¡No hay derecho!, por Teodoro Petkoff
Sobre el informe del Departamento de Estado en relación con los derechos humanos ha habido siempre una reacción estereotipada por parte de los gobiernos venezolanos, los de antes y el de ahora. Siempre la misma. La otra cara de la moneda de la hipocresía. Así como el gobierno gringo no ve la viga en su propio ojo, tampoco el gobierno venezolano la ve. Cierto es que en Estados Unidos son violados los derechos humanos con la misma frecuencia y regularidad que en otros países y que si su gobierno se va a erigir en juez del mundo debería comenzar por un examen sincero de su propia realidad, para que el informe sea respetable. Pero ello no exime al gobierno venezolano de reconocer que en nuestro país la situación a ese respecto también deja mucho que desear. Despachar el asunto, sin más, diciendo que los gringos no tienen autoridad moral para juzgarnos es sólo una parte de la verdad. La otra tiene que ver con las serias acusaciones sobre brutalidad policial, asesinatos extrajudiciales, políticas de «exterminio», desapariciones, torturas a detenidos comunes, antros carcelarios y justicia corrompida, que menos que nadie gente como Rangel y Miquilena puede desconocer. Es posible argumentar, en algunos casos con razón, que se está haciendo un esfuerzo por superar estas calamidades, pero ello no niega que continúe viva esa tradición de abuso y arbitrariedad que nos viene de atrás y que ni siquiera medio siglo de vida democrática ha podido liquidar. Un poquito de autocrítica, por favor