Los niños también buscan en el vertedero de Santa Eduvigis el pan del día
Mujeres embarazadas también hacen vida en el vertedero diariamente. Además de comida u objetos de valor que puedan ser vendidos también buscan ropa o juguetes para el bebé que está por llegar
¡Basura fresca! Eso es lo más esperado en “el bote” de Santa Eduvigis, el vertedero de basura del estado Vargas. Mujeres y hombres, niños y adultos mayores aguardan diariamente entre los cerros de desechos por la llegada de un nuevo camión de basura, en el que puedan encontrar “el botín” que les salve la comida del día e incluso de la semana, porque como señalan muchos de ellos «el sueldo no da para nada”.
La entrada al vertedero está desierta a primera vista. Ni en la caseta de entrada había funcionarios que regularan el ingreso de las personas o automóviles el día que TalCual hizo un recorrido por el lugar. Mientras más adentro del vertedero se llega, se observan más personas: los grupos se agolpan alrededor del lugar donde descargan los camiones de basura.
“La basura es millonaria”, se oía decir entre los recolectores que hacían a un lado los envoltorios de harina, pasta y otros desperdicios poco provechosos. La multitud camina detrás de la máquina trituradora para ver qué objeto valioso puede quedar al descubierto. Caminan lento, con un saco a cuestas y los ojos puestos en los desechos.
La llegada de los camiones es lo más esperado, sobre todo si provienen del aeropuerto o de los hoteles varguenses. Ya los tienen identificados y cronometrados, por lo que muchos los esperan en la entrada del barrio para ser los primeros en echar un vistazo a lo que trae y ganarle ventaja a los que esperan más arriba, bajo el sol, aguantando hambre y sed, con la única esperanza de que con la descarga del próximo camión puedan hacer el día.
Entre las montañas de desechos hay casas hechas de tabla y techos de plástico a las que les llaman “buguis”. Allí se protegen del sol que hace arder el lugar. En uno de esos buguis reposaba Ever Medina junto a su esposo, César Vargas.
La mujer de 46 años asegura que lleva toda su vida hurgando en la basura. Agrega que la crisis que vive el país tampoco la motiva a salirse del botadero ubicado en la parroquia Urimare, al oeste del litoral central.
Utensilios para la cocina, ropa, zapatos y hasta prendas de valor, como la cadena de plata que lucía en su cuello, son solo algunas de las cosas que ha encontrado en el lugar. Afirma que si tiene suerte puede hacer el equivalente a un sueldo mínimo en solo un día.
“Aquí no tengo jefe, horario y tampoco gasto pasaje. El sueldo no da para nada y para andar matándome un mes en una empresa donde me exploten por un salario que ni me da para comer, prefiero seguir aquí. Si tengo suerte, en solo un día que me consiga una prenda o algo, hago lo que una persona normal se gana en un mes”, dijo.
Cesar Vargas piensa lo mismo. Relata que hasta comida en buen estado se puede conseguir entre la basura. No les da temor contraer una enfermedad por consumir algún alimento contaminado. De hecho, nunca han sabido de alguien que haya muerto o enfermado por ingerir alimentos del botadero.
Un grupo de siete jóvenes que prefirieron no ser identificados asegura que el cartón, el plástico y el aluminio es lo que más buscan en las interminables montañas de basura que hay en el lugar. Hasta 1.000 bolívares por gramo pueden ganarse. Además, “llevarse a la casa un pedazo de pan extra nunca está de más”, dijo uno de los integrantes del grupo que esperaba por el camión.
Entre carroñeros y mineros
Una vez que llegan los camiones, quienes hurgan entre los desechos deben compartir espacio con los zamuros, que están en cada rincón al acecho y también exigen su parte del botín.
