Necesitamos un acto y no un pacto, por Ángel Monagas
Twitter e Instagram: @AngelMonagas
La materia prima con la que trabaja la política, igual que el Derecho, es el tiempo. Aquello de que «el tiempo perdido hasta los santos lo lloran» es, no solo un dicho o refrán, es un axioma de obligatorio cumplimiento, salvo pena en contrario, para los que ejercen u ostentan alguna representación.
Hablar en nombre de otros, usar su nombre para justificar una postura, comporta unos deberes inherentes a la persona humana. El honor debe ser rescatado para los que dicen ser políticos.
Pudiera ser normal un error en cualquier persona; en un representante público acarrea responsabilidad, explicaciones, rendición de cuentas y sanciones.
Que se falle por un error puede ser perdonado, si de verdad es accidental, involuntario. Ahora, que después de casi tres años, tú gires 180 grados para terminar haciendo lo que debió en todo caso hacerse desde el principio, es imperdonable.
La seriedad en muchos países se evidencia con la renuncia del hombre en esas lides. Los samuráis en la época antigua, ofrecían su vida. No aspiramos a tal acto hoy día; sí, al menos, a un perdón público.
¿Qué pasó con el famoso «mantra de los tres pasos» (cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres)?
Guaidó lo cambió por los cinco pilares: construir la mayor y mejor unidad posible, el rescate de la capacidad de movilización para incrementar la presión interna, la atención de la emergencia humanitaria compleja, el fortalecimiento de la alianza internacional para incrementar la presión externa y la celebración de elecciones libres y justas.
Todavía la semana pasada insistió en el aumento de la presión para derrocar al régimen.
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Hoy el nuevo eslogan es la urgencia de un pacto con Maduro, para salvar al país.
Contradictoriamente señala que no está haciendo concesiones con la dictadura. ¿Y cómo se puede llamar o calificar la obra actual?
Reacción nacional
Desde hace mucho las calles lo abandonaron. No es que se sumaron al régimen. Nicolás no tiene hoy más fans que ayer. Los que dejaron de creer en Guaidó, nunca se sumarán a los causantes principales de la tragedia.
Sencillamente se hará más grande la ola de desencanto, de carencia de esperanzas y se fortalecerá la tesis de «huir» como única salida a la crisis nacional.
Se aproxima el final
En esta tarea de analizar, de intentar entender el país, uno, a veces, aunque no se crea, quisiera estar equivocado.
Todo lo que hemos dicho sobre el «gobierno de Internet» y los capítulos tristes y de escándalos del partido de gobierno interino, se ha cumplido.
El régimen jamás irá a elecciones presidenciales bajo un esquema distinto a como se ha producido. Tampoco repetirá las parlamentarias. Sería más que ilusorio, estúpido, creerlo.
Hoy, Nicolás celebra la derrota de su oponente.
Nicolás el calificado de «ignorante», de «maburro», subestimado por demás, con la nueva postura de Guaidó, asesta una derrota terrible, de consecuencias irreversibles a la causa por el restablecimiento de la democracia.
Fue Guaidó el que se acercó a su mandato y no al revés. Por más leguleyismo de los periodistas e influencers pagados por el interinato, la triste realidad es que el régimen se salió con la suya: megaelecciones regionales, gobernadores, alcaldes, legisladores y concejales.
La oposición participará y, tras bastidores, los más «imberbes» juran que una derrota del chavismo conlleva a un eventual «referendo o revocatorio».
Con un CNE designado por el chavismo tal acontecimiento es prácticamente imposible. Pudiera la influencia de Estados Unidos alterar ese resultado. Luego de la postura de la subsecretaria de Estado, no creemos en esa posibilidad.
Un embajador o un secretario general de la OEA tiene la voz suficiente para comprometer a un jefe de Estado.
La nación del norte tiene demasiados problemas y no observa lo que muchos vemos: fortalecimiento de la presencia ruso-china en América, mucho más agravada con los hechos de Colombia.
Guaidó está asistiendo, quizá sin él saberlo, a su misa de cuerpo presente. Su periodo no ha acercado al pueblo venezolano, ni un ápice, a la libertad, a la mejoría de sus condiciones materiales de vida.
Hoy con el interinato estamos peor. No estamos diciendo que es su culpa sino que su existencia no ha sido obstáculo para detener la tiranía.
Amaneció de pacto
Pasamos del fracaso de la consulta, que nosotros no olvidamos, al pacto con Nicolás.
Nadie explicó ni asumió el embarque de la consulta, cuánto se gastó, cuánto nos costó…
Allí siguen los presos políticos y la misma estructura de poder enquistada desde 1999.
La salida
No obstante las incoherencias, la falsa moral, la defensa de las posiciones que han creado y nos han recreado con escándalos financieros, ir a unas elecciones bajo condiciones similares que negaron la participación opositora el 6D, sigue enlutando nuestro panorama.
Lo primero en Venezuela era adecentar, legitimar la cabeza presidencial.
Se necesita un árbitro serio, nacido de un proceso consensual con la sociedad civil y no con una clase política completamente divorciada de las preferencias populares.
Requerimos de una oposición relegitimada y, luego, pedir una observación seria y un freno a la expolicía constitucional de la nación: las FANB.
Una Fuerza Armada «roja rojita, marxista, leninista y, sobre todo, chavista», no es garantía de nada.
Maduro sonríe. El pueblo sigue en lágrimas. La dirigencia media quiere elecciones porque está agotada y requiere de aliento.
Más temprano que tarde, en Venezuela nacerá una nueva fuerza capaz de quebrantar el actual estado de cosas. Para lograrlo tenemos que salir de Nicolás y de los actores que han permitido el fortalecimiento del chavismo.
El interinato debe ser superado.
A Nicolás debe sucederle un liderazgo consustanciado con la realidad venezolana.
No saldremos del chavismo con un pacto sino con un acto de oposición serio, coherente, con la fuerza suficiente para que regrese la auténtica democracia.
Urgen líderes valientes que sean modelaje y no la burla y el comentario generalizado sobre sus errores y fallas.
La política es un mal necesario, ciertamente. Los malos políticos no.
Ángel Monagas es abogado y comunicador.
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