Nepotismo rojo, por Gregorio Salazar
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Como el militarismo, como la vocación totalitaria y eternizadora en el poder, como el afán posesivo de los próceres y los símbolos patrios el nepotismo ha sido un componente infaltable en la estructura de mando que tomó el control del Estado venezolano hace 25 años.
Lo inauguró el propio caudillo que no dejó fuera del reparto –bien por fórmulas electorales o por la designación ejecutiva– a su propio padre, seguido de hermanos, primos, hijos y yernos. Bien remunerados cargos internacionales y locales a despecho de méritos y capacidades.
Vea que todavía la hija del segundo matrimonio del caudillo preside un instituto del Estado. Adán, el hermano mayor, se ha paseado a placer por las funciones públicas, desde parlamentario hasta ministro y embajador, incluida de paso su cuota de poder mediático en los canales del Estado. La familia Chávez controló la gobernación de Barinas desde 1998 hasta el 2022 y el primo Asdrúbal llegó a la presidencia de Pdvsa.
La actual pareja presidencial ha aportado su cuota. Hay también otras que parecen inconmovibles. Eso depende de lo encumbrado y poderoso del dedo de quien designe y sostenga. Probablemente el ejemplo más visible sea el de José David Cabello, hermano del hoy ministro de Interior, Justicia y Paz, Diosdado Cabello. Después de un vuelo rasante por Conviasa (2006), pasó por el Ministerio del Poder Popular de Obras Públicas (2006-2008), y enseguida fue nombrado director de la agencia tributaria del Estado venezolano, el Seniat, donde permanece desde hace ya más de quince años. Claro, no todo será favor familiar. Alguna virtud se le puede suponer.
En la densa y extendida nube de opacidad que cubre el funcionamiento del poder en Venezuela, (nombres, cargos, remuneraciones..), donde el Habeas Data garantizado por la constitución no pasa de un simple saludo a la bandera, los periodistas han hecho algunos avances en revelar articulaciones nepóticas de esa red de poder. La lista es amplia y abultada.
A veces el descuido de un pariente favorecido da indicios de tramas mayores, como la que condujo de Diego Salazar a su primo Rafael Ramírez, ex presidente de Pdvsa hoy prófugo. Aguas abajo en ministerios, gobernaciones, alcaldías e industrias del Estado se sigue el modelaje del centro del poder y se replican las prácticas nepóticas: el cónyuge, el hermano, el cuñado, los hijos, los amigos de los hijos y los compadres quedan benéficamente «empoderados».
Son Redes filiatorias propiciadoras de conexiones expresas a jugosas enchufadas, a grandes negociados y oceánicas lavadas de dinero mal habido, con sus ventajas y desventajas. El círculo familiar garantiza, como pocas relaciones, lealtades, fidelidades, secretismos y complicidades, si fuera el caso. Pero tiene la desventaja de que cuando una pieza se descoloca, tintinea, pierde base de apoyo y se desploma puede arrastrar en su caída una rama más o menos importante (sean familiares o no) del árbol torcido (en este caso desde el nacimiento) del poder.
Siempre habrá capítulos en pleno desarrollo. La caída del último presidente de Pdvsa, Pedro Tellechea, triturado por la triple fórmula acusatoria de corrupción-conspiración-traición apunta a un círculo nepótico que, por lo que ha trascendido, atraviesa las ramas política, militar y del servicio exterior.
Con apenas 48 años, 24 de ellos vividos bajo la dominación chavista, era tenido como uno de los cuadros jóvenes que había mostrado eficiencia en el ejercicio de las responsabilidades que le asignaron en Pequiven y Cavim.
Elogiado, ponderado, aclamado por Nicolas Maduro, respaldado por la vicepresidenta Delcy Rodríguez, su caída no ha podido ser más estrepitosa. Y su destino el mismo de por lo menos otros tres de los once ex presidente de la petrolera estatal bajo el chavismo: la cárcel, que sigue esperando a Rafael Ramírez, quien en tándem con el propio Chávez inició el saqueo de la petrolera.
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Después del descalabro de corrupción y desorden administrativo dejado por El Aissami, es insólitamente incomprensible que el chavismo no haya podido conseguir un funcionario que se desempeñara siquiera ocho meses con eficiencia y probidad en la empresa que sigue siendo el eje central de la economía nacional. Pese a que han reducido a Venezuela en los ámbitos económicos, industriales y hasta poblacionales el país le sigue quedando demasiado grande a los (des) gobernantes que –ahora sin apoyo popular– se preparan para mantenerse en el poder más allá del 10 de enero.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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