¿Multilateralismo en ascenso?, por Félix Arellano
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En el presenta año estamos observando una creciente actividad de las instituciones multilaterales e interesantes manifestaciones de respaldo, en particular de los gobiernos democráticos, lo que pudiera anunciar tiempos mejores para la construcción de gobernabilidad internacional y, en particular, para abordar problemas fundamentales de la humanidad, como pandemias, desastres naturales y las diversas amenazas a la seguridad y la paz mundial; empero no debemos sobreestimar la situación, es una reactivación frágil, cargada de múltiples obstáculos que limitan su sostenibilidad.
En este primer semestre del año registramos reuniones que empoderan la institucionalidad multilateral, tales como: la cumbre sobre el cambio climático, convocada por el presidente Joe Biden en sus primeros meses de gobierno. También se han efectuado cumbres a nivel de jefes de Estado, con una participación significativa de sus miembros, como el G7, las sietes potencias de Occidente; la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, recientemente, la reunión de cancilleres del Grupo de los 20 (G20) de las principales economías del mundo.
Adicionalmente, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), otra de las expresiones innovadoras del multilateralismo, se anotó un importante triunfo cuando 130 países aprobaron recientemente un impuesto global a las empresas multinacionales, un proyecto que nace de esta organización y progresivamente fue logrando apoyo de los gobiernos.
En la mayoría de las cumbres mencionadas se ha abordado el tema de la pandemia del covid-19 y el proceso de vacunación a escala mundial.
En términos generales, las declaraciones oficiales adoptadas, enfatizan la importancia de la cooperación internacional para enfrentar las nuevas amenazas que acechan al planeta en su conjunto. Se va logrando concienciar que los problemas globales exigen del trabajo cooperativo de todos los gobiernos. Los perversos efectos de la pandemia del covid-19, que persisten con mayor rigor en los países en desarrollo, está movilizando a las sociedades para que sus gobiernos participen en los escenarios multilaterales a los fines de avanzar en la construcción de soluciones eficientes.
Ahora bien, la narrativa de los discursos y las declaraciones gira en los términos planteados; empero, la práctica no se presenta tan coherente. Al respecto, «el anuario del Centro de Educación e Investigación para la Paz (Ceipaz), registra que los países más ricos, que representan al 14% de la población mundial, han acaparado el 84% de las vacunas, lo cual podría catalogarse como un apartheid vacunal». Por otra parte, el mecanismo Covax, creado para la compra y distribución de las vacunas a países en desarrollo, terminó siendo una «linda idea que se quedó corta» (Mónica Nieves, Latinoamerica21).
Es evidente que el multilateralismo resulta fundamental para la construcción de gobernabilidad internacional, pero son muchos los obstáculos y, entre otros, destacan sus propias limitaciones funcionales, como el burocratismo, la lentitud en la actuación y los altos costos.
Existe un ambiente favorable sobre la necesidad de reformas y reingeniería en la arquitectura multilateral, pero las decisiones no son fáciles; en parte, por la cantidad y heterogeneidad de sus miembros. Pero conviene resaltar que retirarse de las organizaciones para debilitarlas no resuelve nada y genera nuevos problemas.
Por otra parte, debemos tener presente que los gobiernos autoritarios también forman parte del juego y desarrollan estrategias agresivas a los fines de debilitar el sistema multilateral. Uno de sus objetivos es eliminar cualquier posibilidad de control o supervisión desde las instituciones multilaterales, en particular, en el área de los derechos humanos. En tal sentido, la estrategia contempla como uno de los objetivos prioritarios, la activa participación en tales instituciones, en especial en el Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y, de hecho, en estos momentos encontramos que, dentro de los 47 miembros del Consejo, que deben rotar con cierta regularidad, están presentes China, Cuba, Rusia y Venezuela; países con graves expedientes en violación de tales derechos.
Los actores de la geopolítica del autoritarismo aspiran debilitar el sistema multilateral desde adentro; en consecuencia, resulta fundamental que los gobiernos democráticos se mantengan firmes y activos en la defensa de los valores de libertad, democracia y derechos humanos. Otro elemento que contribuye a limitar la estrategia del autoritarismo tiene que ver con la fortaleza y compromiso del equipo humano que forma parte de las instituciones multilaterales, afortunadamente contamos con varios casos, entre otros, la actuación de Luis Almagro como secretario general de la OEA o la Sra. Michelle Bachelet como Alta Comisionada sobre los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, quien por cierto acaba de publicar otro informe sobre la grave situación de los derechos humanos en Venezuela.
El escepticismo que crece en las sociedades frente al multilateralismo constituye otro de los factores que va erosionando la institucionalidad. Problema que tiene diversas causas, entre ellas, la sobredimensión de las expectativas.
Las sociedades que están enfrentando graves problemas aspiran a que las organizaciones multilaterales aporten soluciones efectivas y rápidas; pero la dinámica multilateral está sujeta a los acuerdos de los gobiernos y es lenta por naturaleza. En ese contexto, las expectativas muy ambiciosas fácilmente se tornan en frustración, lo que estimula un creciente rechazo de las instituciones.
Adicionalmente, los movimientos populistas y radicales, en sus diversas orientaciones, que están creciendo en el planeta, tienden a coincidir en una posición cuestionadora del multilateralismo fundamentada en el fortalecimiento del nacionalismo y una visión rígida de la soberanía.
El sentimiento contra la globalización que corre por el mundo —bajo la manipulación de los grupos populistas y radicales, y naturalmente encuentra eco en los sectores más vulnerables— está generando una equivocada atmosfera de rechazo social contra el multilateralismo; las narrativas radicales se concentran en resaltar las debilidades y limitaciones del sistema multilateral, menospreciando su importancia para la construcción de convivencia y bienestar social.
En Venezuela se aprecia el desarrollo de esa tendencia crítica. Algunos sectores se han planteado la equivocada expectativa de que las organizaciones multilaterales pueden resolver la grave situación política y humanitaria que estamos enfrentando. Tal perspectiva, además de simplificar la situación, desconoce la compleja dinámica de funcionamiento de las organizaciones multilaterales.
Cuando se promueve la tesis de que la Responsabilidad de Proteger (R2P) —institución en pleno desarrollo jurídico— puede facilitar una solución rápida de nuestra problemática, se olvida que el órgano que toma las decisiones fundamentales sobre la paz y la seguridad en las Naciones Unidas, es el Consejo de Seguridad y, en esa instancia, los cinco miembros permanentes (China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia) tiene el derecho a veto.
Adicionalmente, conviene recordar que el veto ya ha sido utilizado en dos oportunidades por China y Rusia para impedir la aprobación de resoluciones sobre el caso venezolano.
No podemos exigir a las organizaciones multilaterales o a sus autoridades lo que no permiten sus normativas fundacionales, no debemos exacerbar las expectativas. Lo grave sería que las instituciones se paralicen, que adopten una postura de silencio cómplice ante la violación de los derechos humanos y, afortunadamente, eso no está ocurriendo; todo lo contrario, las diversas organizaciones como la OEA, la ONU incluso el Mercosur han asumido posiciones contundentes frente a la progresiva destrucción de la institucionalidad democrática y los derechos humanos en nuestro país.
El caso venezolano representa una evidencia sobre cómo las sociedades pueden llegar a sobredimensionar las posibilidades reales de funcionamiento de las organizaciones multilaterales. Su complejidad las hace lentas, pero su existencia se presenta fundamental en un mundo interdependiente.
Adicionalmente, conviene promover una mayor participación de la sociedad civil a nivel nacional, para que de forma creativa presionen sus gobiernos a los fines de avanzar en el fortalecimiento de la institucionalidad multilateral, como base que facilita el diálogo, la negociación y la cooperación; hoja de ruta para la construcción de una gobernabilidad inclusiva, sostenible y eficiente.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.