No hay responsables pero sí irresponsables, por Rafael A. Sanabria M.
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Si usted camina por las calles de Venezuela encontrará que una inmensa mayoría de personas manifiesta su alto descontento con el gobierno, pero ese descontento no se convierte en una respuesta electoral adecuada. El oficialismo sigue vivo y coleando, más que nunca. La mayor de las minorías del país sigue llevando, sola, la batuta.
El domingo 21 de noviembre la oposición tuvo al fin sus tardías elecciones primarias, que no quiso hacerlas cuando sí le favorecía. Y el día 22 Venezuela amaneció en silencio. Gran parte de la población no comprendía como los afectos del gobierno podían haber alcanzado una veintena de gobernaciones si bastante más del 60% del pueblo les adversa. Personajes de la vida pública vociferaban, en defensa de su casta, que no tenía que culparse a nadie, pues todos los candidatos “eran valientes” por haberse enfrentado al PSUV, como si eso tuviera importancia en ese momento.
De acuerdo a los números aportados por el CNE, la oposición de manera dispersa recogió el mayor número de votos, a través de la MUD, Alianza Democrática y de otros partidos independientes. La gente manifestaba su descontento de que la alta dirigencia no haya entendido desde un principio que había que sacar en cada estado y municipio una única candidatura, esa es la principal causa que aún mantiene en pleno control del gobierno a los psuvistas. Claro que hubo un alto porcentaje de abstención, en gran parte consecuencia de esa misma dispersión de candidatos.
Que nadie se engañe. En el supuesto negado que no fuesen culpables sí serían responsables por haber, una vez más, desmoralizado al electorado. Está claro que no pensaron en el pueblo, sino en sus propios intereses.
Fue una guerra avisada. Hubo muchas personas, algunas no vinculadas con la vida política, que hicieron llamados de atención, avizoraron y rogaron a los proclamados dirigentes ir a elecciones primarias y que de allí emergiera la figura única para enfrentar a un pulpo de más de 20 años, que lo que sí ha hecho muy bien, es trabajar de manera organizada para alcanzar sus metas. Mientras la oposición vive como cardumen de pirañas, pero destrozándose entre sí cada vez que se aproxima un proceso electoral intentando alcanzar un cargo. El gobierno casi ausente, de lejos los veía y sonreía satisfecho. Y aun luego de la debacle, siguen con sus diatribas. Son incorregibles. La única solución es dejarlos fuera a todos.
No vengan ahora, descarados, a decir que aquí no hay culpables ni responsables. Claro que sí hay (ir)responsables que por sus apetitos de poder defraudaron al pueblo que ya había quedado sin voz de tanto gritarles “Queremos un candidato único”. ¿Ahora, para qué lamentarse? Y sobre las viejas mentiras dicen nuevas mentiras para que la población les vuelva a creer. Muy difícil.
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Los pueblos quieren un sacudón a la política. Han llevado al país a una situación de descreimiento como la que alcanzó Argentina hace casi dos décadas, concentrada en aquel grito: “Qué se vayan todos”, qué esos viejos dinosaurios desaparezcan y les den paso a nuevos rostros. Qué no quede ninguno porque luego se reproducen y lo vuelven a infestar todo nuevamente. Si seguimos apostando por está oposición vitalicia jamás saldremos del hoyo donde nos encontramos sumergidos. No me cabe duda que a la vieja oposición le fascina ser oposición, allí está cómoda, tal vez tiene algún beneficio y de allí su soberbia actitud.
Yo soy pueblo. En lo personal trabajé incansablemente en mi municipio por concretar la candidatura única hasta el final. Tengo mi conciencia tranquila, porque aposté por el cambio en mi espacio inmediato. Pero personajes guiados por “líneas de arriba” apostaron por la continuidad, en ningún momento doblegaron su actitud, olvidados del pueblo que es y será la razón de todo.
El llamamiento es a la población sabia para que en cada rincón de Venezuela se organice y conformen frentes de profesionales, obreros, campesinos, industriales, buhoneros, estudiantes, amas de casa, cultores, en búsqueda de un cambio y le den la espalda a esos viejos cogollos políticos que solo apuestan al fracaso. Saquemos desde nuestras propias localidades las fuerzas vivas, quienes conocen en verdad la realidad que se vive en cada contexto.
Seguir creyendo en esos políticos de la vieja guardia es aumentar la desmoralización. Urge la creación, a corto o mediano plazo de un sólo partido que los reúna a todos. Venezuela pide a grito un Partido de Unidad Nacional (PUN).
La esperanza no debe morir, al contrario debe crecer.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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