Necesitamos que sigan aquí, por Roberto Patiño
Hace unas semanas nos enteramos que los comedores escolares de los estados Trujillo, Yaracuy, Barinas, Anzoátegui y Monagas dejarán de prestar sus servicios por una reducción en el financiamiento del Programa Mundial de Alimento de la Organización de las Naciones Unidas. Ese mismo día supimos que según Cáritas Venezuela, el 30% de los niños que atiende la organización, sufre problemas de desnutrición, una cifra que empeora en las zonas afectadas por las inundaciones, una población a la que les cuesta llegar por las alcabalas militares y políticas que impone el régimen venezolano.
Años de una política económica improvisada, guiada a punta de doctrinas ideológicas y arrebatos de populismo, empujó a Venezuela a una crisis humanitaria sin precedentes, dejando un saldo de familias que han tenido que fracturarse por la migración o que están atadas a un entorno donde la pobreza los acecha.
El desmontaje del sistema de salud pública, la mala calidad en la educación, el colapso de los servicios públicos y la falta de empleos estables, han convertido a los venezolanos en supervivientes, algunos dependientes de la ayuda internacional y el trabajo de las ONG que están en Venezuela, un esfuerzo que es atacado por el régimen que mira con sospecha las iniciativas de la sociedad civil, que impone normas absurdas a la cooperación internacional, que persigue y encarcela a los voluntarios y que desde su enfermiza paranoia sataniza el esfuerzo de muchos venezolanos para atender a las víctimas de la tragedia humanitaria que atraviesa nuestro país.
Nuestra experiencia con los comedores de Alimenta la Solidaridad, cerrados por el acoso del régimen en las comunidades donde trabajamos, es una doloroso testimonio de cómo pretenden asfixiar toda iniciativa de la sociedad civil que no puede controlar y sustituirla por programas mal gestionados donde se enfocan en la imposición de una relación de sumisión a cambio de los beneficios que tarde, mal y nunca entrega el gobierno.
Por nuestra experiencia sabemos de primera mano que nuestro pueblo es gente orgullosa y digna que no quieren nada regalado, que se niega a aceptar las migajas de un régimen a cambio de su lealtad política, que asume el trabajo de las ONG como un apoyo y un primer impulso para salir de la brecha, aprovechar la oportunidad y prepararse para hacer frente al futuro con sus propias fuerzas.
Nuestro pueblo entiende muy bien que el esfuerzo de las Organizaciones No Gubernamentales es un trabajo limitado en el tiempo, que adquiere sentido cuando la gente se involucra y convierte ese apoyo en herramientas y recursos que incorporan en vida, dando nuevas oportunidades y allanando el camino para adueñarse de su futuro.
Es por eso que hoy más que nunca debemos redoblar el esfuerzo de dar a conocer lo que ocurre en nuestro país, ponerle cifras, contexto, rostro y voz a la gente que necesita el apoyo de los organismos multilaterales y las ONG, necesitamos el trabajo de los medios de comunicación que dan a conocer estas historias y el compromiso de muchos venezolanos que no se han rendido en su esfuerzo por dar oportunidades a miles de familias venezolanas.
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Nuestro pueblo no tiene vocación de mártir, su historia se escribe con el pulso que da la determinación por hacerse dueños de su futuro con sus propias fuerzas y una profunda convicción, guiada por el principio de la solidaridad, de que trabajando juntos podemos salir adelante. Somos un nación que se ha ganado su derecho a un mejor futuro, somos un futuro que trabaja aquí y ahora, por el cambio.
Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso.
Roberto Patiño es Ingeniero de Producción-USB. Magíster en Políticas Públicas-Harvard. Fundador de Alimenta La Solidaridad y de Caracas Mi Convive.
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