Millán Astray y el ur-fascismo venezolano, por Gustavo J. Villasmil-Prieto
A la doctora Gioconda Cunto de San Blas, numeraria de la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (sillón XX) y destacada micólogo. Ejemplo de ciencia hecha con conciencia.
La trama de la más reciente película del realizador Alejandro Amenábar, centrada en la figura del gran Miguel de Unamuno a poco del estallido de la contienda civil española (“Mientras dure la guerra”, 2019), tiene en la escena del duro intercambio verbal entre el rector magnífico de Salamanca y el espectral José Millán Astray su momento de mayor tensión dramática.
El claustro salamantino rebosaba de público conmemorando el “Día de la Raza”. Era el 12 de octubre de 1936, la guerra apenas comenzaba. Eso de apelar a “la raza”, a “la clase”, al “pueblo”, a “la patria” o a “la nación” siempre ha tenido ese inconfundible tufo fascista que hasta hoy persiste, como sin duda podrá apreciarlo quien tenga ánimos para buscar en Youtube los “nodos” del general Franco.
Y si por si le quedara todavía algo de estómago y dado que comunismo y fascismo son las dos caras de una misma moneda, como nos lo propone el español Marín Escobar en su novela “Nos prometieron la gloria” (2018), el interesado podrá continuar con un atracón de los discursos de Fidel Castro y de los “alós” de Hugo Chávez. En todos ellos resonará la voz de lo que otro grande, Umberto Eco, llamara el fascismo eterno o ur-fascismo.
Catorce son los rasgos que Eco distingue en todo fascista de ayer, de hoy y de siempre. Uno de ellos es el creer que la sola pertenencia a una clase, partido o etnia o el haber nacido en un determinado o país o región, hace a hombre de suyo superior a cualquier otro.
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A los fascistas –o “fachas”, como les llaman en la querida España- les encantan todas esas estupideces tribales: el desfile militar, la banderita en la mano, las aclamaciones genuflexas al líder, la historiografía de folletín, la ostentación armada, la indumentaria de soldado, etc. Todo lo cual aparenta producir en ellos un extraño goce cercano a lo sexual.
Don Miguel de Unamuno, vasco, católico y pensador potentísimo, objetaba todo aquel teísmo patriotero en disertación que fuera invitado a hacer en ocasión de la efeméride nacional española cuando de pronto fue interrumpido por el esperpéntico Millán Astray, tenebroso exgeneral de la Legión: “¡Muera la inteligencia!”, exclamó aquel hombrecillo enclenque y deforme vestido con el macabro uniforme de Falange, “¡viva la muerte!”.
Millán Astray espetaba enloquecido el natural desprecio que al ur-fascismo, ese fascismo de toda la vida, le ha merecido siempre toda expresión del pensamiento. Porque pensar es objetar, desafiar al hecho a partir de una duda razonable. Y objetar no puede menos que ser un delito cuando de lo que se trata es de sacralizar verdades oficiales.
Al instante se pusieron de pie los milicianos de camisa azul y correaje, botas altas y pistola al cinto. Porque para todo buen ur-fascista, la boca de un cañón es siempre la “ultima ratio” de todo. Don Miguel, ya entrado en años, es sacado en volandas del paraninfo, su “templo”, como lo llamaba. Pero antes de abandonarlo respondió al generalete de marras con el célebre dictum que hasta el sol de hoy ha retumbado en los tímpanos de todo ur-fascista, de todo “facha” que se precie de serlo:
“Venceréis pero no convenceréis. Porque convencer significa persuadir y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho”.
El fascismo, como lo dejó bien dicho el gran semiólogo piamontés, aspira a eterno y funda tal posibilidad en la evidente primacía que en el mundo ha tenido y tiene todavía el pensamiento elemental. Desde Ciudad de México hasta Moscú y desde Madrid hasta Brasilia, tanto como desde Caracas hasta Managua, la idiocia es omnipotente.
