Ni buenos ni malos, por Adriana Morán
@NuevaTec47
Los médicos no somos héroes. No tenemos la temeridad que los define. No nos enfrentamos en épicas batallas ni renunciamos al razonamiento crítico que nos hace evaluar los riesgos ante una circunstancia determinada y nos obliga a buscar siempre la forma más segura de abordarla. Que esta pandemia nos haya puesto en la primera línea y nos haya hecho más visibles es más que una actitud heroica, una confirmación de que los que nos quedamos en Venezuela y seguimos trabajando en la salud pública, adquirimos un compromiso con nuestros pacientes y con nuestros principios, y que somos también víctimas de un sistema deteriorado que nos obliga a trabajar con lo que tenemos para tratar de minimizar los daños en estructuras destartaladas, insuficientemente dotadas y desprovistas a veces de lo más elemental.
Eso sí, junto al resto del personal que conforma nuestro equipo, no nos hemos dado por vencidos. No hemos dejado de hacer nuestro trabajo porque “no hay condiciones», ni hemos abandonado a su suerte a quienes acuden a nuestros hospitales en busca de ayuda pensando que si dejamos de hacerlo, a lo mejor provocamos una crisis en el gobierno o en la oposición.
Los médicos nos hemos limitado a hacer nuestro trabajo sin distinguir la ideología de los pacientes, sin fabricar listas de incluidos y excluidos, sin esperar que un deterioro mayor del servicio que prestamos pueda provocar un cambio en “el enemigo». Muy por el contrario, hemos intentado que ese deterioro no cueste más vidas de las que ya se ha cobrado.
Tampoco esperamos héroes en otras áreas de la vida nacional. Lo que esperamos, enfrentados ahora a esta nueva y terrible amenaza para la vida de todos, es que aún en las peores condiciones, los demás, empezando por los que ocupan espacios de poder, hagan también el trabajo que les corresponde hacer para limitar el daño y el sufrimiento de la gente. Que pongan por delante la vida de los ciudadanos de este país y dejen esa apuesta a la asfixia del contrario que no es más que una forma de asfixiarnos a todos y que en el caso del virus de la corona puede ser, para muchos, una asfixia real.