Muerte en el hotel, por Marcial Fonseca
Twitter: @marcialfonseca
El Comisario F. Seamol (se pronuncia [simol]) enfrentaba un nuevo caso. Tan pronto le avisaron del hecho, se apersonó en el sitio del suceso. Un hombre había sido asesinado en una habitación de hotel. No fue un robo; no se llevaron ni el dinero de la víctima, ni su celular o su lujoso reloj.
La muerte fue muy violenta; hubo ensañamiento, lo que indicaba que el autor no fue un sicario, estos disparan varias veces, incluyendo un tiro de gracia y huyen rápidamente; acá no solo no fue así, sino que usaron un arma blanca; la escena irradiaba odio visceral por todas partes. Y en verdad que fue exagerado: fueron infligidas veintiséis puñaladas. Que sucediera en una habitación de hotel llamaba la atención ya que un cuchillo genera gritos y ese es un factor disuasorio. Luego comprobaron que la ocupación del hotel era muy baja. Tuvo suerte el criminal o conocía ese dato. ¿Podría ser que el autor perdió los estribos?; ¿y si la víctima era homosexual?, esta última teoría fue descartada más tarde.
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El comisario estaba acostumbrado a ver las circunstancias del crimen como filigranas que en su conjunto le darían la solución sin intervención del azar; por eso escudriñaba la vida de la víctima; y su pasado era bastante anodino. Cuarenta y dos años, casado y divorciado antes de llegar a los treinta; comerciante exitoso en Cumaná; y estaba en Barquisimeto para establecer una sucursal de su empresa en Lara. Sus empleados en la capital de Sucre fueron sorprendidos cuando les comunicó que abriría una oficina de su negocio por estos lares y que la atendería él mismo; allá dejó a un gerente de oficina. Quizás tuvo una reunión con un socio y algo salió mal; esta línea de razonamiento se cayó casi inmediatamente; no había socios, ni siquiera acreedores importantes. Según los datos aportados por la delegación de la PTJ de Cumaná, los empleados manifestaron que estaba muy entusiasmado con la mudanza.
Hasta ahora no había descubierto ningún nexo de la víctima con Barquisimeto. Lara sería una zona para sus actividades comerciales, y según el comisario, Valencia, Maracaibo o cualquiera otra ciudad pudo haber sido; así que aquí podía haber algo que le interesaba.
Dado que nadie se acercaba con algún dato útil, instalaron una línea telefónica para que cualquiera que tuviera información, por simple que fuese, la comunicase a la delegación larense.
Pasada dos semanas Seamol llamó a una rueda de prensa. Se limitó a una descripción del caso, contestó preguntas generales e informó de que pronto habría noticias. Estaban cerca de ubicar al homicida gracias a que se había recibido una llamada que revelaba detalles que apuntaban al presunto autor del crimen; la informante se identificó como del entorno íntimo del victimario. No habían hecho ninguna detención todavía porque querían armar el caso para que fuera sin másculas a la fiscalía. Ya en su cubículo coordinó para que le pasaran de ahora en delante un reporte diario de cualquier hecho violento en el estado.
Los primeros reportes no trajeron nada interesante. Luego de cinco días, una mujer fue asesinada; sucedió en su vivienda; y no conseguían a su esposo; según los vecinos, tenía varios días desaparecido. Seamol solicitó que le pasaran la filiación de la víctima. A los días llegó la respuesta. De 38; nacida y criada en Cumaná hasta los 25 años cuando se mudó para Barquisimeto con su esposo. El investigador claramente ya veía el curso del asesinato del empresario sucrense: olía a problemas de falda.
Inmediatamente Seamol se comunicó con la Delegación en Cumaná y les pidió que indagaran entre los familiares de la mujer muerta si ellos conocían a la víctima del hotel de Barquisimeto. Llegó la respuesta, ella había sido novia del occiso 12 años atrás. Así que por ahí iban los tiros. ¿El empresario se mudó para Barquisimeto para estar más cerca de la vieja novia?, ¿qué sucedió?; ¿un renacer amoroso?
Tres días después detuvieron al esposo. El comisario lo interrogó; y luego de cuatro horas el marido reveló que sí, que el exnovio de su esposa se vino a Barquisimeto con el cuento de montar un negocio, eso era una humillación. Ellos se habían venido de Cumaná para vivir su vida en paz; por ello lo mató a él; pero a ella, por delatarlo.
El comisario no estaba muy feliz con el segundo homicidio; el esposo cayó en la trampa, la ficticia llamada había funcionado, pero al menos tenía al autor de ambos crímenes.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor.
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