Nicolás no tiene mañana…, por Ángel Monagas
Twitter: @angelmonagas
La historia es inclemente, drástica, no ríe ni odia. Es cíclica. Cada cierto tiempo se repite en distintas latitudes y circunstancias. Con variables, pues no es exacta. Despreciada por muchos…cuanto enseña conocerla.
La pandemia coronavirus cambió su curso. Afectó el ritmo de nuestra vida, hechos y escenarios. No favorece ni entorpece, solo obliga a cambiar. A repensar. En el caso Venezuela, en apariencia ha sido aliada de Nicolás. Reflexiono. Depende como se maneje. A Maduro pudiera en apariencia haberlo ayudado, no obstante su mala interpretación solo alargará su agonía.
Nicolás no tiene mañana. Solo un accidentado presente. Más del 90% de los venezolanos no lo quieren y peor aún, no lo querrán porque cada día es peor su situación y él, descaradamente miente. El virus hace más estertórea su respiración.
Mi amigo el sociólogo Edison Arciniegas señala acertadamente: “…está golpeando democráticamente a un sistema carente de democracia… evidenciando que no hay capacidad de atender bien ni a los que tienen poder… el sistema estará sometido a estrés máximo este semestre”. Y agrega “una sola cosa me tiene alegre esta hora Darwiniana está limpiando la clase política… Nada será igual en 6 meses, los referentes previos a la pandemia se diluyen, estamos en el incendio voraz de la sabana previo al invierno que la hará florecer… adiós firifirismo”.
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Siempre he lamentado que profese el socialismo. Esa teoría será desbordada y mutará a otros paradigmas. También el liberalismo.
¿Pudiera Nicolás detener las agujas del reloj? Es difícil. Si él entendiera que el modelo económico implementado, si es que a eso se le puede llamar de esa manera, solo ha destruido una nación que tenía problemas, aunque jamás a este nivel, a pesar de existir alternativas de cambios, de reformas.
Maduro no aprendió nada de los chinos. Ni de otros dictadores.
Esa posibilidad desapareció. Ya no depende de Nicolás, como si pudo Chávez y tampoco lo hizo. El interés cubano y militar domina la escena.
No tengo dudas. Más temprano que tarde. Cuando esta pandemia cese, sonará la campana. Comenzará la pelea. Por eso es, un error mantener en la cárcel al líder sindical del Oriente, Rubén González. Los movimientos de protesta dentro de Pdvsa aumentan. Síganle la pista a ese grito de guerra. El chavismo no puede levantar Pdvsa. No con esas ataduras ideológicas.
Esos políticos opositores que se han enriquecido simulando defender a los venezolanos, al igual que Nicolás Maduro, tampoco tienen mañana. Sigan pagando periodistas mercenarios y laboratorios, contra la verdad nadie puede y está aunque la mezclen flotará.
Viene una Venezuela que luchará ferozmente a lo interno. Los buenos triunfarán.
LA HISTORIA CRIMINAL DEL COMUNISMO
Recomiendo la lectura de este libro, cuyo autor Fernando Díaz Villanueva, describe como un mapa digital, la utilización en negativo de las ideas.
Citó: “…a la luz de los hechos, de un siglo de barbarie en nombre del ideal, ¿debía o no debía el comunismo ser considerado una secta criminal? Desde el punto de vista teórico evidentemente no. No delinquen las ideas sino las personas.
Decir, por ejemplo, que la burguesía debe de ser borrada de la faz de la Tierra, guerra de clases mediante, no es ni debería ser delictivo bajo ningún orden político que se autodenominase libre. Las palabras pueden herir la sensibilidad pero nunca han matado a nadie. Desde este punto de vista alguien que se defina como comunista y haga profesión de fe de marxismo-leninismo no es ni de lejos un delincuente, lo sería si decide aplicar por su cuenta y riesgo el manual revolucionario y tomar al asalto la casa de un burgués para después «socializar» toda esa riqueza incautada. Si la ideología comunista en sí no es ni puede ser delictiva, ¿de dónde viene la fama criminal que arrastra el comunismo, especialmente en los países que han padecido sus excesos ideológicos en carne propia? De la experiencia, obviamente. Si al liberalismo lo caracteriza el intercambio libre y voluntario de bienes y servicios entre individuos, al comunismo lo hace la revolución, objetivo máximo que se deriva inevitablemente de la teoría. En todo tiempo y lugar donde se ha impuesto o ha tratado de imponerse un régimen comunista se han cometido multitud de crímenes, algunos especialmente aberrantes como los de las tiranías de Stalin, Mao o Pol Pot. Esto es un hecho histórico, no una opinión. Estos crímenes venían dictados por la ideología. El ideal comunista, que sobre el papel es inocuo, se convierte siempre en la práctica en una pesadilla totalitaria. Ejemplos históricos sobran.
Desde la primera revolución típicamente socialista –la bolchevique– hasta su epígono más reciente –la Venezuela bolivariana–, la praxis revolucionaria se ha cobrado la vida de unos 100 millones de personas en todo el mundo y en menos de un siglo (subrayado nuestro).
Eso siendo conservador con los números, porque puede que sean muchos más. Los responsables de todas estas muertes son quienes las infligieron, pero, y aquí está el quid de la cuestión, con toda seguridad sin el componente ideológico que motivaba a los verdugos esos asesinatos jamás se hubiesen cometido. ¿Hay, por lo tanto, que proscribir en las leyes la ideología comunista? No y mil veces no. El comunismo ruso, por ejemplo, fue prácticamente inofensivo hasta que llegó al poder en 1917 y se redujo a idéntica condición tras la caída de la URSS en 1991. Lo mismo podría decirse de los comunistas españoles, muchos de los cuales cometieron verdaderas atrocidades durante la Guerra Civil y luego, cuarenta años después, contribuyeron de mejor o peor gana a la transición democrática. Algunos dicen que esto fue así porque entonces se sentían débiles. Tal vez sea cierto.
Es una constante histórica que cuando las organizaciones comunistas se ven en mermadas de apoyos piden un diálogo que luego niegan a sus adversarios cuando se han reforzado. Sea como fuere, el hecho es que las ideas de Marx, Engels, Lenin, Mao o Enver Hoxa son intelectualmente erróneas, pero perfectamente inocuas si no salen del papel.
Abimael Guzmán sembró el terror en Perú con una banda de asesinos conocida como Sendero Luminoso. Estos asesinos justificaban sus crímenes en la idea, pero, al cabo, eran ellos mismos los culpables no la idea, que por lo demás sigue por ahí, rondando de cabeza en cabeza sin que hayamos tenido que lamentar más muertes desde la detención del carnicero Guzmán en 1992 y la desarticulación de la banda. Si la experiencia, es decir, la Historia, nos enseña que el comunismo sólo tiene un modo, necesariamente violento, de alcanzar y conservar el poder, la teoría nos advierte de los riesgos que se corren al adoptar como propias ciertas ideas que recategorizan a los seres humanos entre buenos y salvables, y malos y condenables. El comunismo debería ser, por consiguiente, una ideología poco atractiva y con un fuerte estigma social como lo son otras de corte parecido como el nazismo o el fascismo, ambas nacidas de la matriz socialista en los años veinte del siglo pasado…”.
Cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia. Los “diálogos” para los comunistas es solo medio para entretener, para distraer, no para resolver. ¿Se acabó la narcoguerrilla en Colombia, o ahora está más fuerte actuando al amparo del derecho y sus aliados políticos de las naciones fronterizas?
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