Negligencia gubernamental mermó capacidad de presión del PSUV para 2024
Expertos consultados por TalCual coinciden en que la crisis de los servicios públicos, la cada vez más compleja dinámica económica nacional y «el hambre» han dejado sin efectos los discursos intimidatorios del gobierno de Nicolás Maduro hacia los trabajadores de la administración pública y beneficiarios de sus programas sociales
El partido de gobierno cierra el 2023 con síntomas claros de debilidad entre sus bases. Las elecciones primarias de la oposición del 22 de octubre, en las que hubo una alta participación, incluso en sectores populares que históricamente fueron considerados como cunas chavistas, dejaron ver el deseo de cambio político de la población; mientras que la baja afluencia que hubo en el referendo sobre el Esequibo, realizado por el oficialismo el pasado 3 de diciembre, evidenció que el poder de convocatoria de la tolda roja, aún con amenazas y presiones de por medio, es precaria.
En el último evento comicial, el referendo, el gobierno de Nicolás Maduro escaló las presiones sobre trabajadores de la administración pública y beneficiarios de sus programas sociales para que participaran en el mecanismo consultivo sobre el territorio Esequibo.
En recorridos realizados por TalCual y medios regionales del interior del país se constató que los centros electorales estuvieron vacíos en toda la jornada, pese a que el Estado exigió a las personas a dejar constancia de que acudieron a las urnas electorales, con selfie incluida.
A pocos días para que se acabe el 2023 y llegue el 2024, año de elecciones presidenciales, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) parece no haber logrado la tarea emanada desde las altas esferas: mantenerse como un bloque unitario y arrimarse algunos votantes a su favor.
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Cansados del hambre
«No es secreto para nadie que la votación del PSUV ha ido mermando significativamente en las últimas elecciones en la medida que crece el rechazo contra el Gobierno», dice, enfático, el sociólogo y analista político Damián Alifa. Aunque reconoce que ha habido un esfuerzo comunicacional por revertir esta situación, renovar la propaganda del partido para hacerla más fresca y juvenil, «el desgaste del Ejecutivo hace que todas estas estrategias sean en vano».
Para el experto, el referendo consultivo, en el que el Gobierno hizo un esfuerzo significativo por concentrar seguidores, «fue una demostración de su disminución en la capacidad de movilización».
Pese a lo anterior, Alifa admite que el PSUV tiene enormes ventajas, debido a que cuenta con todo el apoyo del Estado, «o mejor dicho, el Estado impone la hegemonía del partido en todos los ámbitos de la vida pública».
«La lectura es que el Estado ha perdido capacidad de coerción y ha debilitado sus redes clientelares, en la misma medida en que ha perdido recursos y en la medida en que la relativa ‘apertura económica’ abre posibilidades para que la gente busque opciones complementarias a los programas del Gobierno, cada vez más precarizados», subraya.
Con Alifa coincide Daniel Varnagy, doctor en ciencias políticas. En entrevista telefónica dice a TalCual que «no es que haya menos miedo» entre la ciudadanía a las represalias del poder, sino que «hay mucho cansancio». Explica que la gente esta harta del incumplimiento de las promesas por parte de Nicolás Maduro y su cúpula de funcionarios.
Varnagy recalca que antes estaba la amenaza, en simultáneo con la dádiva, pero ahora está el chantaje sin ninguna retribución.
«El venezolano está de nuevo en una conflictividad económica tan grande que ya no es que no tengo miedo, sino que ahora está cansado de tener miedo y hambre».
Varnagy, también profesor de la Universidad Simón Bolívar (USB), comenta que el referendo sobre el Esequibo fue un punto negativo para el Estado. Considera que la abstención fue una clara evidencia de que ese proceso no estaba alineado a las necesidades de la ciudadanía.
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Sin capacidad para presionar
«Cuando Maduro convoca al referendo lo hace para poder calibrar el estado anímico de su estructura y tener claro cuál es su músculo electoral. Lo que se vio en esa prueba fue que la maquinaria electoral del oficialismo está en su peor forma. Eso quedó claro para las autoridades del PSUV, pero también para el ala militar del propio partido, la FAN fue testigos de la soledad de Maduro y de la apatía que se ha generado entre las propias filas», dice la académica y consultora política Carmen Beatriz Fernández.
