Miedos, por Gisela Ortega
Siempre lo hubo; el animal humano convive con el miedo, con sus miedos, desde el alba de su caminar la Tierra, solo que al adentrarnos en las aguas espinudas de la civilización se ha hecho más concreto, más urgente; lo invade todo de la mano del cine, la televisión, los libros…y la política. El miedo no es ya un movimiento –o una parálisis– del espíritu, se ha convertido en acompañante cotidiano.
El miedo es una alteración del ánimo caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, futuro o incluso pasado. Es una particularidad inherente a la sociedad humana. Comprende, el temor, sentimiento incomodo y penoso que acompaña a la previsión o a la proximidad del mal o peligro. Se teme algo no presente; da miedo algo actual.
La aprensión comporta desconfianza y miedo apoyados en opinión infundada o extraña. La conmoción ocasionada por un acontecimiento repentino y temeroso decimos que es alarma. La alarma inesperada provoca inquietud, la llamamos sobresalto. Canguelo y pánico expresan un grado mayor en intensidad y manifestación del miedo; pánico, de raíz mitológica, -relativa al Pan- es terror colectivo, en tanto que el canguelo, es individual. Espanto, pavor y terror intensifican la serie con señales exteriores de un estado psíquico alterado. Susto y espanto explican una consternación del ánimo ocupado de pronto por un objeto o accidente imprevisto.
Susto es análogo al miedo repentino; espanto, al horror o a la admiración. Un sueño horroroso espanta; un ruido de noche asusta. El temor con espanto y sobresalto equivale a pavor. Terror es el pavor de un mal que amenaza de forma inminente hasta el punto de sobrecogernos. Cuando el pavor y miedo llegan a erizar los cabellos hablamos de espeluznamiento. Zozobra es la aflicción y congoja en la duda de lo que se debe ejecutar para huir del riesgo que amenaza o para el logro de lo que se desea. Tembladera, de poco uso, es el miedo o recelo con demasiado temor. Buena parte del sistema normativo se fundamenta en el miedo como muestra el Derecho Penal.
El miedo a las figuras de autoridad nace de la creencia de que hay personas superiores que poseen más derechos y que saben lo que es conveniente para cada uno. Esta idea es sumamente peligrosa, porque nos lleva de manera automática a rendir pleitesía y a obedecer por obedecer
Desde el punto de vista biológico el miedo constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir a la persona responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y su especie ya que aparece en medio de una situación en la que se corre peligro.
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Si somos honestos debemos confesar que alguna vez, o más de una vez, hemos sentido miedo.
Hay miedos de siempre y de todos: a la muerte, al dolor, a la guerra, a la destrucción, al vacío, a la nada, a los cambios, a la enfermedad, a lo desconocido, a cometer errores, al éxito, a tomar una decisión equivocada, a no estar a la altura, al fracaso y a la pobreza.
Hay miedos de niños: al coco, al diablo, al lobo, a la oscuridad, a las tormentas y a ver que los mayores parecen miedosos. Hay miedos de adultos: a la separación, a envejecer, a sentirse viejo, miedo al deterioro, a la soledad.
Hay miedos actuales y temores locales: a lo que no se hace y se debe hacer; a cuanto se hace debiendo no hacerse, a lo que se omite y lo que se comete; a la delincuencia en cualquier nivel; a la corrupción con impunidad; al derroche; a la incertidumbre; al hampa cuando abunda; a ser robado de bienes materiales y de esperanzas; a salir de noche sin tener escoltas ni guardias privados; miedo al desperdicio; a las tinieblas; pavor al cinismo, a la prepotencia.
Hay gente que le gusta meter miedo, otros se hacen temer para darse a respetar; hay quienes inspiran miedo para ocultar su cobardía. Hay personas que a punto de fijar su posición sobre alguna situación, terminan diciendo otra cosa y cambian el tema, porque el miedo les impide comprometerse
Hay muchos que sienten mucho miedo, porque les asusta los muchos peligros que nos amenazan, porque les aterra que nada se haga para buscarle solución, porque aterroriza que se desoigan las voces de alerta y se desperdicien las oportunidades.
La novela de terror aparece en segunda mitad del Siglo XVIII, de la tradición oral de antiguas leyendas, supersticiones y cuentos de miedo ampliamente desarrollada en las sociedades rurales de todas las culturas.
Las películas de miedo han marcado toda una categoría en el Séptimo Arte, generando personajes específicos, basados en la literatura para retratar el terror como “Drácula” y “Frankestein”.
La pintura contemporánea, ha retratado las angustias del ser humano moderno. Un ejemplo, es la del pintor noruego Edward Munch, en su emblemático cuadro “El grito”, que se encuentra en Oslo, en la Galería Nacional de Noruega.
Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso típico: el temor a Dios, y cada una, el judaísmo, el cristianismo y el islam, han desarrollado una particular teología al respecto.
¿No es la fe una manera de ponernos en manos de algo “superior” a nosotros mismos, al miedo y aquello que lo produce?
¿Y a qué le tiene usted miedo?