No habrá candidatos únicos y unitarios, por Víctor Álvarez R.

En las elecciones parlamentarias, regionales y municipales de 2025 se renovarán más 3.300 cargos de elección popular, a saber: 277 diputados a la Asamblea Nacional, 23 gobernadores, 270 legisladores regionales, 335 alcaldes y 2.470 concejales municipales. Concluyó el período de postulaciones y el país descontento con el gobierno y la oposición no podrá votar por candidaturas únicas ni unitarias. Un sector de la oposición decidió llamar a la abstención y el otro decidió participar, pero se presentó dividido, con al menos dos candidatos para cada cargo en disputa. Una vez más, la abstención y división de la oposición convertirán en mayoría a la minoría oficialista.
La oposición abstencionista
Los partidos de la PUD no se midieron en las Parlamentarias de 2020 ni en las Megaelecciones de 2021, volvieron a participar en las Presidenciales del 28-J, pero ante el cuestionado resultado electoral anunciado por el CNE y ratificado por el TSJ-, llaman nuevamente a la abstención argumentando que «en Venezuela se vota, pero no se elige», que «dictadura no cae con votos», que «participar en las próximas elecciones es convalidar la farsa electoral del régimen». Alegan que no pueden participar con sus partidos intervenidos y sus candidatos inhabilitados, presos o en el exilio.
Abstenerse de participar en las elecciones de 2025 significa desmontar la maquinaria electoral que se armó para las Presidenciales del 28-J. Esto es totalmente contraproducente para el llamado a votar en el referendo constitucional, toda vez que se desmantelaría la capacidad para organizar y movilizar al país crítico y descontento.
La mayoría de los partidos carece de una estructura organizativa en todos y cada uno de los estados, municipios y parroquias del país, no cuentan con una militancia organizada, no tienen una maquinaria electoral con testigos que defiendan los votos frente a la poderosa maquinaria electoral oficialista que nuevamente correrá con ventaja al utilizar a su favor los recursos del Estado.
La oposición participacionista
Quienes llaman a participar afirman que las elecciones de 2025 ofrecen una extraordinaria oportunidad para recuperar los contrapesos institucionales que le pongan freno a la deriva autoritaria del gobierno. Sostienen que –debido al férreo control político, económico, social, militar y territorial que ha logrado el régimen–, no hay vía rápida para restaurar la democracia venezolana. Plantean la necesidad de reimpulsar un sostenido proceso de acumulación de fuerzas a través de la recuperación de los espacios de resistencia y lucha institucional, pero se presentan divididos con dos, tres y hasta cuatro candidatos para los cargos en disputa.
Esta división revela que en la oposición participacionista no hay vocación de poder ni voluntad de cambio. Más que la firme determinación de derrotar electoralmente al oficialismo, la proliferación de candidatos opositores se debe a la disputa por el liderazgo de la oposición. Las contradicciones antagónicas y los arraigados odios impiden postular candidatos únicos y unitarios. Prefieren presentarse divididos y facilitar el triunfo de los candidatos oficialistas, antes que ver ganar a su competidor por el liderazgo de la oposición.
Una oposición dividida, desorganizada, sin candidatos únicos y unitarios, y sin un programa que estimule a votar, es incompetente para salir victoriosa en unas elecciones competitivas.
Aunque se logren mejorar las condiciones electorales, si la oposición no está en capacidad de competir con candidatos únicos y unitarios, con una propuesta que entusiasme al electorado, y con el respaldo de una poderosa maquinaria capaz de movilizar el descontento nacional, no podrá capitalizar electoralmente la ventaja comparativa que significa el enorme rechazo al gobierno.
El desencanto del electorado
La PUD –que cuenta con el reconocimiento y apoyo de EEU–, se arroga la condición de auténtica oposición y mira con desprecio a los partidos y dirigentes que postulan candidatos y llaman a votar, los consideran alacranes y traidores. Con tantos insultos y descalificaciones es difícil imaginar un candidato único y unitario. Los participacionistas, que suelen ser vilipendiados y despreciados por los abstencionistas, prefieren perder y seguir siendo oposición al gobierno, que ser el socio maltratado y excluido por la PUD. Y la PUD prefiere seguir siendo la oposición reconocida y apoyada por EEUU, que someterse a una dirigencia que considera falsa, colaboracionista y vendida al régimen.
El país descontento con el gobierno y la oposición mira con desencanto el torneo de insultos entre los partidos y dirigentes políticos que deberían estar consagrados a la unidad nacional. Semejante espectáculo no estimula a votar. Todo lo contrario, exacerba la apatía electoral y la abstención que el oficialismo necesita para convertir en mayoría su decadente caudal electoral, y así lograr que los candidatos oficialistas se lleven la mayoría de los 3.300 cargos públicos en disputa.
Mientras la esperanza de cambio en Venezuela gire en torno a las decisiones unilaterales y arbitrarias de un liderazgo centralista que solo le interesa la Presidencia de la República, las regiones seguirán sufriendo la degeneración de aspiraciones nobles que se convierten en ambiciones particulares y codicia personal. Para evitar que se desperdicien las oportunidades de cambio, es necesario despersonalizar la opción política y –en vez de rendirle culto a un liderazgo centralista y mesiánico–, promover la organización y participación electoral en torno a un gran proyecto de reencuentro y reconciliación nacional, construido de abajo hacia arriba, desde los estados y municipios, que motive y movilice a votar masivamente para recuperar espacios de resistencia y lucha institucional que le hagan contrapeso al gobierno para evitar que siga arrollando y pasando la aplanadora.
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Restaurar la democracia venezolana será posible cuando el país descontento y políticamente organizado, acumule suficientes fuerzas par a lograr la reinstitucionalización de los poderes públicos y obligar al gobierno a sentarse a negociar una solución electoral y pacífica del largo y extenuante conflicto político venezolano.
Víctor Álvarez R. es economista. Investigador/consultor. Premio Nacional de Ciencias. Director del Proyecto Pedagogía Económica y Electoral
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