Natalia Lafourcade entonó en Caracas su camino de libertad
La mexicana Natalia Lafourcade canalizó toda la gama de emociones posible con su música durante la presentación de su disco De todas las flores en Caracas, donde Soledad Bravo cantó como invitada y la Concha Acústica de Bello Monte se transformó en auditorio íntimo
Fotografías: Víctor Amaya
Cuando Natalia Lafourcade canta lo hace conectando voz y corazón. Su rostro denota el trance de la artista mexicana que abraza cada verso como si fuera el último, con una entrega espiritual completa. Así lo hizo en Caracas el 22 de agosto cuando mostró ante una repleta Concha Acústica de Bello Monte lo trascendental de las piezas de su más reciente disco, De todas las flores, publicado en octubre de 2022.
El álbum profundiza el estudio sobre la riqueza y la memoria de la música popular latinoamericana, con su devaneos por el bolero, la cumbia, la samba y el son jarocho adornado de jazz y folk. Lo hace con letras propias, siendo el primer LP de la cantante compuesto íntegramente por ella desde Hasta la raíz (2015), excepto por la canción «María la curandera» que es una adaptación de un poema de la chamana María Sabina -cuya voz resuena mientras la artista se muestra por primera vez en tarima en 2023.
Así como Lafourcade llegó al punto inevitable de encontrarse con ella misma, revive el espíritu de esas canciones frente al público. Lo hace en espacios que se hacen íntimos, cercanos, de pecho abierto. En Caracas aquello se logró vistiendo la Concha Acústica cual sala de conciertos, recubriendo sus blancas paredes, haciendo del escenario una caja sonora con olor a poesía.
«Mi corazón está vivo. Lleno de latidos de emoción y nervios. Han pasado muchos años -una década- para volver a esta tierra que tanta inspiración me ha dado», dijo Natalia luego de completados los cuatro primeros temas del repertorio, en el mismo orden del disco, desde «Vine solita» con la cual inició el espectáculo. De todas las flores. «Hemos llegado aquí, a este hermoso jardín, donde me encuentro en este cuartito, en esta pequeña habitación, donde llegan las canciones como mensajeras, a veces como maestras».
La compositora se confesó en aquella tarima aún húmeda por la lluvia previa. «Las canciones de De todas las flores fueron llegando como goteritos, de a poquito, tranquilas y con calma, y de repente me agarraron para enseñarme muchas cosas que ahora puedo compartir y no solo son mías«. Así abrió la puerta a cantar «El pajarito colibrí», una pieza «que me llegó cuando la necesitaba para recordarme la importancia de conectarme con la libertad del alma, mi propio camino para salir al mundo y a la vida».
Con una exhuberante falda negra que se desplegaba por todo el proscenio, y empuñando guitarra acústica o un cuatro, Lafourcade avanzó por el listado de canciones de su último LP. Algunas las presentó como episodios de cuentos sonoros, como el relato de vuelos y vientos sintiendo el aroma a yerbas de la tierra mojada que conduce a una pequeña casita donde María Sabina invita a avivar el fuego para quemar dolores y que nazcan flores. «Para que eso suceda necesito de su ayuda, y hay que ponerle el canto de la gente», convocaba al coro del respetable.
Acompañada por una banda de siete músicos, además del ocasional registro de cuerdas por pista pregrabada, Lafourcade caminó bonito e hizo cantar la arena, hasta llegar a «Muerte». La pieza, penúltima en el álbum pero final de la primera parte de su presentación, le sirve para despojarse de tristezas, de pesos en el alma, y descubrir sus piernas, escapar de la falda y las ataduras, entregarse a la danza y agrupar todo el sentimiento vaciado en De todas las flores para entregarlo, compacto, a una audiencia que ya vio más de alguna lágrima brotar y correr.
Un interludio magistralmente ejecutado por Emiliano Dorantes, que apenas supera los 20 años de edad, dio paso a la segunda etapa del concierto, una donde llegan canciones de anteriores repertorios, como «Cien años», original de Agustín Lara y que ella versionó para Mujer Divina (2013). Desde esa canción y en lo sucesivo, la voz de Raymundo Pavón la acompañó por aquí y por allá mientras mostraba su destreza con la guitarra acústica, el charango y la vihuela junto a una Natalia ahora vestida de blanco, puro y luminoso.
Los aplausos colmaron la Concha Acústica cuando Soledad Bravo fue invitada a cantar. Hay complicidad pero sobre todo admiración hacia la veterana de voz rotunda. «Me gusta pensar que este momento es un homenaje para conectar esa música que he escuchado de esta tierra que tanto me ha dado. Esto es un homenaje a ti, mamita», dijo Lafourcade en el suelo que le ha dado el repertorio de Tío Simón, el cuatro y el aprendizaje junto a Gustavo Guerrero, quien por muchos años fue su director musical.
Con Soledad interpretó una magnífica «Tonada de ordeño» -que la mexicana no incluye en su repertorio habitual- para desembocar en la «Tonada de luna llena» y luego «La llorona», con la venezolana canalizando el canto hiriente de Chavela Vargas.
Soledad Bravo no quería bajar de la tarima. Por eso cantó un impromptu de agradecimiento a Natalia, para luego entonar el «Gracias a la vida» de su recordada amiga Mercedes Sosa acompañada por un piano sobrio y decisivo; y luego dibujar a capella su propia «Ojos malignos», aunque fuese la primera estrofa.
La mexicana después entonó «Soledad y el mar» y puso a bailar al público con «Lo que construimos», antes de pedir cantar «con fuego» la canción «Hasta la raíz» que, dijo, fue especial interpretarla en Caracas. Entonces la tarima se hizo multicolor para no perder ese arcoiris hasta el final de la velada de más de dos horas y media.
Luego de viajar a su tierra veracruzana -«Venezuela se parece tanto a mi Veracruz, y ya saben que me casé con Venezuela, y del cuatro»- fue el turno de «Nunca es suficiente» y una especial «Caballo viejo» del Tío Simón: «quiero pedirles que me canten ustedes esta canción, porque no alcancé a aprenderla toda».
Con un puente hecho de trompeta, ejecutada con soltura por Alfredo Pino, los músicos navegaron hacia «Tú sí sabes quererme», la última del setlist de esta gira donde el encore es una rareza. En Caracas lo hubo: «Es que no me puedo ir así», dijo emocionada Lafourcade al volver a salir al escenario sin acompañantes para cerrar el show con una pieza de dos minutos escondida en el álbum Casa de 2005, en tiempos de La Forquetina. «Hace años que no canto esto».
Y así, solita como vino, solita se fue cerrando uno de los mejores conciertos de 2023 en la capital venezolana, por su protagonista, por su concepto y también por su sonido.