Mitos Jóvenes por Tragedia, por Carlos M. Montenegro
Autor: Carlos M. Montenegro | [email protected]
Hay infinidad de personalidades en todas las disciplinas, que por diferentes motivos, buenos o menos buenos, pasaron o pasarán a la historia, generalmente por méritos propios y que no necesariamente son muy reconocidos.
Sin embargo, entre esa constelación, son muchos menos los que entran en la categoría de «míticos», esos personajes que uno no sabe muy bien por qué están ahí pero que todos identificamos bien y en muchos casos simplemente admiramos. En las «leyendas» es frecuente que no todo sea real y se establezcan sin demasiado rigor documental.
Es el caso de un personaje como Jesucristo, que dos milenios después de su nacimiento nadie cuestiona, excepto sesudos teólogos y ateos que llevan siglos tratando de descifrar lo que para mí ya no es relevante; pero si alguien es el paradigma del mito no hay duda que es Jesús de Nazaret, crucificado por los suyos a los 33 años por subversivo. Su importancia está fuera de toda duda; a través de sus discípulos inspiró la creación de la religión cristiana separándose de su religión natural, la judía; múltiples escritos desde entonces dan fe de su paso por esta tierra y su importancia es tal que hasta los devotos del Islam lo consideran, con el nombre de Isa, como un importante profeta. De ahí que sea mítico por antonomasia.
Dicho esto, se me ocurren otros casos no menos legendarios aunque de menor transcendencia; rebuscando he encontrado circunstancias que sin ser quizás las principales, son las que hicieron traspasar a otros personajes ese umbral tan sutil de personajes históricos a «mitológicos».
Pecando tal vez de ligereza trataré de explicar mi punto: una condición recurrente es que todo el que cruza esa trascendental puerta, da la impresión de que es importante que muera joven, y esa condición suele ser reforzada si además sucede en circunstancias violentas o trágicas.
Por ejemplo Juana de Arco, aquella intrépida doncella nacida en un pueblo (con sonido a notas del pentagrama) llamado Domrémy, Francia en 1412. Sus hazañas fueron magníficas, pero si no hubiese sido porque los borgoñones la atraparon en 1429 cuando estaba asediando Compiègne y la quemaron en la hoguera, es probable que hubiera sido una pieza más en la guerra de los Cien Años, seguramente ninguneada por el ingrato delfín Carlos que hasta dudaba de su cordura aunque bien que aceptó su ayuda y la usó para coronarse como Carlos VII de Francia
Más cercano es el caso de Federico García Lorca, el poeta español de la generación del 27 por excelencia, que si no hubiera sido asesinado por las hordas franquistas tan vilmente a sus 38 años, probablemente hubiera quedado uno más entre los grandes poetas y dramaturgos españoles, de la talla de Vicente Aleixandre, Valle Inclán o Rafael Alberti, quienes lograron morir en la cama, sin dejar de ser verdaderas glorias de las letras españolas
Algo similar ocurrió con Miguel Hernández, a quien el mismo Lorca subestimaba, pero no hay duda que cuando los franquistas lo dejaron morir sin piedad con 31 años, tuberculoso en la cárcel de Alicante tras pasear su dolencia por los más duros penales españoles saltó también al Olimpo. Sin embargo, grandes como Antonio Machado, Juan R. Jiménez o Buero Vallejo nunca llegaron a esa categoría privilegiada a pesar de que fueron maestros de maestros como su ingente obra manifiesta.
Hay otras áreas de las artes en que la historia se repite: Manuel Rodríguez «Manolete», el célebre matador de toros, a los 30 años, en la temporada de 1947, un 29 de agosto en la plaza andaluza de Linares, caía herido de muerte cuando entraba a matar— era lo que mejor hacía – a un toro de la ganadería de Mihura, llamado Islero, de casi 500 kilos. Fue el último acto con su último toro de aquel día y de su vida. Al parecer pensaba retirarse pronto y casarse con su novia Lupe Sino, pero la tragedia lo madrugó y el toro mató al matador. De no haber sucedido sería una gloria del toreo junto a maestros de la talla de Belmonte, El Gallo, Domingo Ortega, Antonio Ordóñez, Arruza o el venezolano Antonio Bienvenida, pero probablemente no sería el mito que es.
Otro caso es el de Carlos Gardel, que tras su muerte en Medellín cuando el avión en que viajaba, destino a Caracas, se estrello al despegar, dejó mudo al mundo; tenía 45 años y se encontraba en el cénit de su carrera. El orbe entero lo lloró, pero no hay duda que al perder la vida de aquella manera, su figura se hizo mítica. Aún hoy en Argentina, su tierra, el pueblo al recordar al «Morocho del Abasto» o al «Zorzal Criollo» como les gusta llamarlo, lo hacen en presente como si no hubiera muerto y afirman: «¿viste a Carlitos?, ¡está cantando mejor que nunca che!» La Unesco en su programa Memoria del Mundo ha registrado su voz para preservarla como documento patrimonial y hace unos años el tango fue declarado Patrimonio de la Humanidad, sin duda gracias a él.
Los ejemplos siguen fluyendo como es el caso de Rodolfo Valentino, el indiscutible «sex symbol» latino, que murió en 1926 a los 31 años, tras una simple operación de úlcera. Su muerte sorpresiva motivó hasta suicidios de sus admiradoras. Había comenzado en el vodevil bailando tango y terminó en Hollywood, siendo la mayor estrella masculina del cine mudo. Los críticos de cine aseguran que sus días estaban contados como actor, ya que al llegar el sonido ni su voz ni su expresión corporal tendrían cabida en la nueva era del séptimo arte, como ocurrió con muchas figuras consagradas. Su muerte lo sorprendió en el tope de la fama, desde donde dio el salto hasta el pedestal en el que aún permanece eterno.
Marilyn Monroe es otro caso del mito que adquirió el rango cuando su ama de llaves, el 5 de Agosto de 1962, la halló muerta en su cama, sola, con un frasco vacío de barbitúricos y el teléfono en la mano, tal vez para pedir ayuda cuando era demasiado tarde; acababa de cumplir 36 años. Muy pocos la consideraban una buena actriz, a pesar de ser la mujer más deseada y famosa de su tiempo; recibió sólo 3 Globos de Oro; su foto desnuda fue la portada del primer número de Playboy, su carrera estuvo llena de altibajos pero ascendió al Olimpo.
Lo mismo que James Dean que con apenas 24 años, el 30 de Septiembre de 1955 se estrelló con su Porsche de competición cuando se dirigía a participar en una carrera en Salinas, California. Había rodado sólo tres películas: “Al Este del Edén” (1955), “Rebelde sin Causa” (1955) y “Gigante” (estrenada póstumamente en 1956). Hay actores que con cien películas, incluso premiadas, no obtuvieron la categoría de mitos, hoy apenas son nombres en la nómina de los famosos.
En ese Olimpo se encuentran innumerables celebridades que se fueron “la víspera”, lo que las hizo inmortales. Baste solo con mencionar algunas como Diana de Inglaterra, Isadora Duncan, Buddy Holly, Elvis Presley, Michael Jackson, Janis Joplin…
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