Morir de hambre o por coronavirus, por Gioconda Cunto de San Blas
Dedicado al preso político Rubén González, a Fernando Serrano,
a tantos luchadores sociales de Guayana y del país.
Y a Chúo Torrealba por darles voz.
En los dos mundos paralelos de 1Q84, uno de ellos con dos lunas, el novelista japonés Haruki Murakami traza una distopía que envuelve al lector en las andanzas de unos personajes que saltan de uno a otro, sin plena aceptación de lo que acontece en cada universo. Diferentes realidades que aun sucediéndose y entretejiéndose, solo parecen existir en tanto los protagonistas las perciban.
Mundos paralelos de 1Q84 que conviven en Venezuela, en ignorancia mutua. Por una parte, el mundo político de las dos lunas, régimen y oposición, el primero con ansias perpetuas de poder; el otro, fracturado, incapaz de llegar a acuerdos entre sí, esquivando cualquier amago de unidad, extraviando su destino.
Uno ocupado en usar la pandemia para desmovilizar a los venezolanos, sobre todo con miras a unas elecciones parlamentarias viciadas, al tiempo que aprieta mecanismos de terror contra quienes osen expresar una opinión contraria al evangelio secular del régimen. El otro, deshojando la margarita electoral y soñando con invasores que nunca vendrán, en medio de fracturas inaceptables de quienes dicen tener como objetivo común el desalojo de los mandantes.
Irrumpe entonces el otro mundo, el de la luna solitaria, el mundo real que nos atropella con su fiereza. Esa Venezuela mayoritaria (90%) en condiciones de pobreza. Alejados del universo de las dos lunas, en este otro mundo los habitantes apuntan a sobrevivir como objetivo diario y único de vida. ¿Cómo cumplir cuarentena radical si necesito traer el sustento para mis hijos? ¿A dónde llevar a mi nieto o a mi madre si la fiebre los ahoga y el hospital no tiene cómo atenderlos, ni puedo pagar un servicio privado? ¿Qué hacer para ser escuchados por quienes detentan el poder?
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Es entonces cuando, entre muchos otros, se produce el grito desgarrador de un humilde dirigente obrero de Venalum, sindicalista intersectorial de las empresas de Guayana, Fernando Serrano, quien en entrevista concedida a Chúo Torrealba por RCR750, nos enfrenta a ese otro universo, el del día a día, el de una luna, a pedir con desesperación la organización de “acuerdos por la gente” para enfrentar la pandemia, para resistir la crisis humanitaria compleja que vivimos en Venezuela. “Los trabajadores no podemos sencillamente encerrarnos en nuestras casas, abrazados a nuestros hijos, a ver qué ocurre primero: si morimos de hambre o por coronavirus”.
Arriesgándose a sufrir el destino de su compañero sindicalista Rubén González, preso político del régimen, condenado a 5 años y 9 meses de cárcel por el único “delito” de defender los derechos de la clase obrera, Serrano señala la discrepancia entre lo que el régimen dice y lo que los trabajadores viven.
Un presidente que se dice obrero convoca reuniones virtuales con sindicalistas de 16 países para alabarse, sin que nadie en el sarao virtual pueda informarles que desde 2018 una resolución ejecutiva eliminó los convenios colectivos e impuso un tabulador único de salarios absurdos, en violación de la ley del trabajo y el estatuto de la administración pública, así como de acuerdos con la OIT.
Sumemos a estos atropellos legales los secuestros de sedes sindicales en Guayana, la persecución y el hostigamiento a través de fuerzas militares dentro de cada una de las empresas básicas en intento de aniquilar a los sindicatos y frenar las protestas laborales, profundizar el autoritarismo, los mecanismos de control social y restricción de los derechos, todo esto en el marco de la emergencia sanitaria del covid-19.
Ni así han logrado acallar la protesta. El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social señala que en abril pasado y a pesar de la cuarentena, se registraron 716 protestas, equivalentes a un promedio de 24 diarias, para exigir derechos económicos, sociales, culturales y ambientales, así como reclamar por la falta de servicios básicos y derechos civiles y políticos.
Es decir, el pueblo sigue manifestándose, es su única arma. Pero los políticos, sobre todo los nuestros, los de la sedicente oposición, no recogemos esos clamores para convertirlos en la nuez de nuestras acciones, enfrascados en discusiones etéreas y en una riña entre hermanos que, de mantenerla, tendrá como único desenlace un mayor poder para quienes decimos adversar.
Asumamos la lucha que propone Serrano: “Hagamos un acuerdo por la gente” para sobrevivir al hambre y al coronavirus. Y también al régimen, responsable mayor de la miseria imperante.
Hagamos posible que como en 1Q84, los dos mundos paralelos finalmente converjan en uno solo.