Modelos fracasados, por Sergio Arancibia
Sergio-arancibia.blogspot.com
El Presidente Nicolás Maduro – en una de sus intervenciones en el reciente Congreso del PSUV – hizo unas declaraciones insólitas: manifestó que todos los modelos productivos que se han ensayado hasta el día de hoy han fracasado. Es posible que esas palabras se refieran a un período histórico largo – de muchas décadas – pero aun así, es un juicio que incluye el análisis de los últimos 18 años, dentro de esa temporalidad de mayor alcance.
Un modelo económico productivo no se define por los elementos, variables o actores que lo componen, que son en última instancia casi los mismos en cualquier modelo. Lo que diferencia un modelo de otro es básicamente la relación que existe entre todos ellos. Así, por ejemplo, todo modelo económico cuenta con empresas privadas y empresas públicas – productoras ambas de bienes y servicios – y con un Estado propietario de ciertos bienes productivos y con autoridad o poder como para normar o imponer ciertas relaciones entre estos tres actores. Lo característico de cada modelo es la relación entre el gobierno, por un lado, y las empresas públicas y privadas por otro, y también la relación entre estas dos últimas.
Pueden ser relaciones de absoluto dominio del Estado sobre las empresas privadas, con muy pocos derechos y grados de libertad de estas últimas, o por el contrario, puede tratarse de una relación en que se permite a cada empresa decidir con bastante libertad qué producir, como producir y como y donde vender, relacionándose unas con otras a través de un mercado que se regula por parte del gobierno básicamente para preservar los mayores niveles posibles de competitividad y de transparencia.
Se trataría, en estos casos, de dos modelos claramente diferentes.
Lo que a nuestro juicio definiría un modelo económico en los tiempos actuales son básicamente los siguientes elementos: tamaño y rol de las empresas públicas; tamaño y rol del gobierno en cuanto ente regulador de la economía; deberes y derechos de la empresa privada nacional y extranjera; espacio que se reserva al mercado, como definidor de cantidades y procesos de producción, y como lugar natural del encuentro entre compradores y vendedores; mecanismos a través de los cuales se fijan los precios; rol del gobierno como regulador del mercado y como preservador de su competitividad y transparencia; funcionamiento del mercado cambiario; rol del Banco Central; carácter democrático, plural y consensuado de las leyes y normas económicas generadas por los órganos legislativos que la nación se haya dado; transparencia y falta de arbitrariedad en el manejo de las finanzas públicas y de la política cambiaria, monetaria y fiscal; y por último, pero no lo menos importante, la forma como el gobierno, las empresas privadas y las empresas públicas se relacionan con el mercado internacional. Los aspectos cuantitativos y cualitativos relacionados con estos elementos hacen que se estemos en presencia de un modelo o de otro, aun cuando los elementos puedan ser básicamente los mismos.
¿Por qué se puede decir que los modelos económicos y productivos ensayados hasta este momento en Venezuela -y particularmente en los últimos 18 años – han fracasado?
La respuesta a esta interrogante requeriría mucho espacio, mucho tiempo y mucha polémica. Pero podemos decir, a grandes rasgos, que ha fracasado el rol del Estado como regulador de la economía, pues ha pretendido decidir sobre todo, restando espacios de decisión y de accionar a las empresas privadas e incluso a la empresas públicas; ha fracasado el Estado como propietario y gerente de ciertas empresas públicas, pues éstas se han convertido en empresas sin capacidad de innovar, de competir ni de ser transparentes ni eficientes; ha fracasado el Estado como propiciador del desarrollo económico del país, pues ha dilapidado sus recursos, sin invertir en la infraestructura física del país, ni tampoco en potenciar el capital humano e intelectual, al no atender la salud y la educación; ha fracasado en cuanto a propiciar relaciones con el mercado internacional que no se basen solo en la exportación de los recursos naturales con que cuenta el país; ha fracasado en cuanto llevar adelante una política cambiaria, monetaria y fiscal que preserve los equilibrios macroeconómicos y permita un horizonte más transparente y permanente para las decisiones de los actores públicos y privados. ¿Seguimos, o con este inventario de fracasos, o basta, por ahora?