Entre el grupo de buscadores está “Manao”. Tiene 68 años de edad y hace 20 años trabajaba en el sector de la construcción “pero entre lo viejo y que el país se vino abajo me tocó venirme para acá”. Dice que la crisis ha exacerbado las necesidades en los hogares venezolanos, y a eso le atribuye el aumento de personas que acuden al vertedero de basura.
Afirma que “no hay ley” en el relleno sanitario y que cada quien “hace lo que le da la gana”; que todo es difícil al estar ahí porque además de la contaminación que los rodea, el hambre y la sed le juegan en contra. “Aquí uno tiene una vida de perro, pareciera que uno no vale nada. Ya uno come y vive como los animales. Yo me siento enfermo ¿Qué puedo hacer? Uno tiene que seguir echándole bolas”, dice mientras sigue hurgando entre los desechos.
Casi al mediodía, cuando TalCual se retiraba del lugar, apareció un funcionario de seguridad que había sido alertado de la presencia de alguien tomando fotos del lugar. El vigilante afirma que era indispensable que se pidiera permiso a las autoridades para documentar lo que sucede en «el bote». Aunque sin ofrecer detalles, asegura que al vertedero no solo asisten personas del estado Vargas sino de otras partes, como Caracas y Charallave. Ignora el número de personas llegan a diario, pero afirma que que en reiteradas oportunidades el ministro de Ecosocialismo, Heryck Rangel, ha ordenado la prohibición de que las personas acudan al vertedero para hurgar entre la basura, por considerar el oficio como algo “infrahumano”.
“Pero cómo hace uno si estas personas insisten en quedarse aquí. De esto viven y aquí no le hacen daño a nadie, es su trabajo”, comenta solícitamente.
Eso sí, reconoce que la única lucha que tienen en el bote es contra la presencia de niños. “Este no es un lugar para chamos y se lo decimos a ellos (los adultos), que no traigan a los niños y que los corran si los ven. De resto aquí todo es tranquilo. Dentro de todo aquí hay una buena gestión y nos diferenciamos de otros porque hay botaderos en los que manda el vandalismo”, sostiene.
No obstante, en el vertedero pululan los menores de edad que buscan el sustento del día o alguna prenda de vestir que puedan «estrenarse». En su hogar la situación económica es precaria. Además, en la entrada del lugar no hay funcionarios que se los impida.
Otro de los problemas que menciona el funcionario de seguridad es con los llamados “mineros”, personas que buscan cobre para vender y en muchas ocasiones queman los cables que llegan dentro de la basura.
La búsqueda del metal puede ser letal, pues consiste en muchos casos en quemar los cables para extraer el cobre y por ser un lugar inflamable, las llamas se pueden salir de control, como había ocurrido la noche anterior.
Sin identificarse, el funcionario comenta que cuando el bote se incendia generalmente ocurre por ayudado por los gases que produce la descomposición de la basura, y aunque el fuego se apaga rápidamente, el olor y el humo altamente tóxico llega hasta sectores remotos como Zamora y Barrio Aeropuerto, a varios kilómetros del lugar.
El rostro de las carencias
Otro grupo de buscadoras que llaman la atención son las mujeres embarazadas. Solas, en grupo o con sus parejas, deambulan por las montañas de desechos hasta dar con ropa o juguetes para el bebé que está por llegar. Otras personas se prueban calzados que encontraron en el botín, muchos dispares, o en combinación de zapato de tacón y una chancleta. Todo sea contar con algo para caminar. Otros van sacando algún alimento dentro de las bolsas y con pericia, van pelando las verduras hasta obtener la mejor parte.
Puertas afuera, la realidad tiene otro color. Las amas de casa siguen sacando los desperdicios y los restos de comida que otras personas luego convertirán en su comida diaria. Niños y adultos que hacen vida dentro del vertedero de Santa Eduvigis aguardan porque «el botín» que les salve el día aparezca antes de que caiga la noche, cuando es necesario ir a cargar agua, porque quienes viven en la zona tampoco tienen el servicio de agua.