Nido de víboras, por Fernando Luis Egaña

Venezuela no es un nido de víboras. No. Pero el poder que la sojuzga, sí que lo es. Liberar a Venezuela es liberarla de ese poder destructivo.
Los mandoneros del poder despótico y depredador, tienen sus alcahuetes políticos, también conocidos como alacranes; tienen una constelación de corruptos llamados enchufados.
Y todo eso, unido a los oráculos tarifados, conforman un auténtico nido de víboras, que no tienen paz con la miseria, y sólo les interesa inocular sus venenos para acabar con sus víctimas, es decir quienes les combaten con las armas de los principios, de los valores democráticos, de la verdad y la legitimidad.
Vaya nido de víboras… Entrelazado con criminales barbáricos, como los innumerables pasajeros del Tren de Aragua, un legado de la envilecida hegemonía. No hay ramal de lo ilícito que no forme parte del nido de víboras.
De corbata, boina colorada o uniforme, de todo hay en estos enjambres del horror. Los más útiles son los que encubren su apoyo a la hegemonía, desde pedestales opositores y con garabatos mentales que dan pena ajena.
Y también indignación porque sirven de justificativo para la autocracia cerrada que denuncia la Conferencia Episcopal, y para la represión que aniquila los derechos humanos.
Venezuela no es un nido de víboras. No. Pero el poder que la sojuzga, sí que lo es. Liberar a Venezuela es liberarla de ese poder destructivo.
*Lea también: Con los pies de barro, por Roberto Patiño
Fernando Luis Egaña es abogado (UCAB). Exministro de Información.
TalCual no se hace responsable por ni suscribe las opiniones emitidas por el autor de este artículo