No pegan una, por Teodoro Petkoff
¿Esta gente que nos «gobierna» sabe lo que está pasando en el país, sobre todo en sus sectores más populares y en sus clases medias, con las dificultades económicas que vivimos? Si están enterados, entonces no pareciera que saben qué hacer con ese paquete –lo cual ya de por si seria suficientemente grave-, pero, todo indica que más bien no tienen mucha noción de lo que está ocurriendo y de suyo se comprende que menos aun sepan qué hacer frente a una situación económica que se les escurre como agua entre los dedos de la mano. Lo que intuyen es que la cosa no es como para echar las campanas al vuelo y su respuesta es la tradicional: la amenaza, siempre a flor de labios, de la represión.
¿Así, así, es que se gobierna? Desde finales del año pasado a esta fecha el costo de la vida ha subido alrededor de 40% y solo en lo que va de año 2013 el alza ha sido más de 32%. Hace ya varios años que no andábamos por esos cielos, pero el chavismo tardío, doblado en madurismo, se montó en el cohete y por allá vuela. La inflación, pues, corre cual conejo, perseguida por el pesado y lento paquidermo estatal, que, además, cada día pierde más el resuello y siempre se queda atrás.
Como los gobernantes no son tontos saben, -eso sí lo saben-, que esos platos rotos los paga sobre todo el pueblo pobre, donde los iniciales cuchicheos, respetuosos del líder fallecido, se están tornando gritos a voz en cuello, de amarga protesta e incomprensión. Lo irónico del caso es que lo que hoy se cosecha lo sembró el «comandante eterno» pero es a Maduro a quien toca lidiar con las consecuencias, añadiendo, de paso sopladas seguramente por Giordani, sus propias (in)decisiones. Si a esto se añade que más de un millón largo de compatriotas anda de portón en portón buscando una chamba que nunca llega o lo hace goteadita y de a poquito, no hay que ser adivino para intuir que en los profundos socavones de la pobreza las cosas están, para decirlo con el expresivo lugar común, color de hormiga. Hay que tener claro que en un país de precario empleo, la situación rebota con mucha fuerza negativa sobre el conjunto de la sociedad, porque esto no es concha de ajos. El creciente ritmo de los despidos habla de un aparato productivo muy lesionado. La caída de su actividad ha sido brutal, entre 2012 y 2013.
Pero, ha aparecido una nota de «originalidad» en la conducta maduriana. Pide, nada menos y nada más, que se establezca censura sobre los medios de comunicación, según el, responsables de lo que ocurre porque son voceros de una «guerra económica» desatada por los empresarios. De manera que, no conforme con abrir operaciones contra el empresariado, Maduro la emprende también contra los medios. Ahí está la primera medida contra la «nueva» Globovisión por informar sobre el desabastecimiento. Uno se pregunta quién lo asesora.
Unas veces emplea un tono conciliador y otras repite, truculentamente al peor Chávez. Anda como desconcertado. La Fiscalía, por su parte, comprensiblemente, avisa que ya peló el ojo ante los medios. En la práctica, ¿Qué podemos esperar? Ya veremos. No hay duda de que los dioses le chupan los sesos a quienes quieren perder.