¿Negociar o cavar su tumba?, por Freddy Núñez
Twitter: @nm_freddy
La inmensa mayoría de los venezolanos deseamos salir de este régimen que ha destruido al país y a su gente. Por años se ha dicho que lo deseable es hacerlo por la vía constitucional, democrática, pacífica y electoral. Así, a sabiendas del grotesco ventajismo, de las violaciones a las leyes electorales, de la violencia ejercida por los “colectivos de la muerte” en todos los procesos anteriores, la oposición realizó un esfuerzo unitario importante y se presentó, salvando todos los obstáculos, a las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015.
Los ciudadanos se volcaron a las mesas y se logró conquistar los 2/3 de la Asamblea Nacional, lo cual permitía cambiar el rumbo del país para beneficio de todos los venezolanos.
La voluntad popular sorprendió al régimen en 2015 cuando creían invulnerable el modelo diseñado para mantener la mayoría, el pueblo torció el curso de sus trapisondas y repudió al régimen de manera clara.
A partir de entonces dejaron de jugar a la democracia, arramblaron con la Constitución y, utilizando los poderes títeres, desconocieron el mandato del país, sacaron a los diputados de Amazonas y, luego de otras marramuncias, terminaron declarando a la AN, en “desacato”.
Este fue el inicio de una nueva estrategia del régimen, la de impedir que por vía democrática el país pueda controlar la Asamblea Nacional o el Poder Ejecutivo. De resto, no tienen problemas en ofrecer a los venezolanos el premio de consolación de gobernaciones y alcaldías, puesto que ellos controlan esas instancias por diversas vías.
Así las cosas, preocupa leer en las redes que se apresta el régimen a intentar de nuevo la estrategia que siempre le ha dado resultado, la de aceptar o proponer un «diálogo» entre gobierno y oposición. En esta oportunidad sería para supuestamente elegir un CNE equilibrado que garantice la posibilidad de realizar elecciones justas y transparentes.
Todos los anteriores diálogos han fracasado porque cuando el régimen tiene que asumir la responsabilidad sobre los acuerdos logrados, rompe las negociaciones y se retira a urdir nuevas maniobras que le permitan seguir atornillado al poder. De esa forma se ha burlado del clero nacional, del Papa, de los noruegos, etc. Su última maniobra fue inventar eso que llaman «la mesita», cuyo mote despectivo se atribuye al propio Jorge Rodríguez, para cacarear por la existencia de una supuesta “mesa de diálogo nacional”, ficticia, llena de cascarones vacíos, de «líderes» de nadie, la cual fueron engordando con «alacranes» y ladrones de partidos. Toda una fauna debidamente acicateada por el régimen.
Al fraude del 2018 se unió el del pasado diciembre 2020, cuya magnitud fue tal que el mundo civilizado ha tenido que manifestar la imposibilidad de reconocer el mamotreto indigesto surgido de allí.
Nadie podría oponerse a una negociación que conduzca a la designación de un CNE imparcial que responda a la Constitución y las leyes, que no impida el ejercicio del voto, exento de ventajismo y manipulación. Hoy la realidad electoral es favorable a la oposición y ellos lo saben. En consecuencia, es inaceptable la conformación de un CNE donde ellos ejerzan el control del cuerpo. Partiendo de esa realidad, mal puede el régimen pretender imponer criterios que le aseguren el control del mismo, puesto que eso solo garantiza que no habrá ninguna posibilidad real de elegir.
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Cualquier propuesta del régimen, bien sea la de conformar un CNE con tres miembros propuestos por ellos y dos por la oposición, o dos de la oposición y dos del régimen y un «presidente» propuesto por ellos, sería simplemente inaceptable, pues estaría la oposición cavando su tumba definitiva frente al pueblo venezolano —que sabiamente entenderá el barrunto mafioso que eso implica— y que conducirá a la anulación definitiva de sus posibilidades de salir del régimen por la vía electoral.
Por lo demás, esa es una fórmula vieja ya probada y fracasada. Debo advertir también acerca del problema que significa la continuada manipulación del régimen pretendiendo imponer a la «la mesita», alacranes y afines, como parte del mundo opositor, lo que de prosperar nos pondría ante el peligro de que alguien de ese sector pudiera integrar el cuerpo. Baste recordar el desempeño de Leonardo Morales, miembro de la dirección de Avanzada Progresista en las pasadas «elecciones», actuando como vicepresidente del CNE, desde donde convalidó todas las violaciones constitucionales que parieron a la fraudulenta, en impúdica complicidad con el régimen.
La oposición debe tener claridad en este asunto, yo no dudo que existan venezolanos distinguidos que puedan garantizar en el ejercicio de la presidencia del CNE el respeto a la ley, venezolanos de probada honestidad y valía, lo que sí dudo es que un personaje con estas virtudes pueda ser aceptado por un régimen delincuente.
El plan del régimen es no entregar el poder. Hay que trabajar en la organización del malestar colectivo que produce a diario la profunda crisis general, es el país en pie de lucha y la presión internacional, lo que llevará a este régimen a entender que su tiempo se acabó. Bien harían las Fuerzas Armadas venezolanas en ver con lucidez que es la hora de defender la Constitución y no la de sostener al régimen que la viola.
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