Misión Miedo, por Teodoro Petkoff
No sabemos si lo que tenía en mente el minpopoinjust Ramón Rodríguez Chacín, cuando dijo que la Policía Metropolitana debía ser «insurgente» y «subversiva», era esto de que los portadores de sus chapas y carnets podían dedicarse a poner bombas. En todo caso, le tomaron la palabra.
Una persona, aparentemente vinculada a la PM, perdió la vida en la estéril y políticamente estúpida aventura de colocar una bomba en Fedecámaras.
Peor aún para los planificadores y autores del atentado, los videos de seguridad mostraron a seis sujetos en tres motos, muy parecidas a las que usan los tombos de la PM. Los tipos dejaron su firma: volantes de un supuesto grupo armado auto d e n o m i n a d o » V e n c e r e m o s » .
Ahora, señor capitán de navío y minp o p o i n j u s t R o d r í g u e z Chacín, el hecho y las pistas dejadas hablan tan claramente que si usted no mete presos a esos «insurgentes» y «subversivos» (sean o no miembros de la PM –y con más razón si lo son) quedará como un encubridor. Ahora, ¿quién está detrás de esto? Porque los autores materiales ya está claro quiénes son.
El delito cometido, señor capitán de navío, se llama TERRORISMO. Se cometió una acción violenta con la intención de infundir terror a la población –y, en este caso, a los directivos de la institución atacada. Se trata de un delito perfectamente tipificado en nuestra legislación así como en la internacional. No hay razón alguna para que los autores del delito no sean identificados, detenidos y puestos a la orden de los tribunales en las próximas 24 horas.
Las palabras, señor capitán de navío, no son neutras o asépticas. Tienen vida propia, producen consecuencias. Las suyas, señor capitán de navío, parecieran haber estimulado a unos desquiciados que probablemente las tomaron literalmente. Usted, sin embargo, no es sino un discípulo aventajado del Júpiter Tonante. Éste tiene días con un tema que presenta con su característico estilo brutal y, en el fondo, terrorista, porque está dirigido a infundir miedo. El tema es que si la oposición gana determinadas gobernaciones y alcaldías «aquí habrá guerra». El domingo tuvo las bolas de dirigirse a la FAN pidiéndole que tuviera prestos los fusiles para esa «guerra».
D e s d e luego, no es a la oposición a la que q u i e r e asustar. Es a su propia base popular, que siente escurriéndosele entre los dedos. Le fracasó el llamado a la «unión sagrada» frente a la «oligarquía» bogotana. La confrontación con Exxon bajó de los cielos de la epopeya a la sede de un tribunal. Entonces, apela al chantaje bélico. A la oposición: «Si no quieren guerra, no ganen; hagan todo para perder». A los suyos: «No me abandonen en la coyuntura electoral, porque la oposición vendrá por mí y tendré que echarle plomo, habrá guerra».
Las palabras tienen vida propia. ¿Se está llamando a la FAN a que desconozca cualquier triunfo electoral de la oposición en estados o ciudades claves? La trágica muerte del joven presuntamente policía debería hacer reflexionar a los aprendices de brujo.