Migrar es dejar una parte de sí y avanzar en fragmentos, por Ángel R. Lombardi Boscán
Nadie emigra porqué quiere. La gente emigra porqué busca un hogar óptimo. Un refugio para vivir en paz y espantar todos los miedos. Todos somos extranjeros como hijos de los dioses desperdigados por el mundo.
La nación es un accidente como la familia y la fisonomía corporal y nuestra predisposición genética. La naturaleza nos modela y nosotros caemos dentro de los laberintos de la historia. Y esa historia es usualmente trágica y violenta.
De hecho la principal motivación del inmigrante es la de huir de la violencia. Y ya todos sabemos que la máxima violencia es la pobreza. Los ricos no quieren a los pobres a menos que los pobres sean sus esclavos. La esclavitud siempre ha sido el principal botín de guerra.
El tema civilizatorio es el tema de las guerras económicas, políticas, culturales, religiosas y de otro tipo. Lo que se dirime es la supremacía de unos sobre otros: la lucha de intereses. Y todo ello bajo las banderas nacionales. Una división artificial de la historia.
Los únicos inmigrantes buenos son los ricos. Los otros, la inmensa mayoría que son pobres, son indeseados porqué «vienen a quitar» lo que ya otros tienen en ese lugar. Desde esa lógica el tema migratorio se convierte en una guerra.
Luego del Fin de la Guerra Fría (1945-1989) el tema migratorio pasó a la palestra pública. Los países ricos del mundo tuvieron que crear nuevos enemigos para desviar la atención a sus propios problemas. El mejor chivo expiatorio fueron los musulmanes asaltando a la Europa cristiana.
Y los mexicanos. Intentando reconquistar los territorios que Estados Unidos les despojó en el siglo XIX. Los muros y la derogación de leyes favorables a los inmigrantes se hicieron populares entre los gobiernos de los países ricos. «Los datos estadounidenses muestran que, desde 2021, más de 800.000 migrantes venezolanos entraron en Estados Unidos, incluidos 114.695 en el primer semestre de este año 2024», según un periódico estadounidense en español.
Sólo que el tema está lleno de hipocresías. Europa requiere de la inmigración para poder atender su crecimiento demográfico cero y porqué necesita de una mano de obra barata y prácticamente esclava. Hasta los Sudacas les son útiles a los españoles. Y los alemanes están abarrotados de turcos.
USA, país de inmigrantes, también busca manos libres para los trabajos indeseables y mal remunerados que sus propios nacionales rechazan. La asimilación de los recién llegados nunca es fácil y sólo el tiempo va atemperando las penas y las nostalgias por lo que se dejó atrás.
La tolerancia con el extranjero sólo es posible si ese extranjero se somete a las reglas del juego del país de acogida. De lo contrario la conflictividad se hará presente desde los guetos pobres de una muchedumbre avergonzada y herida en su amor propio.
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Emigrar forma parte de la sal de la tierra pero es una herida abierta como resultado de una humanidad visceralmente intolerante al otro: al que hable otra lengua y tenga una religión diferente. Ya esto es un contencioso para relucir los cuchillos y derramar lágrimas.
Ángel Rafael Lombardi Boscán es Historiador, profesor de la Universidad del Zulia. Director del Centro de Estudios Históricos de LUZ. Premio Nacional de Historia. Representante de los Profesores ante el Consejo Universitario de LUZ
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