No hay vacuna contra la pobreza y nadie trabaja para encontrarla, por Ángel Monagas
Twitter: @AngelMonagas
Una conversación presente en muchas tertulias y discusiones es el tema del covid-19 y sus alcances.
Hoy se habla no solo de los muertos sino de la manera de combatir la enfermedad. Las normas de bioseguridad, el esfuerzo que debe impulsar cada Estado para hacerlo y, lógicamente, el tema de las vacunas.
Ahora bien, ¿cuántos años o siglos tiene el planeta sufriendo de guerras, de violencia, de hambre?
¿Por qué ese esfuerzo universal no se dirige quizá al elemento primario de las causas de la enfermedad?
Para los venezolanos, la situación es mucho peor
El país vive en una nube. Estamos en animación suspendida. La economía, diga lo que diga la dictadura, no mejora. La dolarización emerge como un fantasma en la noche, que persigue a una población que mayoritariamente gana en bolívares y debe olvidarse de gustos y preferencias.
“Se come lo que hay, si es que encontramos”, me dice un indigente de la zona norte de Maracaibo, a menos de 500 metros de la Guarnición Militar y ZODI-Zulia, donde usualmente hace acto de presencia el gobernador y su tren ejecutivo, autoridades militares, etc.
“La basura no es mucho lo que ofrece en la comida, como que están comiendo menos”, me dice Arnaldo (nombre ficticio) un hombre que todos los días, entre seis de la mañana y tres de la tarde, recorre los basureros más importantes de la avenida Fuerzas Armadas. Su desayuno, mientras habla conmigo, es un pedazo de pizza, muy desprovista de queso y jamón, aunque eso no le impide engullir plácidamente.
“Gordo, no me tomes fotos. Eso sí no, porque después la gente me señala y los policías me hacen huir de los sitios”. Solo puedo hablar con él. Ni fotos ni audio.
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“El viejo de allá —señala a un centro comercial cercano—, el que siempre organizaba la basura, se murió solo como un b…” “Nadie lloró por él, tú, solamente, me has preguntado”. “A mí no me dejaba abrir las bolsas para buscar comida y de qué le sirvió”.
Se refiere a otro personaje de un centro comercial de la zona, donde la gente de las villas cercanas deja sus restos de comida, basura, etc. en bolsas, los lanza y «el viejo” que murió los organizaba.
“Yo era estudiante, pero la vida me castigó. Cometí el error de meterme a vivir con una mujer, le hice tres muchachos y luego me dejó, abandonó a los chamos. Ellos también tienen su ruta, gordo…qué más puedo hacer”.
“No me gusta que me den comida buena, que me traen algunos, porque entonces se sienten como obligados y luego me sacan el cul…cuando me ven, y me dicen: Yo ya te dí ayer…nojod…Gordo, y uno come ¿o no?, todos los días…jejeje”.
“La vida no ha sido mala conmigo, mis errores son míos. No me ha dado covid ni ninguna enfermedad…algunos, algunas veces me dan buenos regalos…Aquí (señala hacia una casa de una urbanización cercana), ahí vive un testaferro del gobernador que me ha dado buenas cosas, yo las vendo y con ese dinero compro algo para mis chamos…”
—¿Qué esperas del futuro?
—No me vengas con eso, yo sé quién eres tú, los políticos ninguno sirve pa un co… Esta es mi vida, mi problema, nadie me lo va a resolver…el que me quiera ayudar no es obliga’o…para mí ya no hay chance… no tengo futuro, solo esto que vivo a diario.
Lo interrumpo y le digo:
— ¿Qué edad tienes tú?
—43, nací el día de la Virgen, ese día me echo una pea…ojalá mis hijos, si sobreviven, encuentren algo bueno…Chao, Gordo, no quiero hablarte más…debo trabajar jejejeje”.
Se despide con una bolsa a cuestas. También me confesó que un tiempo recogió plásticos y desechables pero hay una mafia “muy fuerte en eso” y tuvo que salirse. Otro lo “apuñaló” porque le quitaba las mejores zonas.
Para esta persona, no hay esperanzas. Solo el día a día. Como dice la filosofía new age: solo vive el presente, sin esperar nada.
Guaidó no arranca y la dictadura aumenta sus ataques
Ni Guaidó ni Maduro ni nadie se ocupa de sus problemas. Todos los días los vemos en todas las calles. Se los tragó la realidad. No viven, sobreviven. ¿Se está haciendo algo para atender esta Venezuela?
Los aspirantes a ejercer el liderazgo en Venezuela deben sentar las bases para construir una población con fe, con esperanza, que tenga razones para luchar.
El drama de “Arnaldo”, por llamarlo de alguna manera, está presente en cada ciudad como una pandemia de pobreza. Con el agravante que nadie está trabajando en hacer una vacuna para disminuir su presencia.
La pobreza no se puede acabar. Ningún país lo puede lograr.
Sí se puede darle condiciones de dignidad y posibilidad de escalar posiciones de mejoría, según sus propios esfuerzos.
La dirigencia política perdió la capacidad de establecer una comunicación real y certera con los pobres, los de ahora. En peores circunstancias que los existentes en la Venezuela prechavista.
Quizá lo más grave es que muchos prefieren mendigar y sufrir la pobreza en otro país, con los agravantes que hemos visto en Perú, Chile, Ecuador, Colombia y pare usted de contar.
Vacuna no hay, repito, para resolver el desempleo, la inseguridad, la inflación, la destrucción permanente de un país, otrora el más rico de América Latina.
¿Alguien trabaja en ello?
Venezolanos en Colombia
Celebro los esfuerzos del presidente Duque para atemperar los males de los venezolanos que emigran.
Lo que no entiendo es por qué los venezolanos deben pagar casi 300 dólares por obtener un “salvo conducto” para salir de Colombia, con conocimiento de que el 99% lo hace huyendo del hambre, de las injusticias. Me refiero a los que usan ese país como vía para partir a otras latitudes.
El trato de las autoridades migratorias en muchas ciudades, deja mucho que desear.
Muchos sectores de la población no vieron con buenos ojos la medida de Duque. Un país que muestra mucha mejor situación que Venezuela, pero donde, evidentemente, el tema de la desigualdad social es muy fuerte.
¿Xenofobia en Chile?
No puedo establecer el fenómeno como tal. Me escriben muchos paisanos. Están cerrando negocios de venezolanos en Santiago y, según sus comentarios, solo por ser de nuestra tierra. La excusa es el pago de impuestos.
Peor aún, acusan a un alcalde de Chile de ser un xenófobo. El ejemplo de la alcaldesa de Bogotá pudiera orientarnos.
Ángel Monagas es abogado y comunicador.
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