Movimiento Nacional, por Luis Martínez
Insisto: Hay que construir la unidad estratégica en la oposición democrática para aspirar producir un cambio político en el país. Sin esa unidad, ese cambio no es posible. Y no se trata de juntar o aglomerar siglas de partidos políticos como ocurría en otrora eventos electorales, sin negar que eso se haga ¡No! Las condiciones políticas de ahora son diferentes, por ello la estrategia también debe diferenciarse.
El régimen utilizó la mesa de dialogo (mesita) como argumento para acceder a la Asamblea Nacional y luego dividirla, con el propósito de lograr que los rectores del CNE sean elegidos por el Tribunal Supremo de Justicia, aunque ese no haya sido el propósito de algunos opositores que la integran.
Ciertamente, partidos políticos que suponemos con buena intensión participaron inicialmente en esa mesa, comienzan a guardar distancia y a cuestionar su inoperancia, pues hasta ahora esta solo ha servido para que el gobierno consiga su propósito. Otros partidos, en contrario, siguen justificando su existencia, nutriéndose de las migajas que el régimen deja caer y que se evidencia en la beligerancia de continuos ataques a la oposición democrática y en la defensa subyacente del régimen.
Para el régimen, mantener la diatriba política en alto, algún dividendo le da, pues distraen y justifican con ello, la feroz devaluación e inflación que se ha desatado, a partir del petro reparto de bonos que realizó en diciembre del año pasado. Los deseos de prosperidad para el 2020 dados el fin de año en cada familia venezolana, el régimen los estrelló la primera semana de enero con la acostumbrada torpeza de medidas económicas que cada día empobrecen más a los ciudadanos y los lleva a estrato de indigencia.
Ese drama que peligrosamente se acumula en cada venezolano y que a ellos poco les importa, lo aplacan tratando de descalificar poniendo en duda la credibilidad de la Asamblea Nacional, única institución del estado venezolano que actualmente tiene legitimidad.
Lamentablemente, el sainete montado por el régimen en el capitolio, contó en la puesta de escena con parlamentarios opositores que tenían días flaqueando, los cuales tomaron la confianza que el pueblo venezolano había depositado en ellos, y la usaron para envolver el producto de su felonía.
Hoy, los venezolanos están desconcertados. Con poderes públicos duplicados, instituciones inoperantes, población en creciente empobrecimiento, sector productivo destrozado, economía de subsistencia, cúpula militar devenida en cuatreros que hurgan junto a delincuentes en nichos de riqueza nacional que aún quedan, precaria atención en salud, educación e infraestructura. Con un régimen negado a la apertura democrática que prefiere hundir cualquier posibilidad de crecimiento y desarrollo del país, si eso comporta mantener el poder.
Los factores de la oposición democrática al régimen parecieran hablar distintos lenguajes. No se comunican entre sí, lucen dispersos. Los referentes del norte parecieran emitir mensajes para complacer a todos; algunas veces propician la negociación para una transición, luego replican que todas las cartas están sobre la mesa.
La solución está en manos de la oposición, no en nadie más, si con el apoyo de todos. Acercar posiciones y unificar criterios es lo acertado. Buscar una amplia base política y ciudadana que la transforme en un gran movimiento nacional, la haría indetenible. Movimiento nacional.
Docente universitario