Mujeres zulianas son vulnerables ante la crisis humanitaria y el aumento de violencia de género
Muchas mujeres se ven expuestas al chantaje y la violencia por parte de sus parejas a la hora de vivir su sexualidad y garantizar sus derechos reproductivos, de los cuales, en ocasiones, no están conscientes
Las condiciones de violencia estructural en Maracaibo (estado Zulia) convergen con la emergencia humanitaria compleja y los efectos de la pandemia de covid-19, lo que deja un panorama crítico y condiciones de extrema vulnerabilidad para las mujeres y niñas de esa región.
Esta conclusión se desprende del estudio «Cuerpos vilipendiados», elaborado por la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez), Mulier y Proyecto Mujeres. Las tres organizaciones señalan la ausencia del Estado para generar políticas públicas, tanto en seguridad como salud, que atiendan a las mujeres y niñas de forma diferenciada para garantizarles una calidad de vida óptima y libre de violencia.
Las tres ONG consideran importante que las agencias de Naciones Unidas, encargadas de la respuesta humanitaria, «consideren la particular vulnerabilidad de las regiones, donde la crisis de servicios públicos y la falta de gestión gubernamental se ensaña de forma particular contra las mujeres«.
Durante la investigación, las tres ONG evidenciaron un patrón donde la crianza violenta y autoritaria es un factor de riesgo que amplifica la violencia de género contra niñas, adolescentes y mujeres. Muchas de ellas, al escapar de abusos y malos tratos por parte de sus padres o cuidadores, se involucran en relaciones de noviazgo y conyugales que terminan reproduciendo nuevos ciclos de violencia.
“Lo más difícil para las niñas, adolescentes y mujeres jóvenes cuya relación con madres, padres y/o cuidadoras está fracturada o incluso rota, es que, una vez inmersas en el ciclo de violencia conyugal, no cuentan con una red de apoyo ni con la independencia económica para escapar y lograr autonomía por sus propios medios”, expuso el estudio.
Muchas mujeres también se ven expuestas al chantaje y la violencia por parte de sus parejas a la hora de vivir su sexualidad y garantizar sus derechos reproductivos, de los cuales, en ocasiones, no están conscientes.
“Tuve a mi hija de 18 años y allí me cuide pues, me cuide para no tener hijos hasta que él se dio cuenta que yo tomaba anticonceptivos escondida (…) y él dijo: ‘Si no me dais un hijo, te dejo’. Pero como uno es así cuando está enamorado, le da una el hijo para que no se vaya del lado de uno”, expresa uno de los testimonios recogidos en la investigación.
Con respecto al acceso a atención, servicios e insumos para la salud sexual y reproductiva, para la mayoría de las mujeres zulianas la atención ginecológica está fuera de su alcance ya que los hospitales y centros de salud públicos no cuentan con el personal ni los recursos necesarios para prestar este servicio.
A los centros de salud privados, que sí cuentan con condiciones más óptimas, tampoco pueden acceder debido a los altos costos de los servicios.
*Lea también: Especial | Mujer y salud sexual, crisis desde la matriz
Las únicas participantes que afirmaron haber recibido algún tipo de servicio ginecológico o de planificación familiar en el último año fueron atendidas por organizaciones de la sociedad civil humanitarias como Azul Positivo. Las mujeres también denunciaron las limitaciones para el acceso a métodos anticonceptivos, especialmente los de tipo hormonal y de larga duración que han experimentado un aumento de precios exponencial en los últimos años.
Mujeres y niñas, de últimas en todas las listas
En medio de una emergencia humanitaria y la pandemia de COVID-19, las tres ONG destacaron que se han ensanchado las brechas de desigualdad en salud. Las mujeres zulianas de bajos recursos e integrantes de colectivos o territorios vulnerables enfrentan más obstáculos para acceder a servicios relacionados a estos aspectos.
“Esas condiciones se intersectan además con situaciones de violencia de género y con cargas estereotipadas (como la doble jornada laboral o la ética del auto descuido), que se convierten en otro factor de riesgo importante para la salud física y mental de las mujeres”, detallan Codhez, Mulier y Proyecto Mujeres.
“Los eventos inesperados, como diagnósticos o síntomas que amenazan su calidad de vida, representan otro elemento de estrés acumulado en la vida de estas mujeres que, en un número significativo de casos, afirmaron que tienden a descuidar los tratamientos, o sencillamente a no tratarse debido a factores diversos, desde darle prioridad a la alimentación del hogar, hasta la desesperanza (indicador asociado a la depresión)”, indicó el informe.
En el ámbito doméstico, la mayoría sigue anclada a roles de género orientados a patrones de cuidado y protección de la familia, pues existe una creencia generalizada de asociar la condición de género de las mujeres con una inclinación natural a hacer sacrificios personales con tal de garantizar el bienestar o cuidado vital de otros.
“Pierden autonomía porque se sienten llamadas a cuidar de otros para darle sentido e importancia a sus vidas”, apuntaron las organizaciones.