Niñeras de terror, por Aglaya Kinsbruner
Twitter: @kinzbruner
Robert L. Stevenson (1850-1894) fue un maravilloso escritor, poeta, cuentista y ensayista escocés. Fue uno de los primeros en usar escritos de ficción detectivesca, de misterio, terror y personalidad escindida. Entre sus mejores obras se encuentra La Isla del Tesoro y el Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. Desde pequeño sufrió de una salud muy accidentada, probablemente se trataba de tuberculosis. El mismo padecimiento de su mamá, Margaret Isabella Stevenson.
Ese padecimiento hizo que su madre se viese obligada a ponerle desde muy pequeño una niñera. Esta se llamaba Allison Cunningham (1822-1910), cariñosamente llamada Cummy, Cummy le contaba historias de terror truculentas y él comenzó a tener pesadillas nocturnas de las cuales despertaba gritando. Pero al mismo tiempo le fascinaban. Cuando él estaba enfermo en la cama, venía Cummy y le leía historias y lo cuidaba con cariño. Así se formó un vínculo muy fuerte.
En su obra, A Child Garden of Verses, aparecida en 1885, y que hasta hoy en día sigue siendo lectura de cabecera, hay una dedicatoria a su niñera Cummy. Excelente escritor para niños, hay un poema muy especial llamado The Shadow , La Sombra, realmente muy ingenioso.
Todas sus obras tuvieron éxito inmediato por una razón realmente muy divertida y que fue costumbre en aquella época. Siendo su padre razonablemente well to do , libre de problemas financieros y él su único hijo, le prometía a los editores comprar todos aquellos libros que quedaban fríos. Esa fue la pequeña diferencia entre éxito y fracaso. ¡Las ediciones siempre estaban agotadas!
Vamos a dejar a Cummy que vivió una larga vida en el pasado para enfocar a otra niñera que no por estar en el presente vivita y coleando y asemejarse un poco a una luchadora de sumo retirada, sea menos terrorífica. Esta niñera moderna formó parte de un equipo diplomático y hasta fue acusada de ladrona, sometida a polígrafos, y todo porque de unas maletas llenas de dinero, aparentemente ¡perdió una!
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Y no podemos sino recordar aquellos tiempos en que un diplomático era una persona fina, dueña de un léxico amplio y lleno de conocimientos invaluables, modales hermosos, sonrisa calurosa en los labios que enseguida hacían que nos sintiéramos bien y ahora ¿qué pasa? Nos encontramos con personas prácticamente impresentables que no pueden hablar sin usar palabras más propias de un descargador de muelles que un representante de una república hermana.
Este señor estuvo en nuestro país unos nueve meses más o menos, lo que dura un embarazo, y luego salió easy breezy habiendo procurado para muchos una situación embarazosa en verdad. Situación que alcanza los más altos tramos de gobierno y que no, Sr. Lula, no es una narrativa, es algo que pasó y está pasando todavía.
En cuanto a la niñera, quizás ex luchadora de sumo como la que golpeó a Capriles, grotesca aunque sin el mawashi, especie de guayuco, no sabemos qué pasará con ella y si es culpable o no. Se nos presentan dos imágenes contradictorias. Por un lado, una ladrona audaz, sometida a escuchas, polígrafos, amenazas e insultos y, por otro, una pobre mujer sobrepasada por su situación. Hay un solo hecho cierto. La gente bien no anda con maletas llenas de dólares.
Puro cuento de terror como muchos de los que pasan en nuestras hermosas hermanas repúblicas, aquí como allá.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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