En sintonía con Alifa y Varnagy, afirma que en Venezuela la tragedia económica es tan colosal que los esfuerzos del poder de intimidar ya no dan resultados. Fernández, quien tiene un Ph.D. en comunicación pública por la Universidad de Navarra, destaca que el Estado no la tiene capacidad de presionar que tuvo en años anteriores.
«Hoy es la administración pública la que le ruega a sus funcionarios para que vayan a trabajar y no deje los puestos desiertos ¿Con qué va a presionar a la gente?», se pregunta.
La experta hace referencia a diferencias que existen puertas adentro del oficialismo. Recuerda que estudios de encuestadoras han arrojado como resultado que al menos 25% de la población se considera chavista, pero solo uno de cada ocho venezolanos votaría por Maduro.
«Dentro del chavismo hay diferencias, no solo en el liderazgo, sino que se siente la necesidad de cambio de quiénes están en las bases y que incluso los ha llevado a mirar opciones de la oposición, como María Corina Machado, dirigente nacional de Vente Venezuela», expone.
Alifa también cree que genuinamente hay disputas internas en el oficialismo. Sin embargo, insiste, en decir que lo que debilita a la base electoral del chavismo es el desgaste de la gestión de Gobierno, la crisis económica continuada y la terrible situación de los servicios públicos.
Cambio de perfil en el PSUV
«Tenemos que entender que la alta dirigencia del PSUV ha cambiado su perfil. Cuando ese partido fue fundado la mayor cantidad de miembros eran personas que provenían de clases medias y bajas y tenían muchos pensamientos radicales. Ahora muchos de ellos ya no pertenecen a las mismas clases, sino a estratos altos y muy altos», describe Daniel Varnagy.
Enfatiza que las aspiraciones y deseos de las autoridades son distintos a los que tenían hace algunos años. «Ahora es una izquierda con una calidad de vida que no quiere perder y eso hace que algunos ojos estén mirando a otros candidatos», señala.
Tal es el cambio de perfil, añade el analista, que el nivel de actuación de los militares, aunque es el mismo, ahora tienen una visibilidad sustancialmente menor. «Para los civiles no está clara cómo es la correlación de fuerzas de los militares en el Estado, cosa que si era evidente años atrás», añade.
En las últimas semanas surgieron informaciones extraoficiales de que eventualmente Nicolás Maduro podría no ser el candidato del Partido Socialista Unido de Venezuela en las elecciones presidenciales del 2024. Funcionarios como Diosdado Cabello, primer vicepresidente de esta la organización, y Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional (AN) del 2020, han negado estos rumores bajo el alegato de que la oposición está «desesperada» por dividir al bloque chavista para sumarse algunos puntos.
Sobre este punto, Carmen Beatriz Fernández, directora de la firma DataStrategia, dice que aunque cree que genuinamente hay gente que sí ha planteado una candidatura distinta a la de Maduro, no lo ve como un táctica política viable. Argumenta que el razonamiento de la «popularidad» que pueda tener el mandatario «es demasiado democrático» y «Maduro no está donde está por democrático, sino por el manejo que tiene en el poder, incluyendo la legitimidad que le concedió la FAN y eso no tiene nada que ver con popularidad».
Por su parte, Alifa no da crédito a los rumores. Expone que los cambios en la distribución del poder dentro del chavismo son «bastante traumáticos». Recuerda que la toma del poder de Maduro «costó varias purgas, desplazamientos y delicados compromisos y equilibrios».
A su juicio, no es fácil cambiar eso de un día para otro, a los fines de una estrategia electoral. «El cambio de candidato no garantiza un crecimiento significativo en el caudal electoral, hay un desgaste muy generalizado del Gobierno. Así que creo que la estrategia va a ser, por ahora, sostener la candidatura de Maduro pero controlar los parámetros electorales para garantizarle la victoria», reitera.