Negociaciones complicadas, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
Las negociaciones se dividen en exitosas, por lo menos para una de las partes en conflicto, complicadas y fallidas. Hay pocos ejemplos tan claros de una negociación fallida como la que tuvo lugar en tiempos de la Segunda Guerra Mundial con respecto a la abadía de Monte Cassino. La abadía y los terrenos adyacentes le pertenecían al Vaticano. Los alemanes le habían prometido al Papa, Pío XII, que no entrarían allí y respetarían el lugar. Lo mismo hicieron los aliados, pero con cierta reserva.
Como el amor, el dinero y el olor de las mandarinas, la reserva no se puede ocultar. Eugenio Pacelli, el Papa no les creyó. Entonces mandó dos oficiales alemanes, el teniente Julius Schlegel y el capitán Maximilian Becker a retirar de la abadía unos increíbles tesoros, obras de Da Vinci, Ticiano y Rafael, así como antiguos códices muy valiosos, que databan del siglo VI en adelante y los llevaran al Vaticano.
Los aliados tampoco le creyeron al Papa. La inteligencia inglesa se puso a grabar con prontitud las conversaciones entre los alemanes apostados al pie de la montaña y sus paracaidistas que, de vez en cuando, peinaban los alrededores. Una cierta noche estaba de guardia un joven oficial inglés, un poco flojo y superficial en sus observaciones. Y oyó lo siguiente: Ist abt in kloster? Y la respuesta fue: Ja, in kloster mit mönche. ¿Qué hizo nuestro valiente oficial inglés? Tradujo solamente la respuesta, ya que la pregunta se refería a si el abad estaba en el convento y transcribió «la división está en el convento» pensando que abt era una abreviación de Abteilung, división o destacamento.
¡Ardió Troya! ¡Los alemanes se habían metido en Monte Cassino! El 14 de febrero de 1944 los aliados dejaron caer sobre la abadía toneladas y toneladas de bombas. Las 250 víctimas fueron los pobladores de Cassino, mujeres, ancianos y niños a quienes el abad había ofrecido la abadía como resguardo. ¡Qué desastre! Hasta en las guerras hay unos desastres peores que otros. La historia se encuentra asentada en un libro autobiográfico de sir Rupert Clarke, With Alex at War. Para protegerlo de la culpa, no se menciona el nombre del joven oficial.
En las guerras suceden las cosas más impensadas. Por ejemplo, el Vaticano ofreció resguardo a algunas familias hebreas en uno de sus conventos situado dentro de sus confines, por supuesto, a cambio de ingentes contribuciones. Y, gracias a su neutralidad, una vez perdida la guerra, cuando se presentaron altos jerarcas nazi a sus predios, también se le concedieron papeles, pasaportes y todas las facilidades para su huida. Así se salvó el 90% de los altos cargos nazis que huyeron escogiendo la ruta de Italia. Y estos favores, por supuesto —lo que es igual no es trampa—, a cambio de grandes sumas de dinero. Había para esos casos, una oficina y un prelado especial encargado. A Adolf Eichmann le dieron un pasaporte a nombre de Riccardo Clement. Con ese pasaporte llegó a la Argentina.
Ahora quienes nos encontramos huyendo somos los venezolanos, nos maltratan en los Estados Unidos, México, en Guatemala, en Costa Rica y en otras partes. En nuestra época de ta barato, dame dos, cada vez que íbamos a un hotel o a una tienda, nos hacían fiestas. Sin embargo, todo cambió. O quizás todavía hay esperanza.
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Quizás, hay alguien que nos puede ayudar, la candidata a Primer Ministro en Italia, Giorgia Meloni. Le oímos decir en su época de campaña que por qué no se habían traído inmigrantes venezolanos mucho más compatibles que otros con la sociedad italiana. Había muchos elementos comunes, religión, estructura familiar, incluso la mamitis, tendencia extrema tanto en Italia como en Venezuela y ciertos conocimientos de la gastronomía italiana. Conocemos, por ejemplo, un sitio donde hacen la mejor pasta carbonara del mundo, con guanciale y todo.
Ahora es cuestión de averiguar si se trataba únicamente de uno de esos discursos demagogos de campaña o si era realmente sincera y dispuesta a hacer algo al respecto. Habrá que darle un tiempo hasta que se asiente en el cargo y luego, ¿Habrá alguien que tenga el valor de averiguarlo?
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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