Niños y ancianos de Vargas tienen al menos dos comidas seguras a la semana
La fundación «Una sopa para un hermano» ha atendido a niños con desnutrición severa y muchos de los casos a los que han hecho seguimiento mejoraron
«Un plato de comida no se le niega a nadie, mucho menos a un niño». Con esa premisa la fundación ‘Una sopa para un hermano’ sirve comidas al menos dos veces por semana en el sector Marlboro de la parroquia Carlos Soublette, estado Vargas.
Lo que más los limita son los altos costos y la escasez de alimentos, pues no siempre corren con la suerte de tener donaciones. Sin embargo, cuando las regalías están ausentes, el bolsillo y la despensa de los voluntarios salvan el almuerzo del día.
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En cada jornada, la fundación nacida en principio para atender a personas en situación de indigencia asegura el almuerzo a 150 personas, la mayor parte a niños y adultos mayores, según detalla a TalCual Lino Rodríguez, fundador de ‘Una sopa para un hermano’.
Precisa que desde las 08:00 de la mañana, junto a su familia y al menos diez voluntarios inician la conformación del comedor en la escuela La Tropicana, perteneciente a la iglesia católica venezolana.
Aunque el esfuerzo de la fundación es enorme, Lino reconoce que hay ocasiones en las que las ollas se quedan vacías antes de que todos los asistentes alcancen a comer, y es esta la razón por la que afirma procura instalar de forma diaria el comedor y también ampliar su capacidad de atención.
“Once, por favor”
Cargada de platos guardados en dos bolsas de tela, Carmen de Castillo (68 años) asiste fielmente a cada jornada que organiza la fundación. Junto a su esposo son el sostén de once menores con edades comprendidas entre los cuatro meses y los 15 años. “Tengo que acudir a lo poco que consigo”, dice.
La mujer de contextura delgada relata que más de una vez el comedor le salva la comida del día, sobre todo cuando tiene la nevera vacía y cuando no logra obtener buenos resultados de “las luchas” que mantiene con los comerciantes para que le vendan los rubros más baratos.
Castillo solo asegura el plato de comida a sus nietos. Cuenta que cuando no puede comer en el lugar reúne lo que los menores vayan dejando para alimentarse.
“A veces los niños no pueden ir a la escuela porque no hay qué comer en casa”, comenta Carolina Badillo de 46 años. Señala que ella y su hijo de 4 fueron diagnosticados como personas con desnutrición y que debido a la “trágica” situación que vive en el país no puede consumir la dieta que debería.
La mujer desearía que iniciativas como estas se realicen diariamente, porque para las familias es cada vez más complicado alimentarse adecuadamente.
Con ello coincide Yuneiki Canache, quien sin falta lleva a sus cuatros hijos cada martes y miércoles y con ansias espera que ‘Una sopa para un hermano’ pueda instalarse diariamente.
“¿Ahorita quién no se la ve ruda para comer? Quien tiene azúcar no tiene sal y quien tiene la sal no tiene el aceite”, agregó. Al mismo tiempo, relata que sabe de casos en esa y otras comunidades en la que familias enteras comen solo una o dos veces por día.
Una sopa para un hermano’ ha atendido a niños con desnutrición severa y muchos de los casos a los que han hecho seguimiento mejoraron su condición. La fundación fue creada en 2014, año en que según la FAO la pobreza extrema en Venezuela tuvo un repute al alcanzar 32,1%, y también momento en que las cifras de escasez de alimentos y la desnutrición comenzaron a ascender.
Lino Rodríguez señala que a diferencia de hace cuatro años, cuando la fundación tenía solo un año de haber sido creada, era más fácil atender la situación pues había más facilidad para acceder a los recursos y la cantidad de personas en situación precaria era menor a la actual.
Sin embargo, el representante de la fundación afirma “como una promesa” que continuarán llevando jornadas de alimentación a esas y otras comunidades; así como también jornadas de salud y de entregas de juguetes a hospitales y zonas vulnerables, pues afirma que la nación además de intenciones necesita acciones.