Muuucho billete, poca inversión, por Teodoro Petkoff
La economía, medida en términos del Producto Interno Bruto (PIB), creció, en el primer semestre de este año, en 9,3%, comparada con el mismo lapso del año 2004. El guarismo, a primera vista, resulta ciertamente halagador. Pareciera confirmar la apreciación de que el país está metido en un franco ciclo expansivo de su economía. Sin embargo, antes de soltar al vuelo las campanas, conviene escudriñar un poco en los meandros de ese crecimiento para apreciar su verdadero alcance.
La cifra de 9,3% contrasta el periodo enero-junio de 2005 contra enero-junio de 2004. Este último semestre fue de recuperación del crecimiento después de la acentuada caída de la economía tanto en el año 2002 como en el 2003 —afectada este último año la actividad económica, en medida significativa, por las consecuencias del paro petrolero. Pero si se compara el primer semestre de este año (enero-junio) con el segundo del año pasado (julio-diciembre), se puede calibrar mejor el verdadero ritmo del crecimiento. En este caso, el resultado es más bien decepcionante. En el segundo lapso semestral del año pasado, el PIB totalizó 21.893 billones de bolívares.
En el periodo enero-junio de este año, el PIB subió a 22.023 billones de bolívares. Un crecimiento de apenas 0,9% . Esto lo que significa es que la reciente expansión de la economía viene teniendo lugar a tasas decrecientes en el curso del tiempo. Cada semestre, respecto del inmediatamente anterior, el ritmo del crecimiento se ha venido haciendo más lento.
El precario crecimiento de nuestra economía —cuando se lo observa en el largo plazo— con tantos altibajos anuales de carácter coyuntural, está directamente vinculado a la enorme caída de la inversión, tanto pública como privada, que se ha venido registrando desde un pico cercano al 40% del PIB en 1977 hasta un 13% en 2004. Una economía que no invierte es una economía que no puede crecer de manera sostenida. Cuando se expande, como el año pasado y en la primera mitad de este, no es porque haya habido un incremento de la inversión sino porque ha tenido lugar una formidable expansión del gasto público, que ha operado como palanca para producir una gran ampliación de la demanda social y con ella un incremento de la producción, pero basado en utilización de capacidad ociosa y no en un aumento significativo de la inversión.
Una economía en la cual no hay inversión está condenada al estancamiento e incluso al retroceso. Está condenada a mantener elevadas tasas de desempleo abierto y niveles francamente brutales de subempleo e informalidad, con toda la precariedad laboral y de ingresos que ello comporta. Está condenada, en definitiva, a la pobreza y al empobrecimiento continuo de su población.
Cortar, pues, los nudos que desestimulan la inversión aparece como una prioridad nacional. O se cortan esos nudos y se alcanza una tasa de inversión anual que lleve a un crecimiento real sostenido de por lo menos 7% anual durante unos 10-12 años o la perspectiva es la de ir a cada vez mayor velocidad por el tobogán de la ruina económica y la desintegración social.