Es la tiranía de un pensamiento básico y sin matices, empoderado hoy por doquier con altos jefes incapaces de caminar y masticar chicle al mismo tiempo. Venezuela, como se comprenderá, no podía ser la excepción.
De manera que, aunque tropicalizado y caribeño, el ur-fascismo también quiso tener entre nosotros una versión propia ya expresada antes en “círculos”, “misiones” y “unidades de batalla” cuando no en lastimosos cuerpos de milicianos famélicos y desdentados que en hospitales como el Universitario no hacen sino estorbar en los pasillos como si no tuviésemos ya bastantes problemas. ¡Es que todo aspirante criollo a “duce” siempre soñó, en la medida de sus posibilidades, con estampar su pequeña huella en el tiempo junto a las de Benito, Adolfo, Fidel o Francisco Franco!
Testimonios todos de un fascismo de pacotilla. Porque Mussolini, al menos, se hizo acompañar siempre por el poeta D´Annunzio mientras que aquí al único que pudieron fichar fue a Isaías Rodríguez. Y ya que de matemáticos se trata, “Il Duce” se buscó nada menos que a Corrado Gini, el del célebre coeficiente, mientras que los de aquí solo le llegaron a Nelson Merentes, el del no menos famoso “kino”.
Adolf Hitler tuvo en Albert Speer al arquitecto oficial del Reich alemán, en tanto que los del patio se conformaron con Farruco Sesto. Y si de psiquiatras se trata, hay que reconocer que el franquismo alineó a Vallejo- Nágera y a López-Ibor, ambos destacados exponentes en ese campo, mientras que los “fachas” criollos tuvieron que arreglárselas con Edmundo Chirinos.
Pero el ur-fascismo venezolano, no queriendo deslucir al lado de sus pares históricos, se esforzó hasta llegar a producir incluso su propio Millán Astray. Lo dio a conocer el pasado 14 de mayo, con motivo de la publicación del informe de la Academia Nacional de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (Acfiman) a propósito de sus modelaciones de la propagación de covid-19 en Venezuela.
Con el rigor de quien no hace magia sino ciencia y a partir de metodologías de modelación matemática e inteligencia artificial – tan abominada por todo “facha” como la natural– los expertos de la Acfiman produjeron una poderosa y útil pieza de información que cualquier gobierno serio del mundo habría agradecido y empleado en favor de sus particulares ejecutorias en cuando a la contención de esta dura pandemia.
De instrumentos similares se han servido a alemanes, israelíes, surcoreanos, chilenos, portugueses y en casi en cualquier país que haya tenido algún acierto digno de mención en cuanto al control de esta compleja situación.
Pero no, para el “facha” venezolano “la vaina no es así” sino como él dice. El valioso servicio que al país ha prestado la Acfiman no es sino un deliberado factor generador de alarma. De allí la amenaza con poner presos a los miembros de la más alta mesa científica del país como lo haría todo ur-fascismo serio.
Amenaza con ir a golpear a las puertas de las casas, estudios y laboratorios de los académicos como lo hacían las gavillas represoras en aquella otra laureada cinta – coproducción venezolana de otro Alejandro, de Saderman-) rodada en los ambientes de la querida escuela de Enfermería de la UCV en Sebucán (“Golpes a mi puerta”, 1994).
Millán Astray sigue hoy gritando mueras desde su tumba. Pero tampoco en Venezuela habrá “facha” que venza ni convenza. Claro, salvo que nos tumben las puertas a todos cualquier noche de estas y nos encierren en un gulag inmenso que se extienda desde Maracaibo hasta Cumaná y desde Caracas hasta Ciudad Bolívar.
Ya casi que lo van logrando. Porque esa posibilidad siempre cabe cuando, como nosotros, se vive bajo la bota del fascismo eterno.
Referencia:
Escobar, M. “Nos prometieron la gloria”. Nashville, HarperCollins Español, 2018, 320p.
Eco, U. “Ur-fascismo: fascismo eterno. Conferencia dictada en la Universidad de Columbia, abril de 1995. En: htpps://www.academia.edu/38655139/Ur_-Fascismo_Fascismo_Eterno.