Mucho bembo…, por Teodoro Petkoff
Hoy está cumpliendo el CNE apenas una semana de su instalación como cuerpo rector del Poder Electoral y en ese brevísimo lapso el presidente ha dado tres declaraciones, la última de ellas ayer en La Habana, que configuran una inadmisible tentativa de coacción sobre los integrantes de ese organismo. Se puede comprender que Chávez esté nervioso e incómodo con la perspectiva de un RR, pero debería cuidarse de mostrarlo tan abiertamente.
Luce inseguro de sí mismo el presidente y esto, que en el caso de un ciudadano particular no es problema, en el caso del ciudadano que ejerce la primera magistratura del país ya es asunto de orden público, y nos interesa a todos.
De acuerdo con los cables internacionales y con la versión de Granma, que coincide con aquellos, Chávez declaró que “si el CNE reconoce como buenas las firmas presentadas por la oposición sería una decisión desestabilizadora y el CNE quedaría inhabilitado moralmente para actuar, ni siquiera capacitado para elegir a Miss Venezuela”.
Esta declaración configura una grosera intromisión en asuntos que no son de la competencia del presidente en tanto que tal y una inaceptable provocación.
Chávez tiene todo el derecho a cuestionar la validez de las firmas, porque ese es un debatible asunto de interpretación, que a él, comprensiblemente, importa mucho, pero a lo que no tiene derecho es a condicionar la decisión del CNE a que ella se ajuste a su opinión. Por ejemplo, si la del CNE no coincidiera con la del presidente entonces el organismo sería “inmoral”. Chávez no puede dejar de percibir que sus palabras constituyen un mecanismo de presión, incluso de chantaje, sobre los integrantes del organismo electoral. Una cosa es expresar un criterio general sobre la validez de las firmas y otra muy distinta sobre la condición moral de quienes eventualmente pudieran estar en desacuerdo con su interpretación.
Peor aún si, encima de ello, se atribuye a cualquier decisión que diverja de la del presidente una intención delictiva, como sería la de “desestabilizar” el país. En otros términos, el CNE, el mismo que Chávez recomendó “respetar”, sería, de no ajustarse a su voluntad, nada menos que engranaje de un dispositivo golpista.
Si esto no es presionar al organismo para que tome una decisión que complazca al presidente, entonces ¿qué carajo es?
Todos estos ladridos, sin embargo, están acompañados de anuncios sobre eventuales apelaciones ante el TSJ si el veredicto del CNE no le cuadrara al prócer de Sabaneta. En otras palabras, como ha ocurrido tantas otras veces, más es la bulla que la cabuya.
Chávez no anuncia que le meterá los tanques a los “desestabilizadores” sino que apelará a los organismos jurisdiccionales. Menos mal. Desde luego, éstos, en su momento también serán acusados de las intenciones más siniestras si no proceden conforme a la voluntad de Miraflores, pero, al final, tendrá que acatar su decisión aún si ella fuere contraria a sus deseos. No le queda más remedio. ¿Para qué entonces tanta boconería?