Mitos de El Consejo, por Rafael A. Sanabria M.
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Dibujos: Raúl Buitriago
Las ciudades guardan dentro de sus recuerdos, historias fantasmales, todavía más cuando no existía la luz eléctrica. La más famosa en esta población es la que supuestamente aconteció en sus rúas, que fue antaño un verdadero acontecimiento fantasmal. En la época de la fundación del pueblo, donde está la actual plaza Bolívar, al parecer había un cementerio. Allí estaban sepultados los primeros moradores de la comarca.
Sostenían nuestros abuelos que en la plaza Bolívar no se podía andar después de las doce de la noche porque la gente sencillamente se perdía, no encontraban la salida. Ocurría esto después de las doce campanadas anunciando la madrugada con la salida de los fantasmas, aunque la plaza era como una roseta y tenía varias salidas.
También existía par aquella época el potrero de La Luisa y los cañamelares que, según quien lo transitara, se perdía. También se decía que en el samán de los cañamelares el diablo asustaba.
La mula Maneá
Todas las noches después de las doce caminaba por las calles de El Consejo la Mula Maneá. Decían que tenía las patas amarradas, por eso en lugar de trotar iba dando brincos. Nadie la conoce pero se sabía que recorre las calles. Los vecinos se asoman y ninguno la ve, porque se decía que quien la mirara sufriría un maleficio que nadie podría curar. Por eso todos la dejaban continuar su marcha.
La Llorona
Siempre estaba en los callejones del pueblo después de las 12 de la noche. Aparecía vestida de blanco, con un gran manto también en blanco. Era una mujer grandísima que cuando veía al andariego, en vez de llorar, reía a carcajadas. Al verlos aterrorizados reía con más brío y trataba de atraparlos con sus brazos.
Quien la observaba podía apreciar sus dientes de oro y salía espantado por los taciturnos caminos del pueblo. Se decía que a esta Llorona la vio mucha gente en el pueblo y solía espantar a todos los hombres bebedores y trasnochadores.
El Carretón
Narra el señor Carlos Ramón Bello que en El Consejo salía a horas de la medianoche, un hombre con un carretón de mulas. La gente que andaba a esas horas por la calle podía visualizarlo a lo lejos. También en las casas se sentía con fuerza el ruido trac, trac, trac del carretón de la muerte con su andanza infinita. En las travesías del pueblo, las familias percibían al carretón de la muerte.
Las Ánimas Benditas
Quien solía ir a los rosarios de difuntos desde el primer día, pero por alguna razón faltaba a alguno de ellos, le ocurría que esa noche no podía dormir dado que oía las voces de un rosario, de las ánimas que reclamaban sus rezos.
Del mismo modo sucedía con los lunes cuando no se les encendía su vela. Entonces las ánimas a media noche levantaban a la persona o la tumbaban de la cama al suelo.
El Encantado de Laguá
La memoria colectiva no puede olvidar a El Encantado del pozo de Laguá. La belleza de su paisaje atraía a todos, pero nadie transitaba a pie por las cercanías del pozo del Encantado a las 12 del mediodía cuando una figura de niño se apodera del encantador pozo.
Los lamentos y el descabezado de la casa Morgado
Cuenta la tradición oral que a la medianoche salía El Descabezado en la opulenta casa Morgado. Se decía que iba montado en un caballo, vestido de liqui liqui blanco, de igual forma se contaba que se escuchaban lamentos.
Durante la época del dictador Juan V. Gómez allí se instaló una cárcel donde muchos hombres fueron torturados, colocándoles grillos. Muchos fallecieron de tanto ultraje que recibieron, de allí los quejidos de sus almas que se escuchaban a la medianoche.
Los Encamisonaos
El Encamisonao salía vestido con una batola blanca y con el rostro oculto, este personaje solía aparecer cuando había amores prohibidos. Fue costumbre encontrar esta figura en la calle La Línea por donde pasaba el Gran Ferrocarril de Venezuela. Al grito de El Encamisonao la novia desaparecía del hogar. Al día siguiente se escuchaba de un confín a otro del poblado: anoche voló una palomita. Fueron muchos los encamisonaos de la comarca que acudieron a la técnica para contar las estrellas madrugadoras con el amor de su vida.
La esquina del Espanto
Se ubica en el cruce de las calles Urdaneta, antigua calle Barrialito, con César Zumeta. Cuenta la oralidad del pueblo que allí había un árbol de tapara donde aparecía de noche un candil colgando. La gente que intentaba pasar por la mencionada esquina se encontraba con la resplandeciente luz y al instante desaparecía en una sola carrera.
El potrero de La Luisa
Contaba la tradición oral que al que intentaba caminar a la medianoche por el potrero de la hacienda La Luisa (donde hoy están las urbanizaciones La Luisa I, La Luisa II y Bosque Lindo) se perdía, no encontraba nunca el camino de salida. Se desconoce cual era el enigma, pero lo cierto es que quien buscara transitar a esa hora por esos predios caminaba y caminaba y siempre seguía en el mismo lugar.
El día que la reliquia de la Virgen del Buen Consejo se puso pesada
El 8 de septiembre de 1954, en plenas fiestas patronales de Nuestra Señora del Buen Consejo, como de costumbre se sacó la imagen de la virgen en procesión, llegando a la esquina de La Aduana. Ese día la imagen quedó enredada en el tendido eléctrico y se puso tan pesada que no hubo forma de proseguir la procesión y hubo que regresarla al templo. Al siguiente año se trajo otra imagen de Italia que es la que ha salido en procesión desde entonces.
En el año 2014, justo sesenta años después, la Sociedad Benéfica de Nuestra Señora del Buen Consejo decide de nuevo sacarla en procesión y tampoco pudo ser posible, pues un torrencial aguacero no permitió su salida. Hubo que recorrerla solo alrededor del templo. Algún mensaje habrá querido darnos la madre de Dios, decían los feligreses.
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El día que la Virgen del Rosario no quiso ir a Las Tejerías
La Virgen del Rosario es la patrona del sector Santo Domingo, geografía del municipio Revenga, caserío anteriormente conocido como Ciudad Pampero. La solemnidad de esta advocación se celebra cada 7 de octubre, fiestas que fueron famosas durante años en esa comunidad. De acuerdo a la versión de Doña Dilia Sofía Romero Olivares, primera enfermera de la comunidad y residente del sector narra que en el año 1958 una autoridad eclesiástica de la población de Las Tejerías decidió trasladar la imagen de la capilla de la hacienda Santo Domingo al templo de dicha población. Cuando intentaron llevarse la imagen se puso demasiado pesada. Insistentes y empeñados hicieron múltiples intentos, mas en uno de ellos se le partió a la imagen un dedo de una mano. El hecho sorprendió a quienes intentaban llevársela y optaron por dejarla en el lugar.
A esta advocación, siendo venerada por los vecinos de la comunidad, desde hace muchos años le construyeron, con esfuerzo y perseverancia, una capilla. Se le atribuyen muchos milagros otorgados. Aún la población de Santo Domingo le rinde culto cada octubre.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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