MinFracaso, por Teodoro Petkoff
El megahueco de Paracotos, en la autopista del Centro, ha venido a corroborar dramáticamente las cada vez más frecuentes quejas de Chávez sobre la ineficacia de su propio gobierno. De pronto, como si de la ampliación de una fotografía se tratara, el país ha percibido de golpe y porrazo que en la administración de la vida cotidiana el gobierno pone la torta todos los días.
Un país que se ufanaba de la red de carreteras asfaltadas más importante del continente hoy vive el impacto del espantoso deterioro de muchas de esas vías. Huecos, fallas de borde, derrumbes, puentes caídos, tramos inconclusos, son el testimonio de una desatención y negligencia que duran ya más de seis años. El ministro de Infraestructura, coronel Carrizales, admite hoy que han descuidado el mantenimiento.
Era inevitable, añadimos nosotros. Ese ministerio fue desmantelado. Funcionarios con años de experiencia fueron despedidos y sustituidos por personas sin preparación, muchas de ellas venidas de la FAN, y allí está está el resultado. Un organismo que no puede con la carga.
Al gobierno se le va el tiempo y la plata en realizar reuniones internacionales, en congresos de turismo “revolucionario”, en costosos festivales juveniles, mientras el estado Vargas, por ejemplo, languidece desde hace ya casi seis años, víctima ahora, más que de los deslaves, de la monumental incapacidad de quienes debían atender las consecuencias de aquellos. Vargas ha sido el anuncio permanente de que desastres como el de la autopista del Centro están cantados. Desastres no causados por la naturaleza sino por la incapacidad de quienes deben prevenirlos. Que el gobierno sea solidario con otros países golpeados por tragedias naturales no es objetable; lo terrible es que no pueda ser, también, solidario con su propio pueblo. Dona millones de dólares a un país africano pero no ha podido reconstruir las cloacas de la minúscula población de Camurí Grande, en el Litoral Central, destruidas desde las lluvias de febrero.
¿Qué mejor muestra de la incapacidad del Ministerio de Infraestructura que la Torre Este de Parque Central, donde, irónicamente, estaba su sede? Allí está el gigantesco monolito, destruido por el incendio, olvidadas ya las promesas de recuperarlo en unos pocos meses.
Hasta ahora al Presidente le ha funcionado el habilidoso truco de desmarcarse de sus ministros incapaces.
Cuando se lo oye increpar al coronel ministro de Infraestructura ( “Carrizales, me vine por tierra de Maracaibo a Coro; esa carretera está horrible” ), la gente piensa que está Chávez preocupado por el estado de las vías, pero allí está ese inútil del ministro, no hace nada. Pero, ocurre que por ese ministerio han pasado no menos de cinco titulares, sin ninguna mejoría en su funcionamiento, de modo que en algún momento se abrirá paso una pregunta:
¿No será que la madre de todas las incapacidades está en Miraflores?