No perdí mi voto en el 2015, por Beltrán Vallejo
La política venezolana tiene sus buenos momentos de justicia. Hasta el 5 de enero de este año, el pueblo de Venezuela dividía sus actitudes hacia el parlamento nacional de diferentes maneras, pero todas ellas negativas: desde la frustración, la desesperación, la indiferencia, el desinterés, la rabia, el repudio y hasta el asco. La Asamblea Nacional casi que llegó a superar a Nicolás Maduro en percepción negativa; pero en estos momentos, cual ave fénix resurgiendo de sus cenizas, se ha convertido en la esperanza de toda una nación, y es la punta de lanza cívica para que en el hemisferio latinoamericano no se arraigue la tiniebla antidemocrática de Cuba, Rusia y de China, los emporios del autoritarismo político más rígido, feroz y eficaz del planeta.
Lo que pasa es que no fue del interés de buena parte de la nación el calvario por el cual estaba pasando este producto de los anhelos de democracia de todo un pueblo, parido desde las entrañas de la movilización popular en aquella victoria del 2015, donde la dictadura madurista quedó “turuleca”, pero con rápida reacción para desarticular ese éxito, lo cual hizo a través de subterfugios generados por un TSJ procaz, que dañó a mansalva la mayoría calificada cuando le suprimió su representación parlamentaria al Estado Amazonas con la “cachaza” de que allí hubo “compra de votos”; ¡qué patético cinismo por parte de unos malandrines que desde Miraflores, gobernaciones y alcaldías abusan de los recursos del Estado y del erario público para encochinar elecciones.
Posteriormente, el vía crucis por el cual tuvieron que pasar los diputados ha sido total; mientras, y eso hay que decirlo, buena parte del país volteaba hacia otro lado, creyendo erradamente de que eso era un problema exclusivo de los políticos.
Sin embargo, de manera estoica, más bien numantina, esa Asamblea aguantó con dignidad. He allí, para la historia del coraje y de la resistencia, el rosario de dolor, crímenes y abusos que sufrió este parlamento nacional, a quien solo le ha faltado un asalto asesino, como el que realizó José Tadeo Monagas cuando inició su dictadura
Ante la nación está la hidalguía de la Asamblea Nacional en medio de tantas adversidades; he ahí el cerco presupuestario de que fue objeto por 4 años, que implicó a un gobierno quitándole los reales para su funcionamiento y arrebatarle por todo ese tiempo la dieta de los parlamentarios; he ahí las golpizas, escupitajos y acosos callejeros que han sufrido los diputados en calles aledañas al hemiciclo por parte de pandilleros borrachos y drogados, y eso se ha hecho costumbre nazi casi que todas las semanas; he ahí a todas sus leyes declaradas como inconstitucionales por el TSJ de Alí Babá; he ahí a unos ministros gandules que nunca comparecieron como obligación de ley para ser objeto de la labor contralora que exige la Constitución; he ahí la persecución policial, los allanamientos, las amenazas, el saqueo de los bienes de los parlamentarios, el acorralamiento en aduanas y aeropuertos; he ahí la detención de Gilber Caro, el asilo de Fredy Guevara en la embajada chilena, la detención del diputado Requesén y su posterior tortura y escarnio público. ¿Qué más se le podía pedir a este parlamento, si lo estaban dejando todo?
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Pues bien, resisten todavía, consolidan la unidad con el acuerdo político del 5 de enero, designan a Guaidó como Presidente del Parlamento, y así este joven coordina la resistencia ante el atropello del 10 de enero del 2019, fecha de la usurpación madurista.
Gracias, diputados. Se pusieron a la altura del momento histórico.