Mujeres veladas, por Gioconda Cunto de San Blas
Twitter: @davinci1412
Hace pocos días, el presidente de Irán Ebrahim Raisi anduvo de paseo por estas tierras caribeñas, en visita oficial a Venezuela, Nicaragua y Cuba, ese trío impresentable de regímenes con los cuales el gobierno iraní siente la afinidad que nace de la visión compartida sobre violaciones sistemáticas de derechos humanos contra sus respectivas poblaciones.
¿A qué vino ese personaje por estos lares? Para Enrique Sáenz, economista nicaragüense, «cualquiera sabe que la intención de Irán es establecer cabezas de playa en América Latina. Necesita bases que le sirvan de apoyo en sus disputas con Estados Unidos. Y es evidente que Ortega y sus compinches de Venezuela y Cuba se prestan gustosos a jugar ese papel. Así que está claro que buscarán cómo proyectar la imagen de una alianza estratégica revestida con los consabidos discursos antiimperialistas y antioccidentales».
En esta visita tropical, el clérigo ultraconservador viene acompañado de su esposa, Jamileh-Sadat Alamolhod, debidamente enfundada en ropa negra de la cabeza a los pies, salvo una vista parcial de su rostro, una vestimenta que a mí se me antoja símbolo máximo de la posesión machista y sujeción de la mujer como objeto.
El caso es que la señora Raizi recibió un doctorado en filosofía de la educación de la Universidad Tarbiat Modares en 2001, es profesora asociada de la Facultad de Ciencias de la Universidad Shahid Beheshti, directora del Instituto de Investigación de Estudios Básicos en Ciencia y Tecnología de la Universidad Shahid Beheshti y titular de la Comisión de Educación del Consejo de la Revolución Cultural. Respaldada con esas credenciales y con otra, la más importante: esposa del jefe máximo, ella anda en un peregrinar hacia la construcción de la «Unión Mundial de Mujeres Influyentes» que en nuestro patio se tradujo en un furtivo y sectario «Encuentro de Mujeres Intelectuales e Influyentes» encabezado por ella y la «Primera Combatiente».
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Una de las señoras presentes, sobrecogida de fervor revolucionario, manifestó más tarde que «el «Encuentro» con la primera dama de la República Islámica de Irán en Caracas, nos permitió interactuar acerca de la importancia de la lucha femenina para el desarrollo de los pueblos del mundo». Y en fervorosa comunión, visitaron el Cuartel de la Montaña 4F «donde rendimos homenaje al Comandante Hugo Chávez, cuyo carácter feminista impulsó la participación de la mujer en todos los ámbitos». ¡Vaya, pues!
Nadie hizo preguntas molestas a la señora doctora. Por ejemplo ¿sabía Ud. que más de 13.000 niñas de más de 100 escuelas de Irán han estado hospitalizadas (algunas fallecidas) por intoxicación con gases esparcidos por quienes no las quieren instruidas sino ignorantes y sometidas, sin que el Estado haya movido un dedo para investigar estos graves sucesos? ¿Sabía Ud. que las mujeres iraníes están siendo sometidas a cárceles y torturas por el mero hecho de que el velo deje a la vista sus cabellos? ¿Supo Ud. que por esa razón la joven Mahsa Amini falleció torturada en una cárcel de la «policía de la moral» iraní y que muchos más murieron o fueron encarcelados por protestar ese crimen de estado?
Escuchar arengas sobre «la lucha femenina para el desarrollo de los pueblos» en boca de quienes mantienen a sangre y fuego una sociedad medieval para las mujeres (la mitad de la población), al tiempo que pasan como sociedad avanzada en ciencia y tecnología, es una contradicción que debe sublevar a los venezolanos de esta época, hombres y mujeres por igual.
Dudo que ninguna de las mujeres venezolanas que hace muy pocos días se reunieron para aplaudir como marionetas a estos figurones (que no modelos femeninos ni feministas, por mucho que prediquen), quieran alguna vez vivir en un país como Irán, donde su condición de mujeres las haría víctimas de una cultura misógina, que nosotras, mujeres venezolanas herederas y beneficiarias de las luchas de nuestras abuelas y madres en el siglo pasado en pro de la igualdad de género, nunca toleraríamos. Entre ellas recordemos a Mercedes Fermín, Panchita Soublette, María Teresa Castillo, Argelia Laya, Ana Luisa Llovera, Elia Borges de Tapia (madre de mi colega y amigo Félix Tapia). Y más adelante, Sonia Sgambatti, Mercedes Pulido de Briceño, Evangelina García Prince, por citar unas pocas.
Nuestra lista es larga: académicas, profesoras universitarias, empresarias, profesionales diversas, son testimonios vivientes de lo mucho que puede avanzar una sociedad si las mujeres en sus cabezas portan ideas para hacerlas brillar y no burkas para enclaustrarlas.
Vienen a mi mente unas palabras de la dirigente social catalana Pilar Rahola: «No puedo ignorar el dolor de la mujer durante tantos siglos y ese machismo que corta las alas de las mujeres. Yo no levanto la bandera del feminismo contra los hombres sino contra la injusticia».
Gioconda Cunto de San Blas es Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Investigadora Titular Emérita del IVIC.
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