Ni Fun ni FAN, por Teodoro Petkoff
Los eventos de la plaza Altamira han puesto de manifiesto la profundísima crisis estructural que vive la FAN. Más allá de la significación política del acto de «desobediencia», éste es revelador de un malestar inocultable. Esto no es cuestión de números. Lo que saca a la luz es de carácter cualitativo. La FAN está terriblemente trastornada y traumatizada porque se le trató de imponer un giro en sus patrones de conducta, que colide con las raíces ideológicas y los valores tradicionales de la institución. Se quiso hacer de una fuerza armada convencional, educada en los valores conservadores que son propios de la institución armada en todo el mundo, un ejército revolucionario, una institución al servicio de un proyecto político fuertemente ideologizado. Esto provocó fricciones en su seno que han lesionado gravemente los fundamentos disciplinarios y jerárquicos sobre los cuales se fundamenta su capacidad operativa y su idoneidad para cumplir los fines que le son inmanentes, tanto en la defensa nacional como en el mantenimiento del ordenamiento social y político.
La idea de que Chávez quería destruir la FAN para sustituirla por una milicia popular es poco consistente. Lo que Chávez creyó que podía hacer era transformar a la FAN, en tanto que estructura fundamental del poder, en la columna vertebral de su propósito político. Si el desarrollo de las cosas ha sumido en una crisis profunda a la institución no es como parte de un plan deliberado sino como resultado de un grave error de cálculo, de una tremenda equivocación política. Chávez confundió la aceptación que inicialmente tuvo su proyecto electoral entre los militares con una comunión de estos con el cuerpo ideológico subyacente en aquel proyecto. Cuando entraron en contradicción los fines que Chávez perseguía con los valores tradicionales del cuerpo armado, este se fue descoyuntando. El resultado es esto que tenemos hoy: una FAN fracturada, politizada y deliberante.
Uno de los grandes temas del debate nacional actual, que debería estar en la agenda de cualquier diálogo entre gobierno y oposición, es el de cómo restablecer criterios institucionalistas, apolíticos y no deliberantes en la FAN. Chávez nunca imaginó que los derechos políticos que concedió a los hombres de uniforme al darles deliberancia; el fuero que pretendió consagrarles al protegerlos con el antejuicio de mérito y al arrebatar al control civil los ascensos, así como al dar a la FAN la condición de tutor de la sociedad, iban a volverse contra él. Pero ya no se trata sólo de superar la actual coyuntura sino de enfrentar un problema estructural que amenazaría la estabilidad política de la nación en cualquier tiempo, mientras no sea superada su persistencia.