Ni Mandrake, por Teodoro Petkoff
Chacumbele ha hecho últimamente, en el curso de esa desaforada campaña electoral que ha emprendido, dos ofertas sobre viviendas que superan cualquier límite racional hasta para la demagogia. Por un lado, ha prometido construir entre 2011 y 2012, 350 mil viviendas y, pensando tal vez que esa promesa electoral no posee la sufriente contundencia, la ha rematado con el ofrecimiento, ya realmente demencial, de construir dos millones de viviendas en el curso de los próximos seis años dejando deslizar, como quien no quiere la cosa, la improbable circunstancia de que durante ese lapso. Su Majestad estará todavía rigiendo los destinos del país.
Para colmo, en una jugada burdamente demagógica, ha ofrecido entregar desde ya certificados de viviendas no construidas aún a los supuestos futuros beneficiarios de ese plan demencial. No entrega la vivienda pero sí un papel que la promete. Seguramente creerá que la gente a la cual hará víctima de tan balurda promesa es de la que piensa que se pueden amarrar perros con longaniza.
Se nota que el tema de la vivienda y el fracaso de su gobierno en este aspecto vital de la vida nacional lo tienen fuera de quicio y a punta de disparates quiere compensar la incapacidad de los doce años anteriores. En los dos años electorales, que en realidad son uno solo de 24 meses, el 11-12, Hugo el Mago hará brotar como hongos más viviendas que las que su gobierno ha entregado en la docena de años que tiene montado en Miraflores. Quien no lo conozca que lo compre.
Tal tarea él mismo se ha encargado de hacerla imposible, incluso en dimensiones más modestas. El modelo económico que trata de imponer se está volviendo contra él y sus planes. La estatización de la industria siderúrgica, comenzando por Sidor, ha derrumbado la producción de cabillas, insumo esencial para la construcción. La estatización de la industria cementera ha reducido casi a la nada la producción de ese otro insumo sin el cual no se puede hablar de construcción. Se ha llegado al absurdo surrealista de que, estatizada Cemex, y casi en la carraplana esa empresa, el gobierno está importando cemento, vía Cuba, de la ¡Cemex de México! Adicionalmente, sin la participación del sector privado de la construcción es imposible avanzar hacia las metas propuestas. Pero este sector ha sido tan brutalmente hostigado que su inversión ha caído en barrena y alrededor del 60% de las obras en construcción se encuentran paralizadas. Nadie en su sano juicio estaría dispuesto a invertir en una industria donde la inseguridad jurídica ha alcanzado cumbres himaláyicas.
Para peor, en los complejos habitacionales confiscados por el gobierno, con la promesa de terminarlos, nadie está trabajando. La parálisis es absoluta. De modo, pues, que la engañosa oferta, demagógica y electorera, de construir millones de viviendas en seis años se está estrellando, precisamente, contra los arrecifes del «socialismo del siglo XXI».