Ni moral, ni luces… ni teléfonos; por Teodoro Petkoff
La nacionalización de Cantv y de La Electricidad de Caracas suscitó una muy genuina preocupación entre los usuarios de ambas compañías de servicios públicos. Vino a la memoria la Cantv que fue estatal hasta 1991, cuando era necesario esperar 10 minutos por el tono de discar, un día entero por una llamada internacional y hasta una semana para la reparación de averías, cuya frecuencia era desesperante.
En el caso de La Electricidad, que siempre fue privada en la capital, la inquietud provino del conocimiento que se tiene acerca de lo que ocurre en el interior del país, donde la distribución del fluido eléctrico corre a cargo de la estatal Cadafe y se vive de apagón en apagón o, como dicen los mamadores de gallo, de alumbrón en alumbrón. ¿Estaríamos condenados los venezolanos a retroceder hasta los tiempos de la Cantv nacionalizada de otrora? ¿Nos esperaría en Caracas, en el futuro, la misma situación de nuestros compatriotas de la provincia en materia de electricidad? No ha transcurrido ni un año y las termitas del oficialismo ya han comenzado a corroer el funcionamiento de ambas empresas. Los teléfonos repican una sola vez y transcurren unos segundos antes de que pueda oírse la voz de quien está llamando. Las averías son mucho más frecuentes que antes. Los recibos de cobro llegan hasta con un mes de retraso. Al cierre del año pasado la empresa presentó, por primera vez desde 1991, un balance en rojo. Como en sus viejos tiempos, sólo podrá sobrevivir gracias a las transfusiones de dinero proveniente del fisco nacional. El servicio, desde luego, continuará su inexorable marcha hacia el empeoramiento.
Por su parte, con la electricidad estatizada ya los caraqueños estamos comenzando a padecer el vía crucis de nuestros compatriotas interioranos. La semana pasada
…hubo varios apagones en Caracas y en la medianoche de este domingo para lunes se produjo otro. Ya se habían producido otros cortes de luz en las semanas anteriores, sin contar el gran apagón nacional de hace unos dos meses. El pasado nos está volviendo a alcanzar.
Está claro que las estatizaciones persiguen la finalidad de ampliar el ámbito de nuestro viejo conocido, el capitalismo de Estado. Está claro que éste, en un régimen autoritario y autocrático, con vocación totalitaria, se convierte en un poderoso instrumento de control social, no sólo por el que ejerce sobre sus propios trabajadores sino por su poder de «extorsión» respecto del resto de la economía, dado que las empresas estatales son grandes consumidoras y suplidoras de materias primas y otros insumos. Pero lo menos que se puede esperar de ellas es que presten un servicio eficiente.
Nunca fue así y, por lo visto, ya nos está agarrando de nuevo la maldición del ineficiente y corrupto capitalismo de Estado venezolano.
Esta vez, el gran prócer de Sabaneta, podrá aspirar al Premio Nobel de Química: transforma todo lo que toca…