Mirando la otra acera, por Simón García
Una lección básica de la política insiste en lo decisivo que es conocer por qué, para qué y contra qué se lucha. Al desmenuzar el tema con rondas de preguntas emerge inevitable una premisa sencilla: es crucial llegar a saber a quién y qué adversamos.
Pero, muchos aceptan como dato insuperable ignorar la naturaleza y definición de lo que enfrentamos. Una larga polémica se cierra con una generalización despojada de sus peculiaridades: bregamos con una dictadura. Algunos añaden adjetivos como «narco» o «criminal» antes o después del concepto, lo que les basta para frotarse más las manos que el cerebro.
Para reparar la costosa omisión, deberíamos revisar constantemente las intenciones del bloque dominante. En la fase actual, el objetivo fundamental del Gobierno se concentra en realizar las elecciones parlamentarias, eludir las presidenciales e inducir a todo costo la abstención en la oposición. Es su fórmula para evitarse una derrota cuya contundencia desnudaría su ausencia de apoyo y legitimidad.
La abstención es el oxígeno que el régimen necesita para sobrevivir.
Si logra que los ciudadanos voten con los pies, tomará el control de la Asamblea Nacional (AN) por cinco años, lo que alimentaría la ambición de prolongarse en el poder por 20 años más. Horroroso, pero no imposible: el año pasado pudo salir de las cuerdas, cuando parecía estar a punto de irse muy largo a la lona.
A Maduro le resulta fácil tocar pocas teclas para transferirles a los demócratas el horror de la dictadura al voto. La práctica revolucionaria, que sustituye legalidad con fuerza y represión, pretende venderle a la oposición un discurso para reforzar la idea de la banalidad del voto.
El régimen autoritario y hegemónico quiere hacer desaparecer el derecho a votar libremente porque aceptarlo es liquidarse a sí mismo. Para evitar que sea la mayoría quien tome en sus manos el rumbo del país, se propone determinarle a la oposición en cuales escenarios luchar y confundirla para que no use sus fortalezas y aplique los medios para abrirse una brecha hacia el éxito. El Gobierno quiere que la oposición pierda oportunidades de cambio y se abstenga de debilitar las bases sociales e institucionales que sostiene su autocracia.
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Maduro para contener las pugnas internas que amenazan cuartear su bloque de poder, se propone estimular en la oposición más divisiones y más belicosidad destructiva. Le conviene unificar sus fuerzas y lograr que la oposición no pueda levantar el voto como arma de resistencia, desenmascaramiento y derrota del plan continuista del poder.
Una elección no garantiza el ejercicio de la democracia, pero la democracia nace de una elección. Es la vía pacífica y constitucional que el Gobierno se empeñará en bloquear porque, quien es minoría, no le interesa desnudarse frente a la población ni aumentar la justificación de las presiones internas del cerco diplomático externo e, incluso, de sanciones quirúrgicas que afecten al poder sin agravar males que el régimen desató contra la población.
Al sopesar estos dilemas, cuidémonos de no incurrir en el aforisma del poeta Antonio Porchia: “Buscando lo que deseo, voy perdiendo lo que buscaba”.