No están todos los que son, por Teodoro Petkoff
El escándalo de la bolibanca abre una grieta en las relaciones entre Chávez y la boliburguesía, hasta ahora uno de los soportes sociales del régimen. Este ha descansado en cuatro pilares: la Fuerza Armada –columna vertebral del poder chavista–; una parte considerable del pueblo humilde masa de maniobra y coartada ideológica-; la nomenklatura expresión soviética que designa a la alta y media burocracia- y la bolíburguesía nacida y criada en y por el régimen bolivariano. Por ahora, la nomenklatura y la Fuerza Armada aparentemente no están tocadas por los problemas que castigan al pueblo chavista y a la boliburguesía. Por el contrario, en la base popular es inocultable el deterioro de la imagen del caudillo.
El creciente escepticismo y el reblandecimiento de la antigua incondicionalidad de la masa popular hablan del desencanto de sectores que apostaron a la oferta de Chávez y cada vez con mayor desconsuelo comprueban que obras son amores, pero que no habiendo obras tampoco puede haber amores. O, en una versión laxa del dicho, amor con hambre no dura.
La ofensiva contra la boliburguesía quizás restañe algunas heridas en la fe popular. No hay que engañarse. La prisión de Ricardo Fernández y Arné Chacón, la intervención y liquidación de sus bancos y de los del prófugo Perucho Torres, así como la destitución de Jesse Chacón, presentan a un Chávez transfigurado en San Jorge, lanza en ristre contra el dragón de la corrupción. Como es lógico, una parte muy grande del país no está enterada de los intríngulis de la espesa maraña de vínculos entre jerarcas del chavismo y los boliburgueses. Lo que en este momento está viendo esa parte del país, más bien, es al presidente embistiendo contra sus ricos y contra algunas de las figuras de su entorno histórico.
Esta viendo a un tipo que no masca y que no tiene contemplaciones con corruptos, así le hayan sido muy cercanos. Punto a favor de Chávez. Por ahora.
Porque en sectores populares castigados por la carestía de la vida y el desempleo, así como por los apagones, la inseguridad y el colapso del sistema público de salud, sin hablar del agua en Caracas, ya seguramente más de uno se pregunta como es que durante años el presidente no se dio cuenta de lo que se cocinaba ante sus ojos ni de que algunos de los guisadores eran de su más íntimo entorno.
A propósito de esto, tampoco faltará quien se pregunte porque, en fin de cuentas, ya el Chávez dando clases magistrales acerca de las «centrífugas» y «bicicletas» financieras tampoco es tan creíble como antes si no sería conveniente, también, que el presidente ordene una averiguación sobre el extendido rumor que habla de estrechos vínculos entre Adán Chávez y Ricardo Fernández y, muy en particular, sobre el antiguo maridaje que data desde la Cuarta-, entre Perucho Torres y su ex vicepresidente, José Vicente Rangel, -quien, de paso, no sería extraño, hubiera aconsejado a Perucho esa suprema estupidez de «venderle» sus bancos al Estado por «un bolívar». La Fiscalía debería meterle la lupa.