¡NIET! (No, en ruso), por Teodoro Petkoff
Mientras el palo va y viene en lo de la enmiendita, tenemos noticias de las inefables maniobras navales ruso-venezolanas. Fue casi un choque de civilizaciones. La primera gresca se presentó cuando nuestros marinos, que tras diez años de «revolución socialista» no se han desprendido de las malas mañas operativas que adquirieron a punta de maniobras con la flota del imperio (del otro), pretendieron operar con base en ellas. ¡ Niet!, dijo el ruso –lo cual, dentro de poco, a medida que vayamos entrando en la órbita del imperio ruso, todos sabremos que significa «No» y que suena más o menos Ñet y que en este caso podría traducirse «Ni de vaina»-. ¡ Bolshoi provokatsia!, continuó rugiendo el marino ex soviético.
«¡Mayor provocación!» ¡Imagínense! Venirle a los herederos del gran imperio soviético con el POV (Procedimiento Operativo Vigente) de la OTAN. Así que las maniobras se hicieron con la normativa rusa.
El segundo rifirrafe se armó a propósito de los cubanos. Dimitri, el oficial ruso que tiene cubículo en nuestra Comandancia de la Marina, en San Bernardino, trataba de explicar a sus colegas rusos que nuestros marinos querían llevar unos oficiales cubanos como «intérpretes». ¡ Niet!, volvió a sentenciar el jefe ruso. Dimitri tuvo que explicarles a los venezolanos que los rusos no entendían cómo maniobras con Venezuela tenían que contar con la presencia de oficiales de otro país. Fue inútil explicarles a los rusos que ahora somos un solo país con Cuba, llamado Venecuba. Los rusos pedían que les mostraran la nómina de la ONU para ver si en verdad existía ese país. ¡ Kubinski niet!, así que los cubiches se quedaron en tierra.
El tercer peo se armó cuando Chavez pretendió subir al Almirante Chabanenko con su «anillo de seguridad». Chávez, desde luego, pensaba que estaba subiendo a una piragua nicaragüense. No imaginaba que los rusos pudieran oponerse a su megalomanía. Se armó un zafarrancho y aunque a los matones de Chávez no los dejaron subir, el orgullo patrio salió fortalecido porque uno de los rusos quedó sangrando por la nariz partida.
Pero lo definitivamente petrobananero fueron los ejercicios. Nosotros teníamos que participar con dos de nuestras seis fragatas. Como se sabe, cuatro de ellas, si salen del muelle, se hunden. Tocó a la F21 y la F22 representar la camiseta vinotinto. A la F22, por así decir, se le espicharon los cauchos y no pudo desatracar.
A duras penas tuvo que salir de emergente la F24, y casi remando, la llevaron al sitio de las maniobras. Lo más militar de éstas fue un ejercicio llamado «Hoover», que consistió en un helicóptero ruso que se mantuvo durante un rato a metro y medio de la cubierta del transporte T-81. Lo demás fue rutina de boy scouts. El acceso a Pedro el Grande no fue permitido. Los rusos son muy celosos y seguramente no querían que los inexpertos ojos de nuestros marinos comprobaran el «deplorable» estado en que se encuentra su buque insignia, según palabras del almirante Kasatonov, comandante de la Marina rusa.
Para colmo, los rusos, que después de 800 años de zarismo y 70 de totalitarismo comunista, son muy puntillosos en materia de protocolo, no dejaron de expresar su molestia por el recibimiento a Medvedev. Chávez, ocupado como estaba desbarrando sobre economía en la reunión del ALBA, no se sintió obligado a recibir a su homólogo y le mandó a un tal Carrizales, que los rusos no sabían quién era (y nosotros tampoco) para que lo atendiera. Medvedev casi se vuelve a montar en su avión.
Uno no puede dejar de recordar el cáustico humor del presidente Soublette. Una vez le hablaron del «Ministerio de Guerra y Marina» y él comentó, zumbón: «Será de Guerra y Goleta». Eso mismo.