Música y resistencia, por Rafael Uzcátegui
Autor: Rafael Uzcátegui | @fanzinero
Desde Lima, la responsable del blog https://youcansayfuck.lamula.pe/ tuvo la gentileza de contactarme para hacer preguntas sobre la situación de la escena musical rockera en tiempos de Maduro. Ante la gran cantidad de venezolanos que arriban al país como migrantes, una manera de espantar los fantasmas de la xenofobia es aumentar el conocimiento de la cultura de quienes llegan.
Ante la interrogante de cómo era ser rockero bajo el madurismo, tuve que hacer algunos incisos previos:
«En 1998, luego de cuatro décadas de gobiernos de dos partidos (AD y Copei), gana las elecciones una nueva propuesta, en ese momento bolivariana a secas, que genera grandes expectativas en amplios sectores de la población. En 1999 Hugo Chávez promueve un proceso constituyente que aprueba una Carta Magna que, efectivamente, era ampliamente garantista en materia de derechos humanos.
Sin embargo, este esfuerzo de inclusión social fue acompañado, a su vez, de un proceso progresivo de discriminación política, que se agravó después del año 2002, cuando se intenta un golpe de Estado contra Hugo Chávez. Esto genera una férrea polarización en la sociedad que la divide en dos grandes grupos y que afecta a todos los sectores, incluyendo la cultura y la propia música.
El Estado comenzó a promover en los medios públicos, a contratar para sus eventos y permitir la presentación en las instalaciones que manejaba de bandas musicales que fueran afectas al proyecto gubernamental. Por otro lado, cuando comenzó la época de altos ingresos petroleros, a partir del año 2005, las instituciones estatales hicieron grandes inversiones en el sector cultura, que incluía lo que hasta 1998 era considerado “cultura alternativa”. Esto ocasionó que hubiera una escena de bandas musicales “pro-gobierno” y otra “de oposición”, aunque esta última no estuviera ligada a los partidos políticos opositores, pero que eran marginados de los circuitos oficiales por tener una canción de protesta o sus integrantes haber expresado una opinión crítica. Esto era reflejo de lo que ocurría en toda la sociedad”.
Otra de las preguntas tenía que ver sobre la existencia de discriminación en la promoción de políticas culturales o simple y llana censura desde el gobierno:
“La censura y discriminación es política de Estado, así que las experiencias son múltiples y a todos los niveles. Como ejemplo puedo relatar el caso de los llamados “Gillman Fest”, organizados por un rockero abiertamente chavista llamado Paul Gillman, que recibe financiamiento del Estado para organizar grandes festivales al aire libre con artistas internacionales, con mayor frecuencia en épocas electorales.
Aprovecho para lamentar la paradoja que bandas como Soziedad Alkoholica y Ratos De Porao hayan venido a Venezuela a tocar en estos eventos, pro dictadura.
Paul Gillman repetía que ninguna banda crítica al gobierno se presentaría en su festival, una y otra vez. Incluso llegó al punto de cuestionar cuando bandas que no eran oficialistas eran contratadas en otros festivales, como un episodio público que tuvo con la banda Zapato 3, a la que pidió que, sencillamente, la bajaran de la tarima para un concierto a la que estaba anunciada. Quizás recuerden en Perú el escándalo que se armó en el año 2017 cuando a Paul Gillman le aplicaron una cucharada de su propia medicina y por su apoyo a un gobierno no democrático lo excluyeron del cartel del festival “Rock al Parque”. En el tipo de actitud propia de los bolivarianos Gillman intentó victimizarse afirmando que “Nunca antes en un festival musical había pasado algo así”, cuando era una práctica corriente en los festivales que él mismo había organizado”.
Finalmente, Diana desde Lima pulseaba la opinión sobre la importancia del arte en momentos de crisis: “Un movimiento que luche por un cambio social siempre necesitara elementos que refuercen el sentido de sus demandas y le fortalezca su propia identidad. Si bien mucha de las expresiones contraculturales se han convertido acá en parte de la cultura oficial, siempre será necesaria la contestación. La rebeldía es un elemento innato de los seres humanos y Venezuela no podría ser una excepción. El ciclo de protestas del año 2017, las más intensas de la región por su duración, saldo en víctimas y personas participantes, fueron el escenario para que emergiera la creatividad desde todas las artes al servicio del cambio y la protesta. Yo mismo he realizado un inventario de las canciones de protesta que aparecieron entre abril y julio de 2017 inspiradas por las manifestaciones venezolanas y son más de cincuenta. Pero lo mismo sucede en otras expresiones artísticas”.
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