paso. La falta de políticas públicas que garanticen los derechos fundamentales, las fallas en el sistema de transporte, educativo, ambiental, así como la carencia de campañas que hagan más llevadera la situación actual, sitúa a la población en un umbral oscuro donde transitarlo duele igual para todos. El Estado continúa ausente y ante la falta de medidas que transformen esta realidad los ciudadanos han decidido abandonar el país al costo que sea, incluso a ese al que estaría dispuesta la estudiante de Génesis en bachillerato.
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