Mujeres de provincia, por Rafael A. Sanabria M.
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La mujer venezolana ha ocupado un importante papel en el contexto histórico, cultural, socioeconómico, familiar y laboral. Sus esfuerzos coadyuvaron a la consolidación de la República y han sido menoscabados por la historiografía nacional, que se ha encargado de exaltar el heroísmo del hombre e invisibilizar la constante lucha del sector femenino en los pueblos.
Ellas han sido perseverantes en su afán por ocupar espacios dentro de la sociedad y sobre todo en el área laboral. Sin duda hemos estado inmersos en un contexto machista, donde la mujer desde tiempos muy antiguos ha sido destinada solo para procrear y forjar un hogar, para hacerla dependiente del género masculino, lo cual la hacía esclava de un dominio impuesto por quien ejercía el poder sobre ellas pero generalmente validado por la mujer misma.
La mujer ha estado considerada para educar, fundar familia, pero también, aunque no adecuadamente registrado, al lado del guerrero acompañándolo en la lid, perseverante adelita, demostrando su temple. La mujer desde el hogar, desde la lucha del diario vivir, con su esfuerzo ha contribuido a la edificación de las bases sólidas de nuestro país.
Develemos el nombre de esas mujeres que han demostrado su estoicismo y osadía, no en la lucha armada sino en la incorporación al área laboral. En muchos pueblos de Venezuela, tanto grandes como pequeños, tanto cercanos a las grandes ciudades como de difícil acceso, esas damas, parteras, dulceras, rezanderas, maestras, deportistas, cocineras, cubiertas de polvo, en el anonimato, como seres sin existencia propia, venezolanas que marcaron la diferencia, que otearon horizontes y señalaron camino sin olvidar la función preceptora.
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Las mujeres han venido procurando, con mucha dignidad, al establecimiento de una sociedad más humana y más solidaria.
Nos cabe el orgullo de haber encontrado en el día a día la orientación siempre necesaria de la mujer, no hay nadie que nos dé más fuerza que una madre y la dicha de habernos dado a luz y criarnos no tiene parangón. Otros hombres, otras mujeres dirán igual y en esa coincidencia de opiniones, elevamos el más hermoso tesoro de la vida: la mujer. Ella es aliada de los sueños, la compañera siempre presente en la lucha de multiplicar vidas.
Es la mujer quien da la cara por su comunidad, por la escuela, por sus hijos. Es la voz por el derecho a mejores condiciones de vida.
Corresponde a nosotros resaltar su historia, para que las futuras generaciones afiancen sus raíces, reconozcan que la mujer es de vital importancia para cualquier empresa a emprender. Qué se difunda que con su labor conciliadora, sufrida y activa se han alcanzando victorias y glorias en el suelo patrio.
En el día de la mujer no enaltezcamos, aunque por supuesto se lo merezcan, solo a las que iluminan las portadas de revistas, a las destacadas profesionales, las conocidas en el área de la política o de los negocios, a esas mujeres que brillan en las ciudades y en las discusiones importantes, aunque se lo merecen por supuesto. Es el día para reconocer la importancia de ellas por una razón básica, tan obvia que la olvidamos. La importancia de la mujer radica fundamentalmente en ser mujer.
No es solamente una reducción biológica a la capacidad reproductora, a la preponderancia genética de dos XX contra uno solo de los hombres. Es que partiendo de esa condición biológica se crea una condición social donde la mujer es el equilibrio social, la fluidez de la acción y la capacidad de percepción de la vida misma y si esta tiene alguna finalidad, algún sentido. Cuando hay dificultad de las mujeres para cumplir con su rol de idealizadoras, asentamiento urbano y familiar, significa el fracaso de la sociedad toda.
Celebrar el día mundial de la mujer es como celebrar el día del agua o del aire. Es solo un momento para la reflexión pero que sabemos no se pueden alcanzar nunca el reconocimiento completo para el elemento fundamental de la sociedad: la mujer.
Quiero rendir homenaje a la mujer anónima (doblemente anónima: por mujer y por la condición social de su entorno), a la que no conoce de maquillajes ni de WhatsApp, pobladora de un sitio muy deprimido económicamente, madre de muchos niños que acepta cuantos niños vengan con alegría, absolutamente humilde, quien no conoce que esta sociedad le perteneciera, si fuésemos justos